En ciudades como Londres o Praga, el gorrión común prácticamente se ha extinguido. Cuesta, cada vez más, localizar en las calles de estas metrópolis un nido de golondrinas o ver revolotear a vencejos, alondras o bandadas de estorninos. Es un hecho demostrado –y alarmante– que las aves más comunes y más pequeñas, las que no tienen ningún tipo de protección, están desapareciendo de Europa.

Según la organización conservacionista SEO/Birdlife, que acaba de celebrar el XXII Congreso Español de Ornitología, el continente ha perdido el 20% de las aves comunes en las últimas tres décadas. En nuestro país, el declive en las poblaciones de aves ligadas a los paisajes rurales y entornos humanos alcanza el 40% en el caso de las golondrinas (Hirundo rustica) y el 10% en el de los gorriones (Passer domesticus), pero afecta también a otras muchas especies, como las tórtolas (Streptopelia turtur) o las perdices (Alectoris rufa).

Casi una cuarta parte de las aves que surcaban los cielos del Viejo Continente hace 30 años ha desaparecido, según un estudio con datos de 25 países europeos. De recopilarlos se han encargado investigadores de varias universidades y organizaciones, liderados por biólogos de la Universidad de Exeter (Reino Unido).

Las mayores cifras de mortandad se dan en las especies pequeñas y más comunes

Su trabajo se inició en 1980 y acabó en 2009, y ha sido publicado en Ecology Letters. Los resultados son espeluznantes: la población aviar ha descendido en más de 420 millones de ejemplares en tres décadas, pasando de algo más de 2.000 millones en 1980 a 1.600 en la actualidad. Y sí, la mayoría de las aves que ya no están pertenecen a las especies más comunes.

Pero por si el dato no fuera lo bastante doloroso, los cálculos se han centrado sólo en 144 especies de las más de 500 que hay catalogadas en Europa. De seguir a este ritmo, los pájaros desaparecerían del Viejo Continente antes de acabar el siglo.

“No, no vamos a perder a todas las aves”, aclara el investigador del Instituto de Medio Ambiente y Sostenibilidad de la universidad británica y principal autor del estudio, Richard Inger. “El declive se ha ralentizado recientemente y es de esperar que los crecientes esfuerzos de conservación aseguren el futuro de la mayoría de las especies. Pero tenemos que asegurarnos de que gestionamos el medio ambiente con la vida silvestre en mente”, añade.

Según muestra la investigación, no todas las especies están desapareciendo. Muchas de las llamadas singulares, como águilas, buitres o cigüeñas, han visto aumentar sus poblaciones, mientras que las mayores cifras de mortandad se dan en las especies pequeñas y más comunes.

En todos los ecosistemas hay una especie de equilibrio natural que establece que la mayoría de las especies tienen poblaciones reducidas, mientras que unas pocas están formadas por cientos de miles o millones de ejemplares. Estas son las que están desapareciendo. Cerca del 90% de los 420 millones de aves que se han perdido pertenecen sólo a 24 especies de los más comunes y pequeños pájaros que siempre han formado parte de nuestro entorno.

Termómetro fiable

En España, SEO/BirdLife, con datos de seguimiento de 20.000 puestos de observación repartidos por toda la geografía peninsular desde hace 18 años, estima que el número de golondrinas se ha reducido un 30%, mientras que el de los gorriones ha caído hasta la mitad. “El declive es enorme en determinadas especies, y de éstas hay millones de ejemplares”, asegura el coordinador del área de Avifauna de SEO/Birdlife, Juan Carlos del Moral.

“Si se mueren estos ejemplares a nuestro alrededor, deberíamos pensar que el medio ambiente, nuestros ciudades y pueblos, no pueden ser saludables para el ser humano si no lo son para gorriones y golondrinas”, argumenta Asun Ruiz, directora ejecutiva de SEO/BirdLife. “Las aves son un termómetro fiable para diagnosticar el estado de la naturaleza, y nos están diciendo que algo está ocurriendo”, añade.

El ser humano está detrás de las causas de este declive tan pronunciado

La investigación coordinada desde Exeter por Richard Inger señala algunas de las causas de este declive tan pronunciado, y todas tienen a los seres humanos detrás. El crecimiento de las ciudades a costa del medio rural es una de ellas. En las zonas costeras, por ejemplo, cada primavera se fumiga en los alrededores de las urbanizaciones turísticas. Eso acaba con los molestos mosquitos, pero también con el sustento de muchas especies de aves que, como las golondrinas y los vencejos, están en pleno período de cría.

Pero es el abandono de las prácticas agrícolas y ganaderas tradicionales, la industrialización de la agricultura y el uso de productos químicos en el campo lo que está exterminando a las aves más comunes de Europa. “En la agricultura moderna, el uso de avanzados productos fitosanitarios está exterminando a los insectos de los que se alimentan”, explica Juan Carlos del Moral. Y pone de ejemplo a los neonicotinoides. Estos pesticidas de baja toxicidad para los seres humanos, entran en las plantas y atacan el sistema nervioso de los insectos que comen de ellas o liban sus flores hasta causarles la muerte.

El estudio recuerda que estos pequeños pájaros son la base de la cadena trófica y de ellos depende la buena salud de los ecosistemas. Las grandes aves carnívoras, cuyas poblaciones se han recuperado, podrían verse afectadas al disponer de menos presas. Los pajarillos son también un buen agente contra las plagas, algunos polinizan diversas especies de plantas y muchos ayudan a esparcir las semillas de diversas familias de árboles.

En sus conclusiones, los autores de la investigación se cuestionan si la concentración de los esfuerzos en la protección de las grandes aves con la creación de santuarios para ellas no estará siendo un error. “Por muchas reservas que crees, nunca protegerás a las golondrinas que crían en los tejados de nuestras casas”, comenta Juan Carlos del Moral. Para el experto de SEO/Birdlife, proteger las aves más comunes pasa ineludiblemente por “cambiar la economía en bloque, empezando por la política agroalimentaria europea”.