Vivimos rodeados peligrosamente de él sin saberlo. Muchos de los objetos de uso cotidiano como gafas, juguetes, cosméticos y aparatos médicos cuentan en su composición con el bisfenol A (también conocido como BPA), un componente químico orgánico relacionado por numerosas investigaciones científicas con cánceres, daños cerebrales y problemas hormonales. Pero la manera principal por la que accede a nuestro organismo es a través de la alimentación, puesto que ha sido ampliamente utilizado en el envasado de alimentos de metal durante los últimos 40 años.
Un nuevo estudio llevado a cabo por seis organizaciones sin ánimo de lucro estadounidenses ha detectado que dos de cada tres latas de conserva analizadas lo contienen. Los científicos han examinado las tapas y los revestimientos interiores de unos 200 productos de marcas como Campbell's, Del Monte, General Mills, Kroger y Albertsons que contienen verduras, frutas, sopas, caldos, salsas y lácteos.
Dos de cada tres recipientes analizados por los expertos tienen la polémica sustancia
El 100% de los productos analizados de la compañía Campbell's, a la que el artista Andy Warhol hizo mundialmente famosa al utilizar sus latas como motivos en diversas pinturas, contenían bisfenol A, a pesar de que la compañía había anunciado el inicio en 2012 de un plan para emplear latas libres del compuesto tras las quejas de los consumidores. Desde entonces, la empresa dice haber probado cientos de opciones.
La multinacional, presente en casi 120 países, ha empezado a utilizar componentes de acrílico y poliéster para reemplazar el bisfenol A y pronostica que habrá introducido los nuevos revestimientos a mediados del próximo año en los productos que se vendan en Estados Unidos y Canadá, envases que contienen más de 600 productos alimentarios diferentes.
Sin embargo, tal y como recoge el estudio, la ausencia de bisfenol A no significa necesariamente que las latas estén libres de otros productos químicos potencialmente dañinos. El informe encontró que muchas incorporan policloruro de vinilo (PVC), que considera “un sustituto [del bisfenol A] lamentable, porque el PVC es un polímero carcinógeno".
¿Qué puede hacer el consumidor para evitar estos contaminantes? Comprar productos frescos o congelados, adquirir los alimentos en envases de vidrio o cartón y buscar alimentos en conserva que vengan etiquetados como "libres de bisfenol A". Con estas sencillas recomendaciones se pueden conseguir grandes resultados: según un estudio de 2011, las familias que cambiaron a alimentos frescos y libres de BPA en el envasado vieron reducir los niveles de bisfenol A de su cuerpo en un 60% sólo tres días después. Cuando las familias regresaron a su dieta anterior, los niveles se volvieron a disparar.
Debate abierto
Diferentes estudios en todo el mundo relacionan la absorción del bisfenol A con enfermedades como cánceres, asma, diabetes, obesidad, infertilidad, problemas cardiovasculares y alteraciones neurológicas y del comportamiento o endometriosis (dolencia que provoca quistes en los ovarios), pero el debate sobre los niveles tolerables de exposición no está cerrado.
Los fabricantes, como Bayer o Dow Chemicals, que son algunos de los mayores grupos industriales químicos del mundo, niegan su efecto negativo para la salud humana o el medio ambiente esgrimiendo para ello estudios, que en muchos casos han financiado, en los que comparan su impacto con el de cualquier hormona sexual. Es precisamente por la presión ejercida por la industria que la Comisión Europea no ha publicado todavía criterios para la identificación de los disruptores endocrinos. Después de varios retrasos, se espera que finalmente lo haga este verano.
Francia lo ha vetado en los envases de comida, una medida que está en los tribunales
Es la misma línea que sigue la Administración de Medicamentos y Alimentos (FDA, por sus siglas en inglés). El organismo gubernamental estadounidense afirma que el bisfenol A no es peligroso, al menos en los niveles en los que utiliza actualmente la industria alimentaria, y que es una de las opciones de embalaje más seguras del mundo.
En su última evaluación, la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) considera que el bisfenol A no supone “ningún problema de salud para cualquier grupo de edad” expuesto a la sustancia, a pesar de que la Agencia Europea de Sustancias Químicas lo clasificó como dañino para la reproducción sexual.
Sin embargo, y pese a negar su peligrosidad, ambos organismos lo han prohibido en la fabricación de biberones y en los envases de comida para lactantes. Francia fue más lejos y vetó la sustancia química en todos los materiales de uso alimentario a partir de 2015, una medida que la industria del plástico ha llevado a los tribunales. En marzo de este mismo año, el Ministerio de Salud holandés recomendaba “reducir la exposición al BPA siempre que sea posible, especialmente en los niños pequeños y las mujeres embarazadas o en periodo de lactancia”. En España, la Fundación Vivo Sano, una organización de iniciativa privada y sin ánimo de lucro, mantiene abierta una campaña para conseguir la eliminación por ley del bisfenol A de los envases alimentarios.
En 2013, la Organización Mundial de la Salud (OMS) publicó un informe alertando sobre el peligro del bisfenol A y otros compuestos químicos definiéndolos como "una amenaza global". Tres años más tarde, sin una legislación que lo evite, nosotros seguimos conviviendo diariamente con ellos. Contradiciendo a la OMS, la UE y Estados Unidos dicen que no son peligrosos.