En la inmensidad de la Amazonia brasileña cabrían todos los países de la vieja Europa y aún sobraría lugar. Justo en el corazón de ese fantástico territorio se lleva a cabo nuestra expedición, que recorre 500 kilómetros de ríos y lagos de aguas de diferentes colores y velocidades.
Hay dos lugares que destacan por los valores socioambientales que se aplican en ellos durante el día a día. El primero al que llegamos es la Reserva Piraña, que protege una cadena de lagos excepcionalmente rica en fauna acuática, terrestre y aérea ubicada entre las cuencas de los ríos Amazonas y Manacapurú.
En este espacio protegido, la gente vive en casas flotantes y sólo dispone de la pesca para su sustento. El turismo de observación es aún raro en esta región y nuestra expedición es de las pocas que la recorren. En todos los viajes nos acompaña un pescador local, que así fortalece su economía familiar. La llegada del barco es siempre una alegría para esas gentes sencillas, conocedoras como nadie de su entorno y especialmente hospitalarias.
Los viajes del barco con turistas permiten llevar suministros a la comunidad
La reserva es uno de los lugares más emblemáticos de la Amazonia central para observar el caimán negro, el mayor de todos los cocodrílidos amazónicos.
El segundo lugar con características sostenibles es la casa del Manacapuru, construida en una península elevada sobre el río del mismo nombre con materiales de la región y sin haber alterado nada de la cobertura vegetal original que la rodea.
La casa es utilizada cuando llegan visitantes viajeros, sea para pasar algunos días conociendo la zona o durante nuestra expedición. Cuando no hay nadie, situación bastante habitual, dos familias vecinas se turnan para evitar que los próximos forasteros se encuentren con sorpresas mayores. Al estar en medio de la selva, la construcción atrae a insectos y otras clases de animales y es preciso que se encuentren con presencia humana constante para que no hagan de ella su morada.
Todas las labores de la casa (limpieza, cocina, etc.) son llevadas a cabo por las mujeres de la vecina comunidad de Prainha. Los niños se suman a algunas actividades, sorprendiendo a los visitantes con sus habilidades y conocimientos sobre la selva. Estas situaciones sirven para ampliar los horizontes de los habitantes de la zona, que hallan en la casa y sus inquilinos el reflejo de un mundo lejano que de esta forma se les hace más cercano y amistoso.
Es habitual que entre los viajeros haya médicos o dentistas, y en esos casos siempre surgen situaciones que permiten aprovechar su presencia. También es bastante común que las medicinas que traen los viajeros para combatir posibles fiebres, diarreas, dolores o inflamaciones se queden en manos del vecindario.
En la selva es difícil conseguir gasolina o gas y los viajes de los turistas a la casa del Manacapuru permiten paliar esas carencias de la comunidad y, a menudo, llevar o traer a personas que necesiten desplazarse a Manaos, la ciudad más cercana. Nuestro barco es considerado por todos “un amigo solidario”, siempre dispuesto a echar una mano en una región cuyos habitantes no pueden confiar en la ayuda del estado para sobrevivir.
Te invitamos a que nos acompañes en nuestras expediciones de este 2015.
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