Cortar árboles para salvar el planeta. Y no pocos, a cientos de miles. Es lo que se está haciendo en una reserva natural de Escocia para evitar emisiones de gases de efecto invernadero a la atmósfera, lo que a primera vista puede parecer carente de sentido. Pero lo tiene. La clave está en recuperar el ecosistema de las turberas.
Las turberas, tan habituales en Escocia, donde cubren cerca del 20% del territorio (unos 1,7 millones de hectáreas), son antiguos humedales en los que se han formado gruesas capas, a veces de muchos metros de espesor, de materia orgánica que, debido a la ausencia de oxígeno por la acumulación de agua, se halla en un muy lento proceso de descomposición.
Debido a la misma, estas enormes esponjas vegetales han estado acumulando enormes cantidades de dióxido de carbono (CO2) durante decenas de miles de años. Pero, desde mediados del pasado siglo, muchas se drenaron para favorecer el cultivo de árboles madereros. Al desaparecer el agua, y con ella la cubierta protectora que evitaba su escape, las turberas empezaron a liberar lentamente el gas.
El carbono almacenado por la turba equivale a 140 años de emisiones humanas en el país
A nivel mundial, se estima que el carbono almacenado en las turberas representa el 30% del total acumulado en el subsuelo continental, duplica el que apresa la biomasa forestal y se aproxima al total del de toda la biomasa terrestre. En el conjunto de Escocia, estos ecosistemas podrían hacer de sumidero de 1.600 millones de toneladas de carbono. Y solamente en la Reserva Natural de Forsinard Flows se calcula que se almacenan más de 400 millones de toneladas de gas, lo que supondría más del doble del que conservan todos los bosques del Reino Unido juntos.
En las Highlands, las Tierras Altas escocesas, y especialmente en los condados de Caithness y Sutherland, en el extremo norte del país, hay 200.000 hectáreas de turberas, el 10% de las del país y el 5% del total mundial. Una parte de las mismas, unas 20.000 hectáreas, están dentro de los límites de la reserva, creada en 1995 y gestionada por la Real Sociedad para la Protección de las Aves (RSPB, en sus siglas en inglés), que con más de un millón de miembros es una de las organizaciones conservacionistas más importantes del mundo. La reserva recibe unos 4.000 visitantes al año, que inyectan más de 220.000 euros en la economía local, según datos de la RSPB.
Inalterado durante cuatro milenios
Este paisaje, el hábitat de especies de animales como las nutrias, las ratas de agua, los ciervos, las liebres y numerosas aves, como el aguilucho pálido, se había mantenido inalterado durante por lo menos 4.000 años. Pero desde hace apenas 60 las empresas madereras empezaron a adquirir grandes fincas y empezaron a drenar enormes extensiones de turbera para plantar coníferas para la explotación comercial de la madera. Y plantaron millones de ellas.
Al secarse la turba, el gas empezó a liberarse. Los científicos creen que solamente el 4% del CO2 acumulado en estas turberas escocesas equivaldría al total del generado por todas las actividades domésticas e industriales en el conjunto de Escocia. Además, con la llegada de los pinos empezaron a desaparecer las especies que se habían adaptado a este peculiar ecosistema.
Resulta pues vital conservar las turberas que sobreviven y recuperar las pérdidas para lograr que vuelvan a cumplir su función de acumulación de carbono, y a ello se puso la RSPB, en colaboración con el Scottish Natural Heritage –organismo que gestiona el patrimonio natural escocés–, la Comisión Forestal escocesa y Plantlife, una organización conservacionista consagrada a la protección de la flora.
Se han construido 13.000 represas para recuperar el nivel de la capa freática
Con un presupuesto de 3,3 millones de euros aportados por los fondos LIFE de la Unión Europea se puso en marcha en 2001 un proyecto en el que se han construido más de 13.000 represas que han elevado el nivel de la capa freática y evitado el desecamiento de 15.600 hectáreas de turbera, además de haberse eliminado ya los árboles que cubrían otras 2.200 hectáreas. A medio plazo se quieren erradicar otras 1.800 hectáreas de plantaciones de árboles para restaurar las turberas que siempre hubo en ellas.
La RSPB ha estimado que con los árboles cortados hasta ahora en la reserva se podría haber llenado 260 grandes vagones de madera. Los troncos se llevan a una fábrica de Easter Cross, donde se han utilizado para fabricar postes de vallado y pallets o como combustible. La tala de árboles fue realizada en algunos casos de forma ilegal por haber expirado la licencia para ello, según denunció la misma Comisión Forestal, que llevó ante la justicia la intervención en una superficie de 46 hectáreas en la que había 40.000 árboles, pero la Fiscalía decidió hace algo más de un año que no era "de interés público" procesar a la RSPB, que evitó con ello una posible multa de decenas de miles de euros.
Más allá de la reserva de Forsinard Flows, a recuperación de turberas se extiende por toda Escocia. Recientemente, el Gobierno escocés aprobó una partida de casi 9,5 millones de euros adicionales para financiar un programa de recuperación de turberas a nivel nacional, con el objetivo de que se incremente hasta 20.000 hectáreas al año la superficie devuelta a este ecosistema, que para 2032 debería haber regresado a 250.000 hectáreas. El programa es uno de los ejes de la estrategia escocesa de lucha contra el cambio climático. Andrew McBride, especialista en turberas del Scottish Natural Heritage, afirma que "las turberas de Escocia acumulan el equivalente de unos 140 años de las emisiones de origen humano del país, así que es muy importante que las mantengamos en su lugar".
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