Las informaciones sobre los programas de reproducción y reintroducción en la naturaleza del lince ibérico (Lynx pardinus) suelen referirse a esta especie como "el felino más amenazado del mundo". Catalogado como “en peligro crítico de extinción” en la lista roja de la Unión Internacional de Conservación de la Naturaleza (UICN), su población en libertad dispersa en dos distintas poblaciones por algunas cordilleras del sur de España y Portugal se estima en unos 300 ejemplares. Supone una cierta mejora, pues a principios de siglo eran apenas 200, y se debe a los costosos planes de cría en cautividad financiados por los programas europeos Life+.
Pero, pese a la complicada situación del lince, los hay que están peor. En los remotos confines del Asia Nororiental, en las frías tierras de Siberia, Mongolia, Manchuria y Corea del Norte, habita el leopardo del Amur (Pantera pardus orientalis), un hermoso, esquivo y solitario depredador de sedoso pelaje manchado del que las estimaciones más optimistas creen que pueden quedar unos 50 ejemplares en libertad. Muy pocos seres humanos pueden decir que han visto uno. Hay científicos que se pasan meses y años en la región del Amur (un río de 4.500 kilómetros que define la mayor parte de la frontera chino-rusa) sin conseguirlo.
En la misma zona, y sufriendo los mismos peligros, habita el enorme tigre del Amur
Precisamente su hermosa piel moteada, perfecta para camuflarse en su ecosistema y para protegerlo de su riguroso clima, ha sido su perdición. Los cazadores de la zona lo persiguen con ahínco porque un pellejo de leopardo puede llegar a pagarse a entre 500 y 1.000 dólares estadounidenses (entre 400 y 800 euros), como constataron activistas medioambientales en el pueblo siberiano de Barabash. Además de la caza directa del leopardo, la presión humana sobre su cada vez más fragmentado hábitat y sus presas (ciervos sica, corzos, liebres) es la principal causa de su angustioso declive.
En la misma zona, y sufriendo los mismos peligros, habita el enorme tigre del Amur (Panthera tigris altaica), de hasta 300 kilos de peso, del que se calcula que, con suerte, sobreviven en la Naturaleza unos 300 animales. En los años 40 llegaron a quedar tan sólo 40 ejemplares. La subespecie empezó a salir del agujero cuando el gobierno ruso se convirtió en el primero del mundo en decretar al tigre como especie protegida.
También el leopardo del Amur ha experimentado una modesta pero significativa recuperación. En 2013, fue distinguida por el Fondo Mundial de la Naturaleza (WWF) como una de las especies en peligro de extinción que habían aumentado considerablemente su población y con ello sus posibilidades de sobrevivir. Porque también él había estado mucho peor, ya al límite: entre 2008 y 2013, el número de ejemplares aumentó en cerca de un 50%.
Caza furtiva
La creación por Rusia en 2012 de un santuario en forma de parque nacional de más de 1.000 kilómetros cuadrados que abarca casi el 60% del hábitat del felino, una petición histórica del WWF desde 2001, ha contribuido a ello. Al nacimiento del Parque Nacional Tierra del Leopardo, en la región de Primorie, se sumó a la aprobación en 2013 de una ley más efectiva contra la caza furtiva.
“Hasta ahora era muy difícil perseguir legalmente el furtivismo. No podíamos castigar a quienes no habían matado a un tigre o un leopardo pero estaban vendiendo su piel o los huesos (muy apreciados como supuestos remedios o afrodisíacos en China). Ahora todo el mundo que tenga una piel en su casa será castigado”, destaca Yury Darman, director de la delegación en la región del WWF. Obviamente, el leopardo del Amur está incluido en el Apéndice I del CITES (Convenio Internacional sobre Especies Amenazadas), que prohíbe todo comercio relacionado con la especie.
Un parque nacional ruso de 1.000 km2 en Primorie protege ahora a ambas especies
El parque agrupa los territorios de los antiguos Refugio Federal de Fauna de Barsovy, Refugio Regional de Fauna de la meseta Borisovkoe y Reserva de Kedrovya Pad. Los expertos destacan ahora la necesidad de crear un parque nacional transfronterizo entre Rusia y China que pueda albergar en el futuro una población de 70 a 100 leopardos del Amur.
Parece que la presión ecologista sobre el Gobierno de Vladimir Putin, un empedernido cazador, va dando sus frutos: en 2007, el WWF y otros conservacionistas lograron el desvío de un oleoducto que debía atravesar las tierras del leopardo. También se va consiguiendo luchar contra la tala ilegal de sus bosques por medio del impulso de proyectos madereros sostenibles certificados.
Junto al leopardo del Amur, los desconocidos leopardo persa (Panthera pardus saxicolor), una subespecie que habita en el Cáucaso e Irán, con un millar de ejemplares; león asiático (Panthera leo persica), la única subespecie que queda fuera de África, del que quedan unos 400 animales en el bosque de Gir (al noroeste de la India); el tigre del Sur de China (Panthera tigris amoyensis), del que podrían quedar menos de 30 ejemplares, el guepardo del Sahara (Acinonyx jubatus hecki), con apenas 250 supervivientes estimados, o el guepardo asiático (Acinonyx jubatus venaticus), del que hay menos de un centenar en Irán, son algunos de los felinos más raros y amenazados del planeta.