Cuando hablamos del cambio climático, y de qué podemos hacer cada uno para minimizar nuestras emisiones, uno de los caballos de batalla es el gasto energético en calefacción en invierno y en refrigeración en verano. En el norte de Europa, con inviernos muy severos que dejan las temperaturas muy por debajo de los cero grados centígrados, se concluyó hace ya años que parte de la solución a este problema pasaba por lograr viviendas que necesitaran menos climatización artificial.
Diversos estudios se concretaron en el modelo Passivhaus, que surgió en Alemania en 1988 de la mano de los profesores Bo Adamson de la Universidad de Lund (Suecia) y Wolfgang Feist, del Instituto de Vivienda y Medio Ambiente germano. La idea se basa en construir viviendas que consuman una energía mínima para calentarse o refrigerarse, aprovechando al máximo la radiación solar y cuidando mucho el aislamiento y las infiltraciones. En Alemania, estas casas reducen el consumo de calefacción hasta un 85% (comparado con una vivienda estándar). La clave de estos edificios está en que se pueden mantener calientes de forma “pasiva”, (sin aparatos eléctricos o de otro tipo), gracias al Sol, al aislamiento y al precalentamiento del aire para ventilar la casa.
Para conseguir el certificado Passivhaus, una vivienda tiene que cumplir los siguientes requisitos: un consumo de calefacción y de refrigeración menor de 15 kilovatios hora por metro cuadrado al año; una demanda de energía primaria (electrodomésticos, iluminación) por debajo de los 120 kilovatios por metro cuadrado al año; una temperatura interior mínima en invierno de 20 grados centígrados (26 grados en los países del sur de Europa en verano); y una estanqueidad que sea inferior a 0,6 renovaciones de aire por hora. La Plataforma de Edificación Passivhaus (PEP), con sede en Toledo, define en su página web cómo llegar al estándar.
Levantarlas en España tiene un sobrecoste de sólo un 5%, amortizable en cinco años
Se requiere un muy buen aislamiento térmico de paredes y cubierta. El grosor del mismo puede cambiar según la zona geográfica, pero tiene efectos positivos tanto en verano como en invierno, en climas cálidos y en climas fríos. Por ejemplo, en Barcelona hablaríamos de aislamientos para paredes, techos y suelo de 15/10/1 centímetros, respectivamente, mientras que en Murcia hablaríamos de 5/5/0 centímetros.
Asimismo, son precisas ventanas y puertas de altas prestaciones con doble o triple cristal, rellenas con un gas inerte, para evitar la pérdida de calor; también la ausencia de puentes térmicos, es decir, de zonas donde se pierde o se gana temperatura involuntariamente, como juntas o esquinas. Estos puntos deben cuidarse especialmente durante la construcción.
Otros requisitos son una la ventilación mecánica con recuperación del calor que generan las personas y los electrodomésticos para calentar la casa y la estanqueidad al aire, de manera que se intentan eliminar todas las corrientes mediante el aislamiento.
Hay dos inconvenientes que se suelen mencionar al hablar del estándar Passivhaus. Uno es el alto coste de construcción de estas viviendas debido a que se necesitan materiales de elevado aislamiento, triple ventana, etc; que a veces no están disponibles en todos los países. En el caso de España, este sobrecoste es sólo de un 5% del precio total de la casa, comparado con una vivienda normal (pero puede llegar al 10% en otros países) y se amortizaría en cinco años gracias a la reducción en el consumo energético.
El otro inconveniente está relacionado con el aislamiento. Construcciones tan herméticamente cerradas pueden provocar síndrome del edificio enfermo, es decir, afecciones en sus habitantes como mareos o jaquecas, provocadas por una mala ventilación o por gases y vapores de origen químico. La ventilación mecánica que las viviendas Passivhaus llevan incorporada debería solucionar este problema.
Un sector en auge
El estándar Passivhaus ha sido muy bien acogido por la Unión Europea (UE). En 2005 se inició el proyecto Passive-On financiado en parte por la UE, que buscaba extender el modelo pasivo a los países del sur de Europa, los cuales no sólo utilizan energía para calentar la casa, sino también en verano para refrigerarla. Como comenta la arquitecta y directora ejecutiva del Instituto Passivhaus en Estados Unidos, Katrin Klingenberg, “estás construyendo un termo, o sea que en algunos lugares el aislamiento empieza a trabajar en tu contra”.
En 2007, el proyecto Passive-On presentó sus conclusiones. En ellas se incluían ejemplos de construcciones pasivas en climas muy diferentes: Reino Unido, Italia, Francia, Portugal y España. En nuestro país se edificaron dos viviendas unifamiliares: una en Granada y otra en Sevilla. En ambas se hizo hincapié en la refrigeración (aunque en Granada también fue muy importante la calefacción) de forma que se probaron soluciones como orientar la fachada hacia el sur y acristalarla, o fomentar la ventilación natural a través de las escaleras. Una vez finalizado el proyecto y hechas las mediciones, la casa de Sevilla no conseguía cumplir el estándar Passivhaus (aunque reducía el consumo de energía normal en un 57%), mientras que la casa granadina sí que se ajustaba a éste, bajando el gasto nada menos que un 76%.
Hay más de 5.000 construcciones de este tipo en Europa y 15.000 en todo el mundo
La primera casa pasiva se construyó en Alemania en 1990, en Darmstadt-Kranichstein, en el oeste del país, a unos 30 kilómetros al sur de Frankfurt. Sin embargo, el Passivhaus Institut no se fundaría hasta 1996. A partir de aquí, el modelo no ha hecho más que ganar popularidad. Las primeras casas pasivas europeas se empezaron a edificar bajo el paraguas del proyecto CEPHEUS de la UE a finales de los 90, y en 2002 Alemania levantaba un complejo de oficinas que se convertiría en el inmueble más grande del mundo con certificación Passivhaus. Actualmente, se calcula que hay más de 5.000 viviendas pasivas en Europa y unas 15.000 en todo el mundo (datos de 2008), además de una región en Austria, Vorarlberg, que obliga a construir todos sus edificios públicos según el estándar pasivo.
Esta nueva forma de construir ya se puede considerar un sector en auge y en movimiento, no sólo en el norte de Europa, sino también en el sur. El Instituto Passive House celebró su conferencia anual en abril y en ella se presentaron nuevos edificios certificados en Grecia y en Turquía que demuestran que el modelo pasivo puede ser muy útil también en climas cálidos. La representación española vino de la mano del pueblo riojano de Villamediana de Iregua, que ha construido la primera biblioteca pública del mundo que sigue las normas Passivhaus. Por otro lado, entre los días 24 y 26 de junio, la Plataforma de Edificación Passivhaus organiza una jornada de puertas abiertas en algunas de las casas pasivas españolas para que la gente pueda ver que en verano el estándar también funciona. Se podrán visitar dos viviendas en Asturias, una en Madrid, una en Cataluña y una en Andalucía.
La arquitecta Katrin Klingenberg resume la atmósfera que se respira en el sector: “Estamos definitivamente en una fase de crecimiento exponencial”, y añade: “Es tan rápido que da un poco de miedo”. Lo cierto es que con el firme respaldo de la UE y los compromisos tomados en la pasada cumbre del clima, a las casas pasivas les espera un futuro muy prometedor.
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