La búsqueda por ampliar espacios verdes en las grandes urbes es incesante. A los techos verdes y los jardines verticales, que conquistan los edificios de ciudades como Copenhague (Dinamarca), Toronto (Canadá) y París (Francia), se suma un particular cíborg: mitad planta y mitad máquina. Se llama Hortum Machina, B y ha sido creado por el Interactive Architecture Lab (IAL), de la University College de Londres, en Reino Unido.
Su diseño se inspira en los del arquitecto estadounidense Buckminster Fuller
Hortum Machina, B consiste en un jardín repartido en 12 módulos ubicados dentro de una gran esfera geodésica, de tres metros de altura, compuesta por estructuras tubulares unidas entre sí. Su diseño se inspira en los del arquitecto estadounidense Richard Buckminster Fuller, de ahí la B. Buckminster es considerado el inventor de las cúpulas geodésicas y ostenta su patente desde 1954. Uno de sus trabajos más conocido es el de la cúpula que construyó en 1967 en la Exposición Universal de Montreal, de 76 metros de diámetro y 41,5 metros de altura.
¿Cómo funciona el jardín rotatorio? Las plantas carecen de un sistema nervioso, pero al igual que los animales, utilizan la electricidad para transmitir señales, lo que equivale a una inteligencia primitiva. Los investigadores del IAL han dado voz a las plantas midiendo sus señales mediante una red de electrodos y haciéndolas legibles para un sistema electrónico llamado Green Law, que funciona como enlace con los mecanismos que mueven y orientan la esfera geodésica.
“Las plantas utilizan la electricidad para trasmitir señales al igual que lo hacen todos los seres vivos, y nuestro objetivo consiste en aprovechar ese fenómeno llamado electrofisiología, para conseguir que sean autosuficientes, transformarlas en parte de nuestra sociedad y dotarlas de la capacidad de interactuar y caminar con nosotros”, explican los responsables del proyecto William Victor Camilleri y Danilo Sampaio, quienes sitúan al híbrido entre un ser vivo y una máquina en un futuro próximo con coches sin conductor, vehículos voladores autónomos y otras formas de robótica inteligente.
Las plantas detectan las condiciones ambientales (luz, vibraciones, temperatura, humedad) y, por ejemplo, si las que están situadas en la parte inferior necesitan luz directa, la estructura se mueve. O si las de arriba requieren sombra o los niveles de contaminación atmosférica son altos. La máquina se alimenta de un panel solar y también tiene un sistema de drenaje automático.
Los investigadores han dado voz a las plantas haciendo legibles sus señales
Todas las plantas que forman el híbrido son nativas de Londres, especies cada vez más amenazadas por plantas exóticas invasoras. El invento viajará por tierra desconocida y hostil: el asfalto de la capital del Reino Unido. En el futuro se espera que este jardín autónomo sirva también para producir semillas y sembrarlas en los lugares más favorables para su crecimiento.
El Hortum Machina, B forma parte del proyecto reEarth, que estudia el comportamiento y la interacción de los objetos, el medio ambiente y los habitantes. “Sentimos la necesidad de que las plantas estén integradas en los edificios hasta el punto de que la gente piense en ellas como sistemas vivos reales”, detallan Camilleri y Sampaio, para quienes “las plantas deben convertirse en parte de nuestra sociedad, así como autosuficientes”.