El Mundial de Fútbol de Brasil que se inicia mañana podría pasar a la historia como el más contaminante de la historia. Como todos los grandes acontecimientos deportivos internacionales, su impacto ambiental tendrá como principales causantes la construcción de infraestructuras y las emisiones generadas por el enorme número de desplazamientos en avión y vehículos terrestres que serán necesarios para llevar a los equipos, los periodistas y los aficionados a las sedes.
La Federación Internacional de Fútbol (FIFA) estima que la Copa Mundial de 2014 generará unas emisiones de 2,72 millones de toneladas métricas de gases de efecto invernadero, cuando en el anterior campeonato, el de Sudáfrica 2010, Naciones Unidas calculó que se generaron 1,65 millones. La FIFA señala en su web que invirtió 400.000 dólares (unos 293.000 euros) para compensar 92.000 toneladas de emisiones del torneo sudafricano, destinados a una planta de biogás en el norte del país.
Las previsiones de la FIFA para Brasil atribuyen el mayor volumen de emisiones al transporte internacional (50,6% del total) y el interurbano (29,5%), aunque, sin tener en cuenta este factor, la huella de carbono de este torneo seguiría siendo 13 veces mayor que el del campeonato de Alemania 2006, el primero en la que la organización se planteó adoptar medidas medioambientales.
Más del 80% del impacto se deberá al transporte de los 3,7 millones de visitantes
Una pequeña parte de este impacto se reducirá por medio de una iniciativa de la aerolínea Gol, que ha anunciado que en 200 vuelos que surcarán el país entre junio y julio, durante el Mundial, el 4% del combustible utilizado será bioqueroseno.
Contribuye a extender las sospechas sobre el elevado coste ambiental de la copa el hecho de que el Gobierno brasileño no esté facilitando datos oficiales sobre la cuestión. “Estamos a pocos días del primer partido y todavía no han aportado informaciones específicas sobre ello”, denuncia Beatriz Kiss, investigadora sobre cambio climático de la Fundación Getulio Vargas, dedicada a la formación de gestores para las administraciones públicas y privadas del país.
Según los promedios de la Agencia de Protección Ambiental estadounidense, el volumen de emisiones previsto por la FIFA para el torneo equivaldría a las emisiones anuales de 534.000 automóviles estándar. ¿Cómo prevé compensarlo la organización del Mundial?
Uno de los medios es una campaña de compensación para titulares de entradas. Los compradores de las mismas pueden inscribirse gratuitamente en la campaña a través de una web. Allí harán constar su lugar de procedencia y la FIFA, en colaboración con el programa Target Neutral de la petrolera British Petroleum, se comprometen a invertir los recursos económicos necesarios para contrarrestar ese impacto.
La campaña proclama que compensará las emisiones de los viajes de 50.000 aficionados u 80.000 toneladas de gases, lo que no parece demasiado en comparación con las cifras previstas de 2,72 millones de toneladas de emisiones y 3,7 millones de visitantes esperados este mes y el próximo en Brasil. Y que lo hará invirtiendo en proyectos de reforestación y compra de derechos de emisiones.
El Gobierno brasileño ha animado a las empresas poseedoras de derechos de carbono a donarlos a cambio de publicidad gratuita en el Mundial, pero por el momento sólo tres compañías han realizado donaciones que cubren en cada uno de los casos 5.000 reducciones de emisiones, según admite el ministerio de Medio Ambiente.
Estadios innecesarios
Otra de las grandes preocupaciones de los ambientalistas es el impacto de las obras realizadas con motivo de un torneo en el que Brasil ha invertido al menos 11.000 millones de dólares (unos 8.061 millones de euros), una cifra que está provocando multitudinarias protestas sociales en un país que idolatra el fútbol.
Se han construido o remodelado para la ocasión 12 estadios en otras tantas ciudades de todo el territorio brasileño. El más polémico de ellos es el Arena da Amazonia, situado en Manaos, en plena selva amazónica, el cada vez más reducido pulmón verde que genera el 20% del oxígeno y el 25% del agua dulce potable de la Tierra.
El recinto, que con las habituales desviaciones de presupuesto se ha disparado ya hasta un coste de más de 200 millones de euros, tiene una capacidad de 43.000 espectadores, y sustituye a uno de menor aforo que habitualmente nunca lograba llenarse.
En él se disputarán cuatro partidos de la primera fase del torneo mundialista, y posteriormente quedará como un nuevo y costosos proyecto faraónico infrautilizado. Incluso el ex jugador internacional metido a político y elegido diputado Romário da Souza ha calificado su construcción como algo “absurdo” y “un absoluto desperdicio de tiempo y dinero”.
No se destina ninguna ayuda al armadillo, especie amenazada elegida como mascota
Otro motivo de polémica ha sido la elección de un armadillo como mascota del campeonato, a la que se ha bautizado como Fuleco (de 'fútbol' y 'ecología'). El armadillo de tres bandas (Tolypeutes tricinctus), en el que se inspira, es una especie en peligro de extinción que sólo vive en bosques del norte de Brasil, donde se le conoce como tatu-bola.
Pero según la bióloga Flavia Miranda, vicepresidenta del grupo sobre armadillos de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza (IUCN por sus siglas en inglés), se trata tan sólo de una lucrativa elección de cara a la galería que en nada ayuda al pobre mamífero acorazado.
"La FIFA no está colaborando con nada. Nunca nos apoyó. Se ha ganado mucho dinero con la mascota, y es realmente triste que no se haya hecho revertir algunos de esos recursos en la conservación de la especie o de su hábitat", denuncia. En los últimos 15 años, el armadillo de tres bandas ha perdido el 50% del ecosistema al que había logrado adaptarse tras una evolución de 140 millones de años.
La llamada caatinga, bosque seco del noreste del Brasil donde vive el animal, llegó a cubrir 845.000 kilómetros cuadrados, pero hoy apenas ocupa la mitad. Viven en la zona unos 20 millones de personas mayoritariamente pobres que arrasan la foresta en busca de leña para fabricar carbón y liberar espacio para el ganado, revela la Asociación Caatinga, que trabaja por la conservación del armadillo, un animal de unos 50 centímetros de longitud y hasta kilo y medio de peso que tiene serios problemas para recuperarse de la caza a la que se lo somete porque sólo tiene una cría al año.
La FIFA se ha defendido de las críticas de los conservacionistas señalando que la elección de la mascota "ha ayudado a aumentar la concientización en Brasil sobre el armadillo de tres bandas y su estatus de especie vulnerable". Y por ahora parece darse por satisfecha con eso.
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