El informe Patrimonio de la Humanidad y turismo en un clima cambiante se publicó en mayo y ha sido impulsado por la Unesco, el Programa de Medio ambiente de las Naciones Unidas y la Unión de Científicos Preocupados. La investigación se ha centrado en 31 lugares en 29 países que ya han sufrido algunos efectos del cambio climático, entre ellos la isla de Pascua (Chile), el Parque Nacional de Yellowstone (Estados Unidos) o la ciudad de Venecia (Italia). Adam Markham, director adjunto para Clima y Energía en la Unión de Científicos Preocupados y autor principal del estudio, opina que “es un reto muy duro, pero si reconocemos la escala del problema, y no creo que mucha gente entienda cómo de grande es o lo rápido que llegan los cambios, entonces creo que hay mucho que podemos hacer”.
No habrá recursos para salvar todos los lugares declarados Patrimonio de la Humanidad
El informe se ha confeccionado a partir de evaluaciones de los lugares Patrimonio de la Humanidad, informes técnicos, datos aportados por expertos locales y otra literatura científica. Su objetivo ha sido entender cómo afectará el cambio climático a los lugares distinguidos por la Unesco como herencia universal y cómo interactuará y amplificará otros riesgos como la urbanización, la polución, la extracción de recursos naturales y el turismo. Se han examinado doce lugares Patrimonio de la Humanidad de los más de mil que forman la lista, repartidos entre África, Asia y el Pacífico, América del Norte, América del Sur y Europa. Demostrando la importancia de este informe, Australia pidió no formar parte del estudio, ya que considera que podría dañar su sector turístico.
El informe advierte que el turismo mal gestionado ya está afectando gravemente a estos monumentos y espacios naturales, además de recordar que el sector contribuye en un 5% al total global de emisiones de carbono responsables del calentamiento global, cifra que se duplicará en los próximos 25 años. Adam Markham advierte de que no se dispone de los suficientes recursos para preservar todos estos sitios. “¿Podemos salvar cada faro en un acantilado que se erosiona? Probablemente no. Cada país va a tener que tomar decisiones muy duras”.
También se han incluido una serie de recomendaciones dirigidas a los estados, al sector turístico y a los directores de los lugares Patrimonio de la Humanidad. El informe hace hincapié en la necesidad de implementar las políticas ya existentes para la protección de estos monumentos, además de recordar la necesidad de que estos lugares dispongan de la financiación adecuada. También defiende la importancia de proteger los bosques y zonas costeras incluidas en la lista, ya que funcionan como barreras frente a tormentas e inundaciones y ayudan a absorber las emisiones de carbono.
Finalmente, el documento reclama políticas de concienciación en los mismos monumentos debido a que, cuando están en el sitio, es más probable que los turistas entiendan y asimilen mejor las amenazas que acechan a lo que están viendo. Todo esto impulsando la igualdad de género y escuchando a la población local, que puede ayudar en gran medida a la creación e implementación de políticas de protección.
Moho, podredumbre e insectos
Algunos de los efectos del cambio climático que destaca el estudio son muy conocidos, como las inundaciones y la subida del nivel del mar, pero hay otros que no lo son tanto. Episodios meteorológicos extremos como tormentas o vientos fuertes pueden afectar a los monumentos, pero también la erosión o los cambios en la humedad del suelo. Fluctuaciones del clima dentro de los mismos edificios podrían causar moho, podredumbre o infestaciones de insectos. En concreto, el estudio prevé problemas de este tipo en edificios de Venecia, en la neoyorquina Estatua de la Libertad o en las Grutas de Elefanta en la India, entre otros. Los arrecifes coralinos serán los más afectados. Incluso si las emisiones se redujeran al mínimo, en 2030 el 70% de los corales de todo el mundo se habrán degradado. El informe revela además, que, para “preservar más del 10% de los corales, la temperatura no debería subir más de 1,5 grados y para conservar el 50% no debería pasar de 1,2”.
En un artículo publicado en junio por la Escuela de Estudios Medioambientales y Forestales de la Universidad de Yale (Estados Unidos) titulado ¿Cómo sería una subida global de temperaturas de 1,5 grados? se defiende la necesidad de considerar los efectos que tendría a escala global este incremento térmico ya que el acuerdo en la Cumbre del Clima París de diciembre llamó a los países a que mantuvieran las emisiones de CO2 suficientemente bajas para que las temperaturas medias del planeta no rebasaran esta cifra.
Para ello, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de la ONU ha encargado un análisis de las implicaciones de una subida de 1,5 grados en la temperatura global. Son muchos los estudios que habían abordado los efectos de aumentos de 2 grados o más, pero nunca se había considerado hasta ahora que se pudieran reducir las emisiones lo suficientemente pronto para no llegar a tanto. Después de la cumbre de París parece haber razones para el optimismo. El proyecto HAPPI, impulsado por la Universidad de Oxford (Reino Unido), es el encargado de buscar respuestas a estas preguntas.
Si la temperatura media sube más de 2 grados, el nivel del mar podría elevarse 2,7 metros
Varias investigaciones han tratado de contestarlas. Por ejemplo, un estudio del año pasado defiende que el riesgo de que haya días de calor inusual se ha multiplicado por cinco, se duplicará otra vez cuando lleguemos a los 1,5 grados de aumento medio y lo hará otra vez si se alcanzan los 2 grados. Las sequías se incrementarán de la misma forma, lo cual podría hacer inviables buena parte de las cosechas en África y afectar gravemente áreas como el Mediterráneo, Centroamérica y la cuenca del Amazonas. Según otros autores, el nivel del mar también se vería afectado, pasando de una elevación de 1,5 metros con 1,5 grados más, a unos peligrosos 2,7 metros si se llega a los 2 grados.Algunos de los problemas adicionales a los que se enfrentarán los investigadores serán la dificultad de medir la correlación exacta entre emisiones de carbono y subida de temperatura, y la posibilidad muy real de que no será hasta después de muchos años de la adopción de las medidas cuándo podremos saber si los esfuerzos en la reducción de las emisiones han dado sus frutos. Pero, dadas las circunstancias, no hay alternativa: lo único que puede hacer la humanidad es seguir intentándolo.