El Titicaca, el lago navegable más alto del mundo y uno de los 20 mayores del planeta, era conocido desde tiempos inmemoriales por la pureza de sus aguas, provenientes de algunos de los picos más elevados de la cordillera andina. Hoy ya no puede presumir de ello. Aguas residuales, desechos sólidos de todo tipo y restos de la explotación minera son vertidos o arrastrados por los ríos a su cubeta de más de 8.500 metros cuadrados de superficie, repartidos entre Perú (56% del total) y Bolivia (44% restante).
“Ya no hay agua limpia, las vertientes se secaron, no sabemos si los peces migraron o murieron, sólo desaparecieron. Los mismos totorales (extensiones de totora, un tipo de junco empleado tradicionalmente para fabricar embarcaciones e islas flotantes en el lago) ya no son igual que antes y han comenzado a desaparecer”, señaló Horacio Yujra, uno de los pobladores de la isla Pariti que acudieron recientemente a la sede del Gobierno boliviano para pedir que se adopten medidas.
En esta zona, a más de 3.800 metros de altitud sobre el nivel del mar, la contaminación por productos químicos causada por empresas mineras o curtidoras no sólo está acabando con la pesca, sino que también está dejando sin agua potable a la población y a su ganado, principalmente vacuno, que sufren de dolencias intestinales debido al consumo de líquido contaminado que tan sólo se hierve en las casas como medida para combatir posibles intoxicaciones.
La población y el ganado se están quedando sin agua potable por la polución
“En las riberas de Puerto Pérez, el ganado muere, no crece, no produce leche y cerca de las islas teníamos criaderos de truchas, donde todos los peces han muerto, generando pérdidas enormes, ya no tenemos futuro”, expresó a la prensa local el residente Pedro Quispe. Los pescadores denuncian desde hace años la paulatina desaparición del karachi, el ispi y otras especies de peces nativos, pero también de los introducidos, como el pejerrey o la trucha (que contribuyeron a acabar con los primeros al depredarlos). A los autóctonos humanto y boga ya se los da por extinguidos.
Un estudio de la Liga para la Defensa del Medio Ambiente (Lidema) sobre el sector boliviano del lago, especialmente en el llamado lago Menor o de Huiñamarca, la parte situada al sur del estrecho de Tiquina, denunciaba ya hace años la “megacontaminación de la bahía de Cohana”, y en general de todo el lago Menor, que afectaba gravemente a unas 5.000 familias.
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) constató en 2012 que esta zona, junto con la peruana de Puno, la mayor urbe del lago con una población estimada de unas 150.000 personas, eran las áreas más contaminadas del Titicaca, un recurso de vital importancia para Bolivia desde que este país perdió su acceso al mar en la Guerra del Pacífico (1879-83) a manos de Chile.
En 2010, el anterior informe de la Lidema ya advertía de que “existen factores que propician la expansión de la contaminación a zonas interiores del lago Menor. Al momento, la contaminación está en franco avance hacia el interior del lago, afectando las islas de Pariti y Suriqui, amenazando bahías alejadas como Huacullani, Taraco y Puerto Pérez”. Cuatro años después, ya ha llegado a esos lugares.
Primera planta piloto
“Se han producido cambios en la vegetación, con la proliferación masiva de algas y algunas hidrófitas, como la lenteja de agua (Lemna sp.) o el berro (Hydrocotyle sp.), y la progresiva debilitación y reducción de los totorales por la contaminación y sobre extracción para forrajes del ganado vacuno. Además, la mayoría de especies de peces han desaparecido. Se observa que sólo prosperan aves y artrópodos (insectos y crustáceos) generalistas y con alta resistencia a medios contaminados”, señalaba el informe, en su versión actualizada hasta el año pasado. Desde entonces, y ante la falta de adopción de medidas, el problema no ha dejado de extenderse a nuevas partes del lago.
La causa esencial del problema en el extremo sur del Titicaca es la contaminación arrastrada por el río Katari; la generada por la inmensa aglomeración humana de El Alto, situada por encima de La Paz, la principal ciudad boliviana, cuyo aeropuerto internacional acoge. Se halla a unos 120 kilómetros de la orilla sur del lago.
El Alto, que nació como un suburbio pobre paceño a 4.070 metros de altitud (es una de las ciudades más altas del planeta) es hoy un municipio independiente con casi un millón de habitantes (y no dejan de aumentar a un ritmo frenético) que viven en condiciones de extrema pobreza y carecen de alcantarillado y mucho menos de plantas de tratamiento de aguas residuales. Por ello, la mayor parte de sus residuos acaban en el río, al igual que lo hacen los de las poblaciones ribereñas del lago, como Copacabana y Tiquina.
La principal fuente de contaminación del extremo sur es el municipio de El Alto
En el lado peruano, del que proviene el 80% del agua que llega al Titicaca, los problemas no son menores, aunque la mucho mayor extensión del lago Mayor, o Chucuito, hace que la concentración de contaminantes sea por ahora, salvo en puntos concretos, algo menor que en el sur.
En breve se instalará en Puno, el principal puerto del Titicaca, la primera planta piloto itinerante de tratamiento de aguas residuales. En mayo, dos expertos en gestión de lagos transfronterizos procedentes de Estados Unidos y Canadá evaluaron los problemas del lago en el sector peruano, muy afectado por los subproductos tóxicos generados por la minería del oro y los residuos industriales y domésticos que se vierten si ningún tipo de control.
La Autoridad Binacional del lago Titicaca, creada por Perú y Bolivia para gestionar conjuntamente los recursos hídricos y biológicos de este entorno para el que desde 2005 se pide el reconocimiento como Patrimonio de la Humanidad, se ha mostrado impotente para frenar su degradación ambiental e implementar medidas eficaces de saneamiento y para combatir la eutrofización y el agotamiento de la pesca.
El Banco Mundial ha financiado diversos proyectos pero sus resultados son escasos y no consiguen ni siquiera frenar el avance galopante de la polución y los efectos del calentamiento global, el acelerado crecimiento demográfico y la urbanización descontrolada y la sobrepesca que están poniendo en peligro una de las mayores joyas naturales del planeta, teóricamente protegida parcialmente en Perú por la Reserva Nacional del Titicaca, de 36.180 hectáreas, donde habitan la única y amenazada rana gigante del Titicaca (Telmatobius culeus) y otras valiosas especies, pero también a la población humana que depende de esta mar interior desde el que, según la leyenda, Manco Cápac y Mama Ocllo partieron de la isla del Sol para fundar la civilización inca.
Comentarios