En 2003, y en aplicación de una directiva de la Unión Europea aprobada en 1999, España prohibió el depósito de los neumáticos usados en vertederos. En 2006 esta prohibición se reforzó con la toda clase de vertido o incineración sin valoración energética de los neumáticos fuera de uso (NFU), fueran enteros o troceados.
Por aquel entonces, casi la mitad de neumáticos usados se abandonaban en vertederos controlados, un 15% se quemaban y el restante 40% se arrojaban en cualquier parte sin ningún tipo de control. Actualmente, un estudio de la Asociación Europea de Fabricantes de Neumáticos y Caucho (ETRMA por sus siglas en inglés) asegura que en España se reciclan el 100% de los neumáticos que se introducen en el mercado.
Es la consecuencia de una década de esfuerzos de talleres, productores, distribuidores y especialmente de los consumidores ya que, al final, la gestión medioambiental del neumático fuera de uso viene sufragada por el comprador del mismo, que paga una media de 1,77 euros por cada nueva rueda para financiar su tratamiento sostenible una vez acabada su vida útil.
El comprador paga 1,77 euros por unidad para costear su posterior tratamiento ambiental
Se calcula que en España se desechan alrededor de 300.000 toneladas de NFU cada año. El problema desde la aprobación de las citadas medidas ha sido ¿qué hacer con ellas?
Aunque el neumático está compuesto hasta en un 60% de caucho artificial –la presencia del natural es prácticamente residual debido a su alto coste– las ruedas de los automóviles también contienen textiles, acero, plásticos y diferentes compuestos químicos, como azufre o carbono.
Esta mezcla de materiales dificulta su reutilización y, en caso de incineración, los convierte en altamente contaminantes. Y, aunque de forma periódica se anuncia una solución definitiva para los neumáticos usados, lo cierto es que el mero hecho de que estas noticias sean recurrentes indica que ninguna de ellas acaba de funcionar.
Signus es el mayor gestor de neumáticos usados de España y se encarga de hasta un 70% de los NFU. Su responsable de comunicación, Isabel Rivadulla, defiende el esfuerzo de su organización por conseguir convertir este desecho en un activo que pueda adquirir valor, para “convertir un problema en una oportunidad”. Mucha investigación e innovación han convertido a España, afirma, en “un referente” a nivel internacional en algunas de las soluciones al exceso de neumáticos, aunque no todas convenzan por igual.
La última moda en reutilización de neumáticos se encuentra en las mismas carreteras sobre las que éstos ruedan. Pulverizados y convertidos en polvo de caucho, se introducen en las mezclas bituminosas del asfalto para pavimentar vías de circulación. Un uso que no sólo ha servido para hacer desaparecer hasta 6.000 toneladas de neumáticos sino que, según sus defensores, aporta firmes menos ruidosos y con mejor adherencia, además de las lógicas ventajas económicas –al usar un residuo como materia primera– y medioambientales.
Algún proyecto en esta línea incluso se ha bautizado, de forma algo presuntuosa, como Greenroad, una iniciativa de “asfalto ecológico”. Pero a pesar de que desde Signus se aboga por la mayor calidad y durabilidad de las carreteras que contienen polvo de caucho, también se reconoce que su uso no acaba de generalizarse: “Tras estos obstáculos se hallan las inercias de la industria y los productores de petróleo, que tienen necesidad de usar sus propios polímeros, pero también algunos bulos que tratamos de desmentir con seminarios técnicos y formación”, aclara Rivadulla
Solución insuficiente
El auténtico problema es que para dar salida a 300.000 toneladas de neumáticos deberían asfaltarse, anualmente, 25.000 kilómetros de carreteras. Lo que supondría duplicar en siete años la actual red viaria interurbana. Así que no parece que esta vaya a ser la panacea del problema.
El polvo de caucho tiene también otros usos interesantes, como la fabricación de suelos de seguridad para parques infantiles o geriátricos, capas de drenaje en vertederos o balsas de retención de aguas pluviales, entre otras.
De hecho, con el parón de la obra pública en España, se ha disparado la fabricación de suelos para pistas de fútbol sala, la mayoría de ellas para la exportación, que a día de hoy se han convertido en la primera opción a la hora de dar salida a los NFU.
La quema de neumáticos sin valoración energética está prohibida desde 2003, lo que significa que no pueden destruirse en las tradicionales incineradoras de basuras que tan mala fama y protestas acumularon en las décadas de los 80 y 90.
Ante este veto surgió rápidamente una alternativa que aseguraba ser capaz de destruir todos los restos de neumáticos –y de hecho todo tipo de residuos plásticos y químicos– sin perjuicios medioambientales o para la salud pública: su uso energético en las plantas cementeras y papeleras. Para estas, quemar NFU suponía una oportunidad para reducir su factura en combustibles al tiempo que ayudaban a acabar con el problema de los residuos y reducir las emisiones de CO2. Se trata de una solución que ya se está aplicando en Alemania o los Países Bajos.
El caucho se incorpora al asfalto de carreteras y a pavimentos de seguridad y deportivos
Según la argumentación de estas industrias, las altas temperaturas a las que funcionan sus hornos y la avanzada tecnología en captura de partículas y gases nocivos con la que cuentan sus plantas permitirían destruir todos estos residuos sin riesgos. Aseguran que los métodos actuales no tienen nada que ver con los de las antiguas incineradoras, que los neumáticos reciben un tratamiento previo para convertirlos en combustible y que existe un riguroso control y filtrado de los gases emitidos.
Aun así, el uso de NFU como combustible no ha podido librarse la polémica y son numerosas las campañas de protesta vecinales y ecologistas allí donde se ha empleado. Numerosos informes tratan de contrarrestar los datos de la industria alertando de los potenciales peligros de las partículas que emite la incineración. De hecho, Cataluña mantiene la prohibición de incinerar residuos en cementeras a pesar de las continuas reclamaciones de la patronal autonómica.
Otras opciones de valorización energética pasan por la destilación y gasificación, aprovechando los distintos componentes del neumático para producir gasolina y gas en dos fases, según un proyecto aún embrionario desarrollado por la empresa Enreco 2000 con el apoyo del Consejo Superior de Investigaciones Científicas. En este caso, el beneficio energético sería mucho mayor que el de la simple incineración y, sobre todo, no tendría contrapartidas en forma de emisiones contaminantes. Todavía está por ver, sin embargo, su viabilidad económica.
Hasta el momento, el único reciclaje real que se lleva a cabo con los neumáticos ha sido su reconversión como material de productos más o menos artesanales. Las más tradicionales son su uso para fabricar columpios y otros elementos de parques urbanos. Posteriormente han aparecido nuevas opciones, como los bolsos o elementos de decoración. Otras alternativas más industriales son la fabricación de suelos de canchas polideportivas y zonas de juego infantiles o también zapatos.
En este sentido es especialmente exitosa la iniciativa de la empresa Ecoalf, que ha desarrollado una sandalia confeccionada con polvo de caucho, que es recalentado hasta fundirlo para moldear una nueva pieza. Tras un elaborado proceso de investigación, no sólo se consiguió neutralizar el fuerte olor característico del material mediante la mezcla del polvo con diferentes odorantes, sino que también han logrado barnizarlo con diferentes colores.
Pero de nuevo se repite el problema de las carreteras: ¿cuántas toneladas de neumáticos serán capaces de absorber las sandalias recicladas? Será necesaria mucha más investigación e innovación para conseguir que estas miles de toneladas de residuos se conviertan en una nueva materia prima y no en un mero combustible industrial, aunque parece que poco a poco se avanza en la buena dirección.
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