Cuando se la deja, la naturaleza se recupera por sí sola. Es lo que ha sucedido en Torredembarra (Tarragona), una localidad turística de 16.000 habitantes que en verano se convierten en más de 40.000. En la playa de la Paella, en pleno centro urbano, a apenas 30 metros del paseo marítimo plagado de restaurantes y chiringuitos y atiborrada de bañistas en verano, vuelve a haber dunas, en las que la vegetación autóctona retiene la fina arena dorada. Habían desaparecido hace más de medio siglo. Y una parte de las mismas se han regenerado espontáneamente en un ejemplo único en el mundo.
Esta playa urbana tarraconense es la primera del litoral español en recuperarlas. En estos momentos alberga dos conjuntos dunares. El primero se creó artificialmente en marzo de 2012 aprovechando arena recogida durante unos trabajos en el puerto deportivo local. El segundo se empezó a formar el año pasado de forma natural. Lo hicieron posible los fragmentos de la planta –que no alga– submarina Cymodocea nodosa y otros restos vegetales que las olas depositan sobre la orilla, que retienen la arena y acaban formando las dunas sobre las que posteriormente se establecen otras comunidades vegetales.
La regeneración espontánea es la única documentada hasta ahora en el mundo
"Hemos descubierto que, donde hay dunas, la playa gana terreno al mar, al revés de lo que sucede en la mayor parte del litoral", revela Ramón Ferré, naturalista de 49 años, miembro del Grupo de Estudio y Protección de los Ecosistemas Catalanes (GEPEC) y responsable del proyecto. "Cada mes estudiamos cómo evoluciona la anchura de la playa", algo que beneficia a la industria turística local, explica a EcoAvant.com.
Tras más de tres décadas de observación de la evolución de la playa y las dunas en el espacio natural de Els Muntanyans, al norte de la población, entre este municipio y el vecino de Creixell, el GEPEC consiguió convencer al ayuntamiento local de la conveniencia de recuperar este ecosistema en las playas urbanas. "De esta manera se pueden mantener en ellas miles de toneladas de arena que de otra manera acabarían tierra adentro, en las casas, en las calles o saturando las depuradoras", destaca el naturalista.
El primer campo de dunas urbano fue fruto del trabajo de 47 voluntarios, que conformaron con la arena aportada por el Ayuntamiento –300 metros cúbicos, previamente analizados para detectar cualquier posible elemento contaminante– hasta 116 montículos sobre una superficie de 1.800 metros cuadrados y plantaron sobre ellos 1.400 ejemplares de especies propias de este ecosistema tan amenazado, de las que un 70% han sobrevivido. Esta experiencia pionera de recuperación de dunas naturales en una playa urbana española contó con la financiación de la Fundación Biodiversidad, que aportó 3.000 euros.
Después de la tormenta
Los ecologistas pidieron entonces al gobierno local que les dejara llevar a cabo otro experimento: crear las condiciones para que un segundo campo de dunas se formara por sí solo, sin aportar arena ni plantar absolutamente nada. Sólo había que dejar de recoger los restos vegetales arrojados por las olas. Se delimitó para ello un espacio de unos 2.000 metros cuadrados. Y se esperó a que una fuerte tormenta de marzo llenara la playa de restos de Cymodocea nodosa, una de las únicas cinco especies submarinas del Mediterráneo que florecen.
En unos pocos meses empezaron a tomar forma las primeras dunas, y poco a poco se vieron colonizadas por la vegetación propia del ecosistema sin intervención humana alguna. Ahora viven sobre ellas 1.900 plantas de cuatro especies distintas, llegadas también por sus propios medios. Ferré afirma que, según los expertos de la Universidad de Barcelona, no se ha documentado un ejemplo similar en todo el mundo.
La mayor sorpresa llegó cuando en este segundo campo de dunas apareció un nido de chorlitejo patinegro (Charadrius alexandrinus), un ave amenazada de la que la mayor población peninsular, de unas 2.000 parejas, se halla en el Delta del Ebro, al sur de la provincia de Tarragona. Dos parejas de la especie se han establecido ya para intentar reproducirse en las playas de Torredembarra.
Los restos de la planta submarina 'Cymodocea nodosa' son los que retienen la arena
"El gran problema de este ave es que el lugar donde anida es el mismo en el que nosotros ponemos las toallas. Así que se están quedando sin playas", comenta Ferré. Contribuye a la escasa población de chorlitejos el que de cada 21 huevos solamente sobrevida un polluelo.
En el espacio natural de Els Muntanyans, también gestionado por la entidad conservacionista, las dunas prosperan en una playa natural de cinco kilómetros de longitud junto a la que se ha recuperado un pequeño humedal con cuatro lagunas salobres, el mejor conservado entre los deltas del Llobregat y el Ebro y convertido en lugar de reposo de gran número de aves acuáticas, entre ellas los flamencos. Algunas formaciones dunares alcanzan los cinco metros de altura. Un sistema de pasarelas de madera permite explorarlas sin deteriorarlas.
Porque, aunque parecen montones inertes de arena, las dunas están llenas de vida. Además de las plantas adaptadas a este entorno tan seco y salinizado, hay muchos animales que viven en o de ellas. A primera hora de la mañana pueden verse sobre las laderas de fina arena dorada un sinfín de huellas de insectos –como los escarabajos y las hormigas-león–, caracoles, reptiles –lagartijas y serpientes–, conejos, topillos y gran número de aves, como las bisbillas y los chorlitejos, así como también las de los perros cuyos incívicos propietarios hacen caso omiso de las señales que prohíben soltarlos en este espacio natural porque son una grave amenaza para sus habitantes. Incluso 12 especies de setas viven en los montones de arena.
Según advierte la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza, "los ecosistemas dunares cumplen un papel vital en la protección del litoral y prevención de los riesgos causados por la elevación del nivel del mar ante el cambio climático. Su recuperación y conservación permiten aumentar la resiliencia y adaptación de estos ecosistemas costeros al cambio climático y contribuyen a la fijación de nuestras playas, recursos esenciales para el turismo". En Torredembarra están en ello.
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