Unos 173.500 espejos que ocupan una superficie de 13 kilómetros cuadrados desvían la intensa radiación solar que se abate sobre el desierto de Mojave hacia tres torres de 450 metros de altura donde su energía térmica es empleada para generar vapor. Éste acciona unas turbinas capaces de producir 392 megavatios y suministrar energía a 140.000 hogares californianos (que no se caracterizan precisamente por tener un consumo moderado de energía).
Son las espectaculares cifras del mayor complejo solar del mundo, el proyecto Ivanpah, que después de tres años de construcción, en la que han llegado a intervenir 3.000 operarios (que han empleado 8,35 millones de horas de trabajo) y se han invertido 1.600 millones de euros, ha empezado ya a generar electricidad para su distribución comercial a través de las tres plantas independientes que lo integran. Las dimensiones de la infraestructura son de tal magnitud que resulta perfectamente apreciable en las fotografías de satélite de Google.
El complejo opera por medio de la tecnología termosolar. No hay placas fotovoltaicas sobre los terrenos federales del lago seco del valle de Ivanpah, a unos 200 kilómetros al noreste de Los Ángeles, donde se ha erigido la instalación, cuyo funcionamiento supone ya el 30% de la generación eléctrica a través de este sistema de todo el país.
173.500 espejos desvían los rayos del sol hacia unas torres donde se genera vapor
Los elementos que puntean el reseco paisaje son heliostatos (espejos solares) controlados por software que pueden moverse en dos dimensiones para seguir la trayectoria del astro y redirigir sus rayos hacia las calderas donde se calienta un fluido que genera el vapor. Un sistema que permite almacenar energía térmica y permite producir electricidad aunque no luzca el sol.
“Es el amanecer de una nueva era en la generación de electricidad en Estados Unidos”, afirmó Rhone Resch, presidente de la Asociación de Industrias de Energía Solar, para quien “vamos a ser un líder mundial en la generación de energía solar”. Hay en marcha miles de proyectos en el país, aunque la energía conseguida de nuestra estrella todavía representa tan sólo un 1% del consumo eléctrico de la primera potencia mundial.
Durante los 30 años de vida útil que se estiman para la instalación, la misma evitará la emisión de 400.000 toneladas de CO2 anuales, las mismas que generarían 72.000 automóviles circulando por las carreteras durante ese mismo tiempo. Y, según sus impulsores, su funcionamiento desprenderá un 85% menos de contaminantes que una planta de gas natural de última generación.
El complejo termosolar de Ivanpah ha sido el resultado de la colaboración de NRG –compañía que lo explotará, y que ha apostado en los últimos años por la energía solar, tanto térmica como fotovoltaica–, Google, BrightSource Energy –diseñadora de la tecnología aplicada y líder mundial en el sector– y Bechtel –la mayor empresa de ingeniería del país– y recibió un préstamo de 1.167 millones de euros del Gobierno estadounidense.
Diseño español
No muy lejos de Ivanpah, en el vecino estado de Arizona, opera desde octubre pasado otra de las mayores plantas termosolares del planeta, la de Solana, de 280 megavatios de potencia, suficientes para abastecer a más de 70.000 hogares, y que construyó la empresa española Abengoa con un presupuesto de 1.460 millones de euros.
Según BrightSource Energy, toda la infraestructura de Ivanpah se ha planificado con criterios medioambientales para reducir al máximo su impacto. Los sistemas de refrigeración de las torres y conducciones por aire permiten ahorrar hasta un 90% del agua empleada en instalaciones similares. Los 170.000 heliostatos están situados sobre postes, lo que evita en gran medida el uso de hormigón para anclarlos en el suelo y permite a la vegetación autóctona prosperar debajo de ellos o a su alrededor.
Pese a haberse construido sobre unos terrenos de titularidad pública donde la actividad humana ya había dejado huella, con la intención de reducir el impacto sobre el valioso y delicado ecosistema del desierto californiano, el proyecto tuvo que hacer frente a un problema ecológico ya previsto, pero que alcanzó una dimensión inesperada.
La zona es el hábitat de numerosas tortugas de tierra. Y los impulsores del complejo termosolar habían planificado que, al ocupar unas 3.000 hectáreas del mismo, unos 160 reptiles tendrían que ser capturados y trasladados a otros lugares.
Las obras llegaron a paralizarse tres meses para proteger a unas tortugas de tierra
Sin embargo, tras una nueva evaluación que alertó de que hasta 600 animales podrían perder la vida a causa de los trabajos, el Departamento de Pesca y Vida Salvaje (USFWS) del Gobierno federal puso el proyecto bajo su lupa. Los constructores tuvieron que renunciar a un 12% de su tamaño y a un 10% de su capacidad de producción eléctrica, reduciendo el número de torres de siete a tres, para limitar sus efectos sobre el territorio de las tortugas.
Porque desde el primer momento empezaron a aparecer muchos más reptiles de los previstos. BrightSource invirtió 40 millones de euros para proteger a estos animales del tamaño de una caja de zapatos y las obras llegaron a paralizarse durante tres meses porque no dejaban de encontrarse nuevos quelonios vivos y también muertos, aplastados bajo las ruedas de los vehículos implicados en los trabajos.
Se colocaron 50 kilómetros de cercas especiales, a un precio de más de 20.000 euros por kilómetro, para evitar que más reptiles pudieran ser víctimas de las obras. Finalmente, el USFWS impuso un máximo de 38 adultos recolocados y tres muertes accidentales al año durante los tres años de construcción: si la cifra se superaba, los trabajos tendrían que suspenderse definitivamente.
El plan de protección de los reptiles, que llevan viviendo en la zona millones de años, se tuvo que enfrentar a nuevas amenazas, en este caso de origen natural: un ejército de hormigas guerreras atacó a las crías conservadas en un vivero, matando a cuatro animales e hiriendo seriamente a otras cuatro. Asimismo, otra cría, a la que se había instalado un chip en el caparazón, fue capturada por un águila y llevada por la misma a su nido, desde donde el aparato siguió emitiendo su señal. Fueron los últimos daños colaterales de un proyecto que finalmente ha empezado a comercializar energía limpia.