El Aleksei Kosygin podría parecer un petrolero más, pero no lo es. En su profundo vientre han viajado más de 600.000 barriles de crudo que ha sido extraído en una mina a cielo abierto en Canadá. Procede de las arenas bituminosas, un tipo de petróleo, según Ecologistas en Acción, “más sucio, mucho más contaminante y con unos riesgos ambientales y sociales muy superiores a los de tipo convencional”.
El buque partió de Freeport (Texas, Estados Unidos) el 14 de mayo y llegó a Bilbao el pasado día 29. Su destino es la refinería de Muskiz, donde la empresa Repsol pretende someter a examen sus instalaciones y verificar si están preparadas para recibir nuevas remesas de esta materia prima extra pesada, que requiere tratamientos especiales para su refinamiento.
Los compuestos químicos utilizados contaminan los ríos y causan enfermedades
Es el primer cargamento de estas dimensiones que llega a Europa, pero el desembarco de las oleosas arenas no ha hecho más que empezar. Según un informe del Natural Resources Defense Council (NRDC), uno de los grupos de acción ambiental más activos de Estados Unidos, las importaciones podrían pasar de los 4.000 barriles diarios que llegaron al mercado español en 2012 a los 700.000 en 2020. Miembros de Ecologistas en Acción-Ekolgistak Martxan y la Coordinadora Anti Coke, se concentraron a las puertas de la refinería vasca para mostrar su rechazo y denunciar que nos encontramos ante “el comienzo de la era de los petróleos supercontaminantes”.
La minería a cielo abierto de las arenas bituminosas en la provincia de Alberta, en Canadá, comparte el triste honor de ser una de las huellas humanas visible desde el espacio, al igual que la Gran Muralla china o los invernaderos de plástico de Almería.
La dolorosa cicatriz, con bolsas de residuos tóxicos que ocupan cada vez más terreno de lo que un día fueron bosques, no ha dejado de crecer en los últimos años. Y lo peor es que seguirá haciéndolo. Según las previsiones de sus promotores, la producción de este combustible fósil pasará de los actuales 2,2 millones de barriles diarios a los 3,7 millones en 2025.
Las arenas bituminosas son una materia espesa, negra y viscosa compuesta de arena, arcilla, agua y bitumen (una especie de alquitrán) que es necesario calentar o mezclar con hidrocarburos tóxicos más ligeros para poder transportarlas a través de un oleoducto.
Integran el grupo de los denominados petróleos no convencionales, junto al petróleo de esquisto (el que se busca mediante el polémico fracking) o los de aguas profundas. Sus métodos de extracción son diferentes a los habituales, al tratarse de reservas de difícil acceso. “Son combustibles generalmente de peor calidad, peor rendimiento energético y mayor impacto ambiental”, asegura Samuel Martín-Sosa Rodríguez, de Ecologistas en Acción.
Enorme cantidad de energía
En el caso de las arenas bituminosas, los daños causados en los lugares de extracción son enormes. Para acceder a los yacimientos de Alberta, la provincia donde se concentran los mayores depósitos, hay que abrir largas canteras a cielo abierto, talando extensos bosques maduros y acabando con su potencial como sumidero de carbono.
En el proceso se emplean grandes cantidades de agua dulce –cuatro barriles por cada uno de petróleo– y gases naturales para separar el crudo de las demás sustancias con las que está mezclado. Los compuestos químicos utilizados contaminan los ríos y producen enfermedades como asma o cáncer. “Tras agotarse las reservas, lo que quedan son enormes extensiones de lagos tóxicos, que seguirán durante décadas filtrando contaminantes al agua y el suelo”, asegura Martín-Sosa.
La construcción de oleoductos para transportar el crudo hasta la costa amenaza asimismo a varios pueblos indígenas originarios en Estados Unidos y Canadá y los riesgos en caso de vertido durante su transporte, bien sea por tierra o por mar, pueden resultar mucho más destructivos que los causados por crudos más ligeros.
Canadá pasaría a convertirse en la tercera potencia petrolera mundial
Pero el mayor impacto es el climático. Extraer, procesar y transportar este combustible requiere de una enorme cantidad de energía. Según un estudio de la Comisión Europea, la combustión de petróleo procedente de arenas bituminosas produce un 23% más de emisiones de CO2 que la del petróleo convencional. La entrada masiva de este tipo de crudo haría inviable el compromiso establecido en la Directiva de Calidad de los Combustibles (DCC), de lograr que el carburante consumido en 2020 tenga un 6% menos de emisiones de media que el consumido en 2010.
El asunto está en el centro de los tratados comerciales que la Unión Europea negocia en la actualidad con Canadá y Estados Unidos (CETA y TTIP, por sus siglas en inglés). Pero no parece casual que, de forma paralela, el presidente de la Comisión Europea, Jose Manuel Durão Barroso anunciara el pasado mes de enero que la DCC no se prolongará más allá de 2020.
Los enormes yacimientos de arenas bituminosas en Alberta pueden convertir a Canadá en la tercera potencia petrolera mundial, tras Arabia Saudí y Venezuela, y la primera en explotar a gran escala este tipo de crudo. En el informe del NRDC se explica que Europa es el mercado prioritario al que aspiran las petroleras canadienses para dar salida a sus reservas, ya que el de Estados Unidos se encuentra saturado y allí existe una gran contestación social.
El estudio revela además que una de las petroleras que más se lucrará con la llegada masiva de este carburante al viejo continente es Repsol. Suyas son tres de las cinco refinerías de la Unión Europea (Cartagena, Bilbao y Castellón) capaces de procesar estos crudos pesados. La mayor parte de todo el petróleo en bruto que llegará para ser refinado a la UE, casi el 80%, pasaría por ellas.
Desde Ecologistas en Acción advierten de que si las previsiones del NRDC se cumplen, “la UE se adentraría en una era supercontaminante por medio de hidrocarburos no convencionales de gran impacto, como los de las arenas bituminosas, el fracking y las prospecciones marinas” y piden a los estados miembros y al Parlamento Europeo que no ratifiquen la eliminación de la DCC.