Científicos preocupados por la idea de que el calentamiento global puede liberar enormes reservas de metano de los embalses bajo la tundra ártica y depósitos de hidratos marinos –una teoría conocida como la hipótesis del "fusil de clatratos"– se han centrado en la historia geológica para buscar evidencia de metano significativo durante eventos de calentamiento pasados.
Un nuevo estudio publicado esta semana en la revista Nature sugiere que la última transición de la Edad de Hielo a un clima más cálido hace unos 11.500 años no incluyó el flujo masivo de metano de los sedimentos marinos o la tundra. En cambio, la fuente probable de niveles crecientes de metano atmosférico provino de humedales tropicales, dicen los autores.
Aunque esto es realmente una buena noticia, el estudio también apunta a un mayor papel de los seres humanos en el reciente aumento del metano, según señala el coautor del estudio Edward Brook, paleoclimatólogo de la Universidad Estatal de Oregón, en Estados Unidos.
"Nuestros hallazgos muestran que las emisiones geológicas naturales de metano –por ejemplo, fugas de filtraciones de petróleo o depósitos de gas en el suelo– son mucho más pequeñas de lo que se pensaba –afirma Brook–. Eso significa que un porcentaje mayor del metano en la atmósfera hoy se debe a las actividades humanas, incluyendo la perforación de petróleo, y la extracción y el transporte de gas natural".
El estudio sugiere que las emisiones humanas de metano geológico pueden ser hasta un 25% más altas que las estimaciones anteriores. Aunque no es tan abundante como el dióxido de carbono, el metano es un gas de efecto invernadero mucho más potente y, por lo tanto, los niveles crecientes son un contribuyente importante al calentamiento global.
"Esto significa que tenemos aún más potencial para luchar contra el calentamiento global mediante la reducción de las emisiones de metano de nuestro uso de combustibles fósiles", subraya el autor principal de la investigación, Vasilii Petrenko, profesor asociado de Ciencias de la Tierra y el Medio Ambiente en la Universidad de Rochester, en Nueva York, Estados Unidos.
Las emisiones antropogénicas de metano son el segundo mayor contribuyente al calentamiento global después del dióxido de carbono, pero ha habido incertidumbre en cuanto a la fuente de ese metano y si ha cambiado con el tiempo, señala Brook. El nuevo estudio arroja luz sobre el tema mediante el análisis de los niveles de metano atmosférico de la última deglaciación en las burbujas de aire que han quedado atrapadas en núcleos de hielo prístino del glaciar Taylor de la Antártida.
Los investigadores fueron capaces de estimar la magnitud de las emisiones de metano desde hace aproximadamente 11.500 años midiendo los isótopos de carbono radioactivo en el metano (carbono-14, también conocido como 14C o radiocarbono), que se desintegran con bastante rapidez.
El metano liberado de esos hidratos marinos y el permafrost es lo suficientemente viejo como para que cualquier 14C presente originalmente se haya descompuesto. Los científicos encontraron que la cantidad de metano de las antiguas fuentes libres de 14C era muy baja, menos del 10% del metano total, durante toda la gama de muestreo, de entre hace 11.800 y 11.300 años.
El metano en el ártico, más estable de lo que se pensaba
"Muchas personas han pintado el Ártico como una bomba de metano –explica Brook–, pero esto demuestra que puede ser más estable de lo que pensábamos". El rendimiento del pasado no siempre es un predictor del futuro, pero es un buen análogo. Deberíamos estar más preocupados por las fuentes antropogénicas de metano en la atmósfera, que siguen aumentando".
Los niveles de 14C en los núcleos de hielo sugieren que el incremento de metano durante la última desglaciación tuvo otra fuente, probablemente de los humedales tropicales, apunta otro de los investigadores, Christo Buizert, de la Universidad Estatal de Oregón.
"El metano no se almacena en los trópicos durante largos periodos de tiempo, sino que se produce cada día mediante la actividad microbiana en los humedales –explica Buizert–. Sabemos por otros estudios que las lluvias aumentaron en los trópicos durante el último periodo de calentamiento y que probablemente crearon humedales que produjeron el aumento de metano durante el último periodo de calentamiento".
El metano atmosférico ha aumentado de 750 partes por 1.000 millones en el año 1750 a más de 1.800 partes por 1.000 millones hoy, sobre todo de fuentes antropogénicas, especialmente fugas de la producción de combustible fósil, la creación de arrozales y ganadería, dicen los investigadores.
"Todo el gas natural que extrajimos es muy antiguo y el escape inevitablemente se produce durante ese proceso –describe Brook–. El gas natural se considera una fuente de energía más limpia que el carbón, pero puede ser un problema significativo dependiendo de cuánto metano se escape".
La clave para documentar la fuente del metano atmosférico son los núcleos de hielo prístino del glaciar Taylor en la Antártida, donde las condiciones secas y ventosas han permitido que este antiguo hielo sea lentamente llevado a la superficie. Una de las razones por las que los científicos todavía tenían que determinar las fuentes de metano durante la última Edad de Hielo es que la cantidad de 14C es tan pequeña que se necesitan enormes cantidades de hielo para obtener suficiente aire para medir el isótopo.
De hecho, se necesitan unas 2.000 libras (más de 900 kilogramos) de hielo con un instrumento de fusión funcionando durante tres días para obtener suficiente aire para producir una muestra medible de 14C. La perforación en el centro de la capa de hielo para encontrar grandes cantidades de ese hielo del final de la última Edad de Hielo sería prohibitivamente costosa, pero las condiciones únicas en el glaciar Taylor –que empujaron el hielo antiguo a la superficie– lo posibilita.
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