En el desierto de Mojave, en California, se encuentra el Ivanpah Solar Electric Generating System, la central solar termoeléctrica más grande del mundo, capaz de generar 392 MW y abastecer de electricidad a 140.000 familias.
Entró en funcionamiento el pasado mes de febrero y, según sus responsables, evitará a la atmósfera las emisiones de dióxido de carbono que generan 72.000 vehículos en un año.
Sin embargo, muchos amantes de la naturaleza, pero enemigos de las energías renovables, preferirían que su actividad cesara cuanto antes, puesto que la instalación se ha convertido en una gigantesca trampa mortal para aves e insectos.
Según un informe del Servicio de Pesca y Vida Salvaje de Estados Unidos (USFWS, en sus siglas en inglés), la gran estructura formada por 350.000 espejos es responsable de la muerte de 28.000 pájaros al año, aproximadamente tres cada hora.
Los investigadores del gobierno federal han constatado que las aves mueren achicharradas al cruzarse en la trayectoria de los rayos solares que reflejan y concentran los heliostatos y las tres torres receptoras, de 140 metros de altura.
La temperatura en la instalación puede alcanzar los 540 grados centígrados
En estos rascacielos de 40 pisos, donde la incidencia de los rayos pone en ebullición el agua de las calderas, cuyo vapor mueve las turbinas que generan la energía, la temperatura puede alcanzar los 540 grados centígrados.
La empresa propietaria de la planta asegura que muchas de las llamaradas apreciadas en lo alto y atribuidas incorrectamente a las aves corresponden en realidad a insectos o a desechos, como matojos o plásticos, arrastrados por el viento a través de un desierto donde encuentran pocos obstáculos.
Según sus cálculos, durante los seis primeros meses del año han muerto 321 pájaros, de los que 133 fueron abrasados por los rayos solares concentrados.
Los pájaros sufren quemaduras severas en sus alas, lo que les impide volar y les causa la muerte al impactar contra el suelo o contra otros objetos, tal y como destaca el informe del USFWS.
Cuando sobreviven con quemaduras menos graves, los animales ven deteriorada su capacidad de vuelo, lo que reduce su capacidad de alimentarse correctamente y escapar a sus depredadores.
Alrededor de la planta solar, aseguran los investigadores, “casi se está creando una cadena de alimentación”. Los depredadores se alimentan de las aves accidentadas, mientras los murciélagos persiguen a los insectos que son atraídos por la luz brillante de los rayos solares reflejados en los espejos.
Mortalidad aviar
La instancia federal ha exigido a los responsables de Ivanpah un estudio sobre el número de aves muertas a lo largo de todo el año, antes de permitirles la construcción de otra central, cuya torre de energía doblaría en tamaño a esta.
La instalación estaría ubicada entre el Parque Nacional Joshua Tree y la frontera entre California y Arizona, en una zona habitada por más de 100 especies de aves, incluyendo especies protegidas como águilas reales y halcones peregrinos. Las autoridades estiman que, de construirse esta planta, sería cuatro veces más mortal para las aves que la de Ivanpah.
Bright Source Energy, que representa a un tercio de los inversores de la central, asegura en un comunicado que se están investigando posibles soluciones para evitar que los animales choquen y mueran en sus instalaciones. “Nos tomamos este asunto muy en serio”, afirman.
Cada año fallecen entre 140.000 y 328.000 aves como consecuencia de los generadores eólicos
Aunque los datos de mortalidad aviar por culpa de Ivanpah son mucho más elevados que los de otras centrales termosolares de Estados Unidos, resultan casi insignificantes al compararlos con la eficacia letal de otros 'enemigos' de las aves.
El choque contra las ventanas de los edificios es la principal causa de muerte entre estos animales, con una media de 599 millones anuales, según el Laboratorio Forense de Fauna Salvaje estadounidense. El tráfico por carretera acaba con 60 millones de aves, las antenas de telefonía móvil con otros cuatro o cinco millones y los gatos, con varios cientos de millones más.
Entre las energías renovables, los generadores eólicos son responsables de la muerte de entre 140.000 y 328.000 aves cada año, según datos recopilados por la revista US News and World Report. Se trata de una cifra inferior al número de víctimas que provocan el petróleo y el gas –entre 500.000 y un millón– y muy por debajo de la atribuida a la industria del carbón, que ronda los ocho millones.
“Por supuesto que las plantas renovables, como cualquier actividad humana, causan impacto en su entorno natural. No puede ser de otro modo, porque cubrir las necesidades de la población exige transformarlo”, señala el periodista Tomás Díaz.
“Está fuera de discusión que si se puede evitar un daño haya que hacerlo pero, en cualquier caso, el impacto de las renovables sobre la fauna y el medio ambiente es infinitamente menor que el provocado por la alternativa, las fuentes fósiles y la nuclear, por razones obvias”, argumenta Díaz, quien lamenta que este tipo de debates enfrente a los ecologistas entre sí y sirvan para alimentar campañas contra las energías renovables.
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