Bajo Donald Trump, el gobierno estadounidense se ha convertido en el peor enemigo de la lucha contra el cambio climático. No parecen importarle las consecuencias de las emisiones de su país, el más contaminante del planeta, para numerosas naciones pobres, y especialmente para las islas del Pacífico que apenas asoman un metro sobre el nivel del mar. Pero en una de ellas, Runit, en el archipiélago de las Marshall, una herencia norteamericana podría generar una catástrofe nuclear sin precedentes si sigue subiendo el nivel del mar.
Se trata de la Runit Dome (cúpula), también conocida por los locales como La Tumba, una estructura semiesférica de hormigón bajo la cual se acumulan unos 73.000 metros cúbicos de desechos radioactivos (el equivalente a 35 piscinas olímpicas llenas hasta el borde) recogidos tras las numerosas pruebas de bombas nucleares que los estadounidenses llevaron a cabo en este archipiélago durante el tiempo en que lo administraron, hasta su independencia en 1990.
La semiesfera de hormigón cubre tierra y otros objetos y elementos contaminados por las explosiones, en muchos casos por el letal plutonio, y constituye uno de los mayores y más peligrosos cementerios de materiales que pueden permanecer radiactivos durante miles de años que hay en el mundo.
Los norteamericanos ocultaron al gobierno local lo que había bajo la cúpula
La construcción, edificada entre 1977 y 1980, muestra preocupantes señales de deterioro, según reveló el pasado 10 de noviembre un reportaje exclusivo publicado por el diario Los Ángeles Times, titulado significativamente Cómo EE.UU. traicionó a las Marshall encendiendo el próximo desastre nuclear.
Entre 1946 y 1958, en los momentos más álgidos de la Guerra Fría, Estados Unidos hizo explotar 67 bombas nucleares en, dentro y por encima de las Marshall. Las pruebas llegaron a borrar del mapa islas enteras y crearon gigantescos cráteres. Para su realización, se obligó a abandonar sus hogares a cientos de familias.
La mayoría se lanzaron sobre el atolón Enewetak, al que pertenece Runit. Por si eso fuera poco, según reveló la investigación del prestigioso rotativo californiano, se probaron en él una docena de armas biológicas, incluídos aerosoles para rociar de bacterias letales al enemigo, y cuando se construyó la cúpula se enterraron bajo ella 130 toneladas de tierra contaminada con radioactividad procedentes del desierto de Nevada, donde también se realizaron pruebas nucleares.
En un ejercicio de cinismo, la administración Trump respondió a las peticiones de ayuda de las autoridades isleñas afirmando que se trataba de un problema interno de aquel país. “No lo queremos. No lo construimos. La basura que hay dentro no es nuestra. ¡Es de ellos!", replicó Hilda Heine, presidenta de la República de las Islas Marshall.
Doble responsabilidad de Washington
"Más que en cualquier otro lugar, las Islas Marshall son víctimas de las dos mayores amenazas que enfrenta la humanidad: las armas nucleares y el cambio climático", afirma Michael Gerrard, de la facultad de derecho de la Universidad de Columbia, algunos de cuyos estudiantes de periodismo contribuyeron a las investigaciones que han sacado a la luz este problema.
Y en ambos casos la responsabilidad procede del mismo lugar: "Estados Unidos es completamente responsable de las pruebas nucleares allí, y sus emisiones han contribuido más al cambio climático que las de cualquier otro país", recuerda, lo que, además de elevar el nivel del mar aumenta la frecuencia e intensidad de tifones y huracanes.
La investigación de LA Times reveló que el Gobierno estadounidense de la época ocultó información clave sobre el contenido de la cúpula y su programa de prueba de armas antes de que los dos países firmaran un pacto en 1986 liberando a Washington de toda responsabilidad. Así, por ejemplo, no se informó a los marshalleses que en 1958 se enviaron las 130 toneladas de tierra desde sus campos de pruebas atómicas en Nevada a las islas, ni de las pruebas con armas biológicas.
También se probaron armas biológicas, como aerosoles de bacterias letales
Los 650 habitantes de Enetewak sufren numerosos casos de cáncer, especialmente de tiroides y leucemia, y ahora, la cúpula se está empezando a agrietar y liberar lentamente pequeñas cantidades de su letal contenido. Los niveles de radiación en sus proximidades son mucho más altos a los que se detectan en Chernobil o Fukushima, según un estudio de expertos de la Universidad de Columbia.
En el atolón de Rongelap, a 160 km. del cual, en el tristemente famoso atolón de Bikini, se realizó en 1954 una prueba de una bomba termonuclear, la más potente efectuada por EE.UU., de 15 megatones, sin prevenir a la población local, que recuerda haber visto un día “dos soles en el cielo”, los casos de cáncer, abortos espontáneos y deformidades se multiplicaron. Soldados estadounidenses y la tripulación de un pesquero japonés, uno de cuyos tripulantes murió en el acto, también resultaron afectados por la radiación.
Los estadounidenses evacuaron a los habitantes, que vomitaban, sufrían quemaduras y perdían el pelo, dos días después, pero tres años más tarde los retornaron a su isla. Una década más tarde, en 1967, 17 de los 19 niños menores de 10 años que había en la isla el día que estalló la bomba Castle Bravo habían desarrollado trastornos y crecimientos tiroideos y uno murió de leucemia.
Un tribunal internacional pactado por ambas partes concluyó en 1988 que EE.UU. debía pagar 2.300 millones de dólares (2.067 millones de euros al cambio actual) como indemnizaciones a las Marshall, pero el Congreso y los tribunales estadounidenses se han negado reiteradamente a acceder a las reclamaciones del archipiélago. Según la documentación verificada por los periodistas de investigación, Washington ha pagado solo 4 millones.
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