La misión principal de la cooperativa Ecosecha es la producción de frutas y verduras ecológicas. Sin embargo, este proyecto nacido en el sureste de Madrid siempre encuentra un hueco en su apretada agenda para mostrar la procedencia de sus alimentos. El primer jueves de cada mes se dedica a un banco de intercambio de semillas, una actividad que permite crear un vivero heterogéneo para reconocer especies autóctonas y foráneas y seguir su evolución.
"El banco de intercambio se creó hace un par de años para aprender a reconocer semillas de todo tipo. Es una iniciativa que se gestiona junto a Matadero (un centro municipal donde se programan actividades institucionales y privadas) y que sirve para ampliar la variedad de especies y compartir lo que se sabe de ellas. No se compran ni se venden, sino que se intercambian, se plantan y se ve cómo van evolucionando. Y no pueden estar modificadas genéticamente, tienen que ser ecológicas", explica a EcoAvant.com la bióloga Alina Noé, una de las seis trabajadoras de la cooperativa.
Las simientes no se pueden comprar ni vender y tienen que ser ecológicas
El funcionamiento del banco es muy sencillo. Los participantes acuden en las fechas señaladas (cada primer jueves de mes, de 18 a 20 horas) a una de las dependencias del antiguo Matadero a partir de las cinco de la tarde. Allí rellenan una ficha donde detallan lo que va a aportar o a recoger. Las variedades seleccionadas quedan registradas, así como los donantes. Se plantan en unos semilleros y después se trasladan al huerto de 8,5 hectáreas que Ecosecha tiene en Rivas-Vaciamadrid, un municipio de unos 80.000 habitantes situado al sureste de la capital.
"El proyecto ha surgido como una actividad de formación. En el banco de semillas, la gente se junta, intercambia y retorna", aduce Noé. "Al estar etiquetadas y en un lugar concreto de nuestro huerto, el interesado puede acercarse cuando lo desee e ir viendo la evolución de las diferentes variedades en el semillero", indica.
Una de sus referencias en este sentido, la Asociación La Troje, impulsa este tipo de acciones desde hace años en la sierra norte madrileña. Este grupo heterogéneo de agricultores, educadores e ingenieros selecciona variedades autóctonas de la zona y hace suyo el "saber tradicional" de los agricultores de la zona para cultivar, conservar y difundir los conocimientos sobre la diversidad de semillas de la región.
Economía local
"Mantenemos una conciencia ambiental al producir semilla, plantel y verdura de variedades locales con métodos de producción ecológica y basada en los recursos locales", exponen en su web, donde destacan su "compromiso social" de trabajo cooperativo que "hace viable la actividad agraria" y "crea y fortalece redes sociales de apoyo en diferentes ámbitos".
"Queremos generar una economía local, fomentando la comercialización conjunta entre productores locales a través de circuitos cortos y manteniendo una relación directa con las personas consumidoras. Con ésta dinamización se consigue un intercambio económico justo que permite activar la economía rural desde el sector primario", se argumenta desde La Troje.
El Instituto Madrileño de Investigación y Desarrollo Rural, Agrario y Alimentario (Imidra), organismo oficial creado en 1997, tiene ya catalogadas 167 variedades de simientes autóctonas que podrían llegar a la extinción sin el empeño de estas agrupaciones. Aunque mucha gente lo desconoce, en esta comunidad autónoma densamente urbanizada existe una variedad propia de ajo (el de Chinchón), otra de acelgas (en Fuenlabrada) o una de melón (los famosos melones de Villaconejos).
En la comunidad autónoma hay 167 especies de cultivo en peligro de extinción
Por eso, según la página web de Matadero, el banco es "una iniciativa encaminada hacia la descentralización del control de la semilla y un modo de poner en cuestión los modelos de gestión que generamos o de los que formamos parte en la cultura y en la vida presente". Su función, insisten, es reunir a "productores, aficionados a la horticultura, y todo aquel interesado en formar parte de una red social en torno a criterios ecológicos y sostenibles" para construir "una metáfora de la necesidad de transformación en la sociedad actual" y "potenciar la agricultura ecológica en Madrid".
Movimientos como Ecosecha o La Troje están experimentando una expansión notable. Alina Noé narra cómo la primera comenzó su actividad hace 11 años en una finca de Chinchón (en el extremo sureste de Madrid, lindando con la provincia de Cuenca) como una iniciativa de consumo sostenible. Su intención era cultivar siguiendo los ciclos naturales, sin recurrir a invernaderos.
Cuando la parte productiva empezó a requerir más tiempo, sus impulsores se mudaron a un terreno más extenso y pusieron en marcha el reparto de cestas con sus hortalizas de temporada. "Tenemos pimientos, lechugas, apios, tomates, ajos... y frutas como las fresas, con las que estamos empezando", comenta quien ha visto proliferar este tipo de iniciativas en la comunidad madrileña en los últimos meses. Sin embargo, analiza, "han surgido muchos proyectos, pero algo atomizados: carecen de estructura legal y están aislados".
Para corregir esta dispersión, en enero de 2015 se formó la Madrid Agroecológico, una plataforma encargada de aglutinar todas las propuestas en torno a la agricultura ecológica y sostenible que aboguen por "alternativas a los sistemas agroalimentarios actuales". “No queríamos tener semillas propietarias, es decir, compradas a empresas que hacen de ellas un negocio”, manifiesta Javier Pérez, encargado principal del Banco de Intercambio de Semillas de Ecosecha. “Al ser productores ecológicos, no podemos compartirlas ni nos las pueden proporcionar nuestro vecino si queremos que la cosecha lleve el sello verde de agricultura ecológica de la Unión Europea. Gracias al intercambio, los que empiezan ahora lo tienen más fácil que nosotros", concluye.
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