Si el consumismo desbocado es el gran enemigo del medio ambiente, el Black Friday es uno de los peores días del año para el planeta. Un año más, y siguiendo un nuevo dictado de las grandes marcas a nivel mundial que dio sus primeros pasos, como suele ser habitual, en Estados Unidos antes de exportarse al resto del globo, millones de consumidores se abalanzarán mañana sobre los comercios en busca de supuestas rebajas irrechazables, o pondrán al rojo vivo sus dispositivos electrónicos para pedir que los objetos adquiridos les sean entregados en casa.
El periodista y divulgador ambiental José Luis Gallego lo ha definido así: “el Black Friday es un gigantesco montaje del sector del gran consumo para colocarnos sus stocks a costa, entre otras cosas, del medio ambiente. Porque el tsunami de residuos va a ser tan espectacular que va a colapsar los sistemas de recogida selectiva, porque el aumento de emisiones contaminantes (las empresas de mensajería que despachan los pedidos de internet no van a dar abasto) va a agravar todavía más los índices de contaminación atmosférica y el recalentamiento de la atmósfera”.
La tradición estadounidense parece estar cuajando en España: el Viernes Negro del año pasado las ventas aumentaron un 447% respecto a un día cualquiera, y 68% de los españoles afirma en las encuestas que mañana que comprará algo. El gasto medio será de entre 50 y 160 euros por persona. El comercio electrónico moverá en España en una sola jornada 1.560 millones de euros, un 10% más que el año pasado, según la Asociación Española de la Economía Digital, que eleva la cifra de gasto per cápita a más de 250 euros.
Un 68% de los ciudadanos afirma que mañana se gastará entre 50 y 160 euros
El Viernes Negro recibió dicho nombre por los problemas de congestión de tráfico que ocasionaba en la ciudad norteamericana de Filadelfia, y coincide habitualmente con el último viernes de noviembre, que en Estados Unidos es la jornada siguiente a la del tradicional Día de Acción de Gracias, por lo que actúa como el pistoletazo de salida de la campaña comercial navideña, por si acaso ésta no resultara ya lo suficientemente larga. Frente a esta nueva estrategia de marketing, en varias decenas de países se ha alzado el movimiento Buy nothing day, el 'día de no comprar nada', y en España Greenpeace he convocado por segundo año diversos actos y talleres para aprender a aprovechar al máximo los recursos bajo un lema que propone que ese día, No compres. Haz.
En los últimos años, las tremendas colas ante las tiendas se van viendo sustituidas por las compras a través de internet, lo que empeora el impacto ambiental de esta fiesta del comprar por comprar más irreflexivo. La Administración estadounidense ya ha intentado cuantificarlo: en 2016, el transporte de mercancías superó por primera vez a la producción de energía como principal fuente de emisiones de cambio climático. Y casi la cuarta parte de las emisiones del transporte proviene de los camiones de mediano y gran tamaño, según la edición del pasado junio del Monthly Energy Review (informe mensual oficial de estadísticas energéticas).
Hasta la llegada del comercio electrónico, estos vehículos realizaban predominantemente recorridos fijos entre los centros de producción y distribución y los comercios finales, donde dejaban toda la carga. Ahora, el reparto a la carta a domicilio ha multiplicado los desplazamientos de los camiones y furgonetas de reparto, que tienen que prolongar sus viajes hasta zonas residenciales de toda la ciudad efectuando un desplazamiento por paquete (a menudo desplazándose con media carga, o semivacíos) cuyos efectos contaminantes son mayores que los que generaban los consumidores acudiendo al comercio más cercano a sus domicilios andando, en transporte público o, en el peor de los casos, en un vehículo privado menos contaminante que un camión.
Enormes necesidades logísticas
Un estudio de hace un par de años de Deloitte Consulting, titulado ¿Afectan los comportamientos de compra a la sostenibilidad? de hace un par de años concluyó que la compra física tiene un impacto de un 7% menor al de la compra por internet, medido en términos de huella de carbono, debido a la enorme necesidad de logística del comercio electrónico, su mayor cantidad de transporte y embalajes, y el elevado consumo energético de los servidores.
Además, todo ello aumenta el volumen de residuos: los embalajes para pedidos en línea (cajas de cartón corrugado, envoltorios de burbujas) tienen un superior impacto ambiental que las bolsas de plástico o papel que los consumidores se traen de las tiendas. Y para empeorar las cosas, el volumen de devoluciones en el comercio electrónico, que generan un todavía mayor tráfico de vehículos, es muy superior al de la compra física: el 33% de los artículos adquiridos en línea se devuelve, frente a solamente el 7% en el caso de los adquiridos de forma presencial ante un dependiente, pudiendo ver y hasta tocar el producto antes de decidirse por él.
Un 33% de las ventas 'online' se devuelven, frente al 7% en la compra presencial
El principal beneficiario de este auge del comercio electrónico es el gigante de la distribución Amazon. De cada dólar que se gasta en Internet en Estados Unidos, 44 centavos van a parar a sus cuentas, y se prevé que en 2021 la cifra alcance el 50%. Sus dimensiones empiezan a ser colosales: 136 millones de dólares en ingresos (117 millones de euros), más de 300 millones de cuentas de clientes activas y una plantilla de unos 566.000 empleados a finales del año pasado (50.000 de ellos en Europa). Las acciones de la empresa han subido más de un 56.000% desde que salió por primera vez a bolsa en 1997.
Sin embargo, además de hacerle un flaco favor a la sostenibilidad, tampoco se trata de un modelo que conlleve por lo menos ejemplares beneficios sociales: mientras en 2017 la fortuna de su fundador, Jeff Bezos alcanzaba los 35.100 millones de dólares (30.248 millones de euros), el empleado medio de la empresa ingresaba unos magros 28.446 (24.500 euros) al año, según los datos de la revista estadounidense Fast Company. Es decir, el jefe máximo gana 1,2 millones de veces más que su empleado medio.
Esta y la mayoría de las demás grandes empresas de distribución online progresan en gran medida gracias a decenas de miles de trabajadores temporales o falsos autónomos que sufren pésimas condiciones laborales. En España, donde Amazon tiene ocho centros en funcionamiento y otros tres en construcción, el pasado mes de marzo, el 98% de los trabajadores del centro logístico de San Fernando de Henares (Madrid), el más grande del país hasta que se ponga en funcionamiento el nuevo centro en Illescas (Toledo), secundó una huelga en demanda de mejores empleos.
Ante la falta de acuerdo, la plantilla del centro, formada por 1.100 empleados fijos y alrededor de 900 temporales, ha convocado ocho nuevas jornadas de huelga que arrancarán el próximo 23 y 24 de noviembre, durante la campaña del Black Friday. Contaminación y explotación lo convierten en un día ciertamente negro para el único planeta donde podemos vivir.
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