Un bombardeo es habitualmente sinónimo de muerte y destrucción. Pero podría serlo también de vida y reforestación. La idea de lanzar desde el aire sobre vastas extensiones áridas millones de semillas esperando que una buena parte de ellas logre salir adelante no es nueva, y ya se ha usado muchas veces en diversos países. El Servicio de Pesca y Vida Silvestre de Estados Unidos lo ha hecho tras muchos incendios.
El sistema nunca resulta tan eficaz como la plantación manual, pero es útil en zonas de difícil acceso, desiertos, zonas devastadas por la guerra o humedales en los que el ser humano tiene grandes dificultades para moverse. Hay que elegir muy bien el tipo de semilla y el momento en que se realiza el bombardeo. Y después, cruzar los dedos.
Los equipos usados para sembrar minas se 'adaptaron' para bombardear plantones
Un ex piloto de la Real Fuerza Áerea británica (RAF), Jack Walters, decidió hace más de tres décadas que los aviones militares podían servir para algo más que para destruir cosas. Y que en lugar de semillas, se podían lanzar jóvenes árboles dotados de un soporte vital, que tendrían muchas más posibilidades de prosperar. Su trabajo fue tomado en consideración por la universidad canadiense de la Columbia Británica. Se hicieron algunas pruebas, pero poco exitosas, y se acabó olvidando.
Retomando su idea inicial, la empresa de tecnología aeroespacial estadounidense Lockheed Martin, trabajó sobre un dispositivo que aprovecharía para reforestar los dispositivos habitualmente empleados para sembrar de minas terrestres vastas extensiones de terreno desde los ya vetustos aviones militares de transporte Hércules C-130, que fabricaba esta compañía y de los que vendió millares a los ejércitos de más de 70 países.
"Las posibilidades son increíbles. Volando a 1.000 pies (unos 330 metros) de altura y a 130 nudos (unos 220 kilómetros por hora) y plantar más de 3.000 conos con árboles en un minuto creando una franja verde a través del paisaje. El procedimiento es el mismo que utilizábamos con las minas terrestres, pero en este caso cada cono contendría un árbol joven. Eso supone 125.000 árboles para cada vuelo, o lo que es lo mismo, unos 900.000 árboles en un día”, afirmó un portavoz de la empresa. Mientras, se considera que una persona en el suelo puede plantar, como mucho, 1.000 al día.
Lockheed admitió que los equipos usados para sembrar minas se “podían adaptar” fácilmente para bombardear con árboles. Los plantones irían metidos en unos conos de plástico diseñados para penetrar en la tierra y dejar el árbol en posición vertical. Las primeras pruebas se realizaron a finales de los años 90, pero sus resultados no fueron los esperados. Muchos árboles tropezaban con rocas o escombros y se posaban en el suelo tumbados.
Proyectiles artesanales
En los últimos años, y animado por la necesidad de nuevas ideas para combatir el cambio climático y el auge de los mercados de compensación de emisiones, Moshe Alamaro, inventor del Aerial Reforestation System e investigador del Instituto Tecnológico de Massachussets (Estados Unidos), que colaboró en aquella primera intentona fallida, ha perfeccionado el sistema, que cree que con sus innovaciones podría alcanzar tasas de éxito del 90%.
En la nueva versión de este ingeniero mecánico, el árbol desciende desde un avión en vuelo rasante en agudos envases diseñados gracias a meticulosos cálculos de balística y navegación aérea, logran clavarse en el suelo en la gran mayoría de los casos. Están confeccionados con materiales duros pero biodegradables al poco tiempo, y cada uno portaría el suficiente alimento (fertilizantes, y un elemento que absorbe la humedad del entorno) como para permitir a la planta resistir hasta que sus raíces fueran capaces de proporcionarle todo su sustento.
La nueva versión podría ser eficaz para la lucha contra el cambio climático
El investigador opina que esta estrategia podría resultar muy válida en lugares donde el suelo es blando o poco compacto como las montañas escocesas, la tundra ártica (que debido al calentamiento global se está deshelando) o áridos rincones de Oriente Medio como la península del Sinaí, en Egipto. Y que podría tratarse de una eficaz aportación para la lucha contra el cambio climático que aprovecharía miles de viejos aviones olvidados en los hangares militares de medio mundo. Aunque sigue sin encontrar financiación para el proyecto, tiene claro que “la reforestación aérea es el camino a seguir”.
Lo mismo defiende Mark Hodges, un ingeniero ambiental que ideó un sistema para la recuperación de los manglares tras la destrucción causada en Luisiana, en la costa sur de Estados Unidos, por los huracanes Katrina y Rita, mediante el lanzamiento desde el aire de plantones en contenedores capaces de depositarlos bajo las aguas en la posición idónea para arraigar. Su proyecto fue recogido en un capítulo del Discovery Project Earth de Discovery Channel.
Por su parte, el movimiento Guerrila Gardening, que aboga por la práctica de la jardinería en zonas de las que no se tienen los derechos legales para hacerlo, como espacios públicos o terrenos agrícolas abandonados, ofrece una guía con un amplio abanico de ideas de proyectiles artesanales con los que reverdecer eriales. En este caso, se trata de bombas de semillas para ser lanzadas a mano. No hace falta disponer de una fuerza aérea para el bombardeo.