Los violentos conflictos bélicos que sacuden periódicamente el este de la República Democrática del Congo (los que han causado más víctimas en el planeta tras el fin de la Segunda Guerra Mundial) tienen una relación directa con el auge mundial de la telefonía móvil. Las diversas facciones armadas luchan por controlar, entre otros recursos minerales, los yacimientos de una materia prima llamada coltán (abreviatura de columbita-tantalita), del que el enorme país africano es el primer productor mundial y que resulta de enorme importancia para la industria electrónica.
A través de numerosos intermediarios, el mineral, arrancado de la tierra en condiciones infrahumanas por miles de trabajadores semi-esclavos (muchos de ellos, niños) en minas controladas por las guerrillas, llega a buen precio a grandes fabricantes de ordenadores y teléfonos portátiles con pocos escrúpulos, lo que sigue retroalimentando la guerra. Por otra parte, los gigantes del sector no se caracterizan por unas políticas de producción especialmente comprometidas con el medio ambiente y la sostenibilidad, ni con una estrategia comercial favorable al destinatario final.
Se han fabricado 25.000 unidades, y hasta ahora se han vendido ya más de 15.000
Al consumidor concienciado no le quedaba hasta ahora otra alternativa que comprar su terminal a las grandes multinacionales del sector, algunas de ellas compradoras de coltán manchado de sangre, como han denunciado informes de ONG y de la propia ONU. Pero ya la tiene. Hasta el momento se han vendido ya 15.057 unidades del Fairphone, el primer móvil de comercio justo del mundo, de las 25.000 que han fabricado sus promotores, una organización sin ánimo de lucro reconvertida en enero en empresa social con sede en Ámsterdam (Países Bajos).
El Fairphone nació hace tres años en las mentes de Bas van Abel, director creativo de Waag, un instituto que desarrolla soluciones tecnológicas para la innovación social, y Peter van der Mark, fundador de Schrijf-Schrijf, otra iniciativa solidaria vinculada con el mundo de la comunicación. Durante la mayor parte de su desarrollo, el proyecto se ha financiado por medio del crowdfunding (aportaciones voluntarias de personas anónimas).
El precio de cada unidad es de 325 euros, y en la web se detalla “exactamente por qué está usted pagando”. Una de las prioridades de los fabricantes es garantizar un salario justo y unas condiciones de trabajo dignas a todos los participantes en todas las fases de la producción de los materiales y el aparato mismo, y asegurarse de que se cumple en todo momento con las legislaciones medioambientales.
Reducción de residuos
Así, los mineros que extraen el coltán y el estaño en diferentes zonas en paz de la República Democrática del Congo reciben bastante más del doble de dinero por kilo de la media en la zona. El Fairphone garantiza estar construido con materiales “libres de conflicto”. Y los empleados de la fábrica de China donde se ensamblan los teléfonos gozan de un fondo para mejorar sus salarios y condiciones de trabajo y se exige que puedan discutir y negociar las mismas con sus empleadores.
En un ejercicio de transparencia, en la web de Fairphone se puede seguir el rastro de todo su proceso de fabricación, que el proyecto controla en toda su extensión, y allí se pueden consultar la lista de proveedores y el origen de todas las materias primas empleadas.
Otro de los objetivos es la reducción del volumen de residuos generados, especialmente en los países en desarrollo. Tres euros del precio de cada unidad se destinan a proyectos de reciclaje de móviles como los que desarrolla la organización Closing the Loop, que recupera cada año 100.000 teléfonos usados en Ghana.
Según datos de Closing the Loop, cada año se fabrican y venden en el mundo 1.500 millones de nuevos móviles y se calcula que se desechan unos 700 millones. En los países donde estos procedimientos se hallan más avanzados, la reutilización y el reciclaje apenas alcanzan el 25%.
El modelo es de diseño abierto y se pueden modificar sus componentes
Por ello, Fairphone insta a sus compradores a donar o vender sus teléfonos anteriores a una serie de organizaciones que gestionan su nuevo uso o el aprovechamiento de sus materiales. “Nuestro objetivo final son menos teléfonos en circulación, ¡no más!”, señalan.
En cuanto a sus características técnicas, el Fairphone no tiene nada que envidiar a sus competidores menos responsables: dispone de una pantalla HD de 4,3 pulgadas con una resolución de 960×540 píxeles, procesador quad-core MTK6589 a 1,2 Ghz, 1 GB de memoria RAM, 16 GB de memoria interna, cámara principal de 8 megapíxeles, batería de 2.000 mAh y sistema operativo Android 4.2 Jelly Bean. El teléfono se recibe liberado y con el bootloader (sistema de arranque) desbloqueado.
Eso sí, el comprador no recibe ni el cargador del móvil ni accesorios como los auriculares, con el objetivo de minimizar la generación de residuos. Los fabricantes consideran que la mayoría de usuarios ya cuentan con un cargador con conector microUSB.
De acuerdo con su lema Si no lo puedes abrir, no es tuyo, el teléfono está pensado para poder ser manipulado internamente y que se puedan cambiar componentes como la batería, así que las piezas defectuosas se pueden reemplazar cuando dejan de funcionar sin tener por ello que desechar el aparato entero. La única manera de adquirir el Fairphone, que de momento solo se comercializa en Europa, es a través de la web del proyecto. Y ya sólo quedan 10.000.