El invento, que se basa en un principio similar al de los tubos de rayos catódicos o rayos X con que funcionaban generaciones anteriores de televisores. Combina una pantalla de fósforo y nanotubos de carbono de pared simple y altamente purificados y cristalinos que funcionan como electrodos en una estructura de diodo. En este caso, la pantalla de fósforo, ubicada en una cavidad en el vacío, actúa como ánodo (electrodo negativo) y los nanotubos de carbono como cátodos (electrodos positivos).
El sistema podría generar unos 60 lúmenes por vatio. Un Led emite 100
El conjunto se ensambla por medio de un disolvente orgánico mezclado con un agente tensoactivo no iónico similar al jabón. "Es como un campo de filamentos de tungsteno reducido a proporciones microscópicas", explican los autores del descubrimiento en el artículo con que lo dieron a conocer en la revista Review of Scientific Instruments.
Los cátodos, cubiertos por la mezcla, fueron rascados con papel de lija. Sometidos a un fuerte campo eléctrico, emitieron haces intensos y apretados de electrones, un fenómeno denominado emisión de campo. La emisión lograda era “fuerte, estable y homogénea”, destacan los científicos japoneses. Hasta mil veces más potente que la de un cátodo incandescente como el filamento de una bombilla convencional.
Los electrones de esta corriente, lo suficientemente potente y fácilmente controlable, viajaron por el vacío hasta golpear en la pantalla de fósforo, optimizada con una cobertura de nanopartículas de óxido de estaño y zinc, que, como consecuencia, generó una luz plana, de baja potencia pero de ínfimo consumo energético.
Según Norihiro Shimoi, uno de los científicos de la Universidad de Tohoku que realizaron el exitoso experimento, una hora de funcionamiento de este dispositivo consume la irrisoria cifra de 0,1 vatios, cien veces menor que la de un Led, y “nuestro sencillo panel podría obtener una alta eficiencia de luminosidad, de 60 lúmenes por vatio, lo que supone un excelente potencial para un dispositivo de iluminación de bajo consumo de energía”. Para hacerse una idea de su potencial hay que señalar que un Led genera 100 lumen por vatio, y los OLED, o led orgánicos, unos 40.
Miles en un cabello humano
La resistencia de los nanotubos de carbono es tan baja que “muestran una pérdida de energía muchísimo menor que otros dispositivos de iluminación actuales”, lo que los convierte en idóneos para la producción de dispositivos de iluminación de bajo consumo y de fabricación en serie sencilla y barata.
Los nanotubos de carbono son estructuras tubulares con un diámetro del tamaño de un nanómetro (la milmillonésima parte de un metro) y fueron descubiertos en 1991 por el físico también japonés Sumio Lijima. “Son tan finos que miles de ellos podrían caber unos junto a otros en un cabello humano y requieren muy poca energía para apagarlos”, explica el experto estadounidense Max Shulaker, que trabaja en su uso en la informática.
Tienen inusitadas propiedades morfológicas, mecánicas y electrónicas que los hacen tremendamente eficientes para la transmisión de electricidad y les permiten aplicaciones como el almacenamiento de gases, refuerzo de materiales o el uso como soporte catalítico.
Según los expertos, son los más firmes candidatos a suceder al silicio para la fabricación de materiales semiconductores, tan necesarios para la industria electrónica. En 2013, investigadores de la universidad estadounidense de Stanford anunciaron que había diseñado el primer ordenador que opera íntegramente con transistores de nanotubos de carbono. El aparato, todavía muy básico, dotado con 178 transistores, fue capaz de realizar tareas como contar y ordenar números.
Los nanotubos tienen un diámetro de una milmillonésima fracción de un metro
Los autores del descubrimiento de la nueva tecnología para la iluminación, además de Shimoi los investigadores Daisuke Abe, Toshimasa Hojo, Yasumitsu Tanaka y Sharon Bahena-Garrido, concluyen en su informe que “el dispositivo de emisión plana con nanotubos de carbono de pared simple altamente purificados y cristalinos tiene el potencial de proporcionar un nuevo enfoque de la iluminación en nuestro estilo de vida”.
Hasta ahora este papel se concedía a los Led, cuyos primeros modelos surgieron en los años 60, pero sólo eran capaces de emitir luz de color rojo o verde. Les faltaba la azul, que permitiría, combinando los tres colores, emitir luz blanca. Eso no se logró hasta 1993 gracias al trabajo de Shuji Nakamura, uno de los premiados el año pasado con el Nobel de Física.
El sistema Led, que convierte la electricidad directamente en fotones en lugar de emplearla para calentar algún tipo de material que se ilumina al alcanzar altas temperaturas, como hacían las fuentes de iluminación anteriores, permite crear dispositivos de unas 100.000 horas de uso, frente a las 10.000 de los fluorescentes o las 1.000 de las bombillas de resistencia comercializadas (objeto en muchos casos de un diseño de obsolescencia programada). Ahora podría quedar rápidamente superado.