Nadie ha visto una codorniz del Himalaya desde 1876. Tampoco hay rastro de la tortuga gigante de Fernandina, una de las islas Galápagos, desde 1906 (y se trata de un quelonio de más de un metro de longitud y varios cientos de kilos de peso). Y la última vez que fue observado un canguro arborícola de Wondiwoi en su hábitat, las selvas de Indonesia, fue en 1928. Diversas expediciones por todo el mundo impulsadas por la organización ambientalista Global Wildlife Conservation (GWC) tratarán de encontrar desde este otoño a estas y otras especies perdidas, un total de 24 de animales y 1 vegetal, y aclarar de una vez por todas si desaparecieron para siempre o si algunos de sus ejemplares han logrado sobrevivir lejos de la mirada del ser humano.
Ninguna de estas especies ha sido catalogada oficialmente como extinta, pero hace décadas, y en algunos casos más de un siglo, que nadie ha informado sobre un contacto verificable con ellas. Un centenar de investigadores de todo el globo ayudaron a la GWC a elaborar la lista de 25 más buscados a partir de una relación de 1.200 especies que un día se identificaron y clasificaron pero que no han vuelto a ser contempladas. Las 25 finalmente elegidas, ninguna de ellas detectada al menos desde hace una década, lo fueron por ser consideradas "peculiares y carismáticas" y representativas de la pérdida de biodiversidad en todo el planeta y la suma del lapso de tiempo que llevan sin ser vistas todas ellas alcanza los 1.500 años.
La única tortuga de Fernandina se halló en 1906 y la mataron para diseccionarla
La búsqueda se llevará a cabo en 18 países después de que una campaña de financiación lograra recaudar medio millón de dólares (unos 467.000 euros) para costear los gastos de enviar equipos de expertos a algunos de los sitios más salvajes y remotos de la Tierra, como los pantanos del norte de Myanmar (para buscar al pato de cabeza rosa, que lleva 68 años sin dar señales de vida), los bosques nubosos de Guatemala (persiguiendo cualquier vestigio de la salamandra escaladora de Jackson) o las montañas Ciclopes de Papúa para intentar dar con el zagloso de Sir David o equidna de hocico largo de Attenborough, un extraño monotrema, o mamífero que pone huevos, que lleva el nombre de su descubridor, el célebre naturalista británico, y que, desaparecido oficialmente en 1961, algunos nativos dijeron haber visto en 2005. El colobo rojo de Miss Waldron, un mono antaño abundante, se buscará en Costa de Marfil, donde a principios de nuestro siglo fueron cazados los últimos ejemplares vistos.
Última posibilidad de salvarse
No será una tarea fácil. En algunos de los casos, no existe apenas información sobre estos animales, que apenas pudieron ser estudiados antes de desvanecerse en el olvido. Así, la única tortuga gigante de Fernandina jamás encontrada fue un macho descubierto en la isla ecuatoriana por investigadores de la Academia de Ciencias de California que no tuvieron mejor idea que matarlo para diseccionarlo. Un caso muy peculiar es el del Hippocampus minotaur, o caballito de mar de cuello de toro, un diminuto pez de menos de cinco centímetros que nunca pudo ser observado en libertad en la naturaleza en su área original, en la plataforma continental del sureste de Australia.
Ningún animal de la lista se da por extinto pero ya suman 1.500 años sin ser vistos
Entre las 1.200 especies no extinguidas pero tampoco vistas en décadas en los 160 países donde vivieron (o tal vez siguen viviendo) hay un 80% de fauna y un 20% de flora. De entre las primeras, los anfibios se llevan la palma, con un 24% del total de animales, seguidos de los insectos, con un 21%, crustáceos con un 17% y un 15% de peces. Los mamíferos apenas suponen el 6%, y las aves, el 3%. Un 15% no se han visto desde antes del inicio del siglo pasado, y de más del 50% se perdió la pista a partir de los años 70 del mismo. Un 72% de ellas están consideradas en la categoría "en peligro crítico (posiblemente extintas)" en la Lista Roja de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Por orígenes geográficos, América del Sur concentra el mayor número de especies perdidas, con un 23%, seguida de África (22%), islas de todo el globo (17%), Asia, incluyendo los enormes archipiélagos de Indonesia y Filipinas (16%), Europa (10%), América del Norte (7%), Oriente Medio (3%) y Australia (2%).
El grupo de los 25 más buscados lo forman 10 mamíferos, tres aves, tres reptiles, dos anfibios, tres peces, un insecto, un crustáceo, un coral y una planta. “Redescubrir cualquiera de esas elusivas especies ayudará a desentrañar sus misterios y nos dará información muy valiosa para entenderlas y mejorar su conservación, así como para entender su hábitat y el resto de la vida silvestre que lo comparte. No sabemos cuántas de esas especies podremos encontrar, pero para muchas de ellas tal vez sea la última posibilidad de salvarse de la extinción”, afirma el biólogo Robin Moore, responsable de este proyecto en la GWC.
Para dar esperanzas a los responsables de la campaña, en julio se encontraron cuatro ejemplares adultos del sapito llamado jambato esquelético (Atelopus longirostris) durante una búsqueda de anfibios de cuatro días llevada a cabo por investigadores de la organización Defensa y Conservación Ecológica de Intag (DECOIN) en las remotas selvas de esta región montañosa andina del norte de Ecuador (aunque uno de los batracios murió por causas desconocidas en manos de los científicos). Nadie había encontrado ninguno desde 1989. Un pariente del mismo, el sapito arlequín de Soriano (Atelopus sorianoi), perdido desde 1990 en Venezuela, está en la lista de los 25 más buscados. Sólo se lo encontró alrededor de un riachuelo de la sierra de Mérida. Esperemos que allí siga.