La mayoría de los 80 millones de turistas que visitan anualmente España (y la convierten en el segundo destino más concurrido del planeta) lo hacen atraídos por sus costas, con la promesa de arenales dorados rodeados de pinos o palmeras que abrazan un mar de aguas transparentes bajo los cálidos rayos del sol. Pero aparte de que la masificación turística ha hecho perder su atractivo a gran parte del litoral y está cerca de colapsarlo, muchas playas españolas sufren una severa contaminación y son objeto de una pésima gestión ambiental por parte de las administraciones competentes. Desgraciadamente, hay muchos aspirantes a conseguir una bandera negra.
Las banderas negras, creadas a imagen de las banderas azules que concede la Fundación Europea de Educación Ambiental a los arenales mejor gestionados, son el triste distintivo con el que la confederación de organizaciones ambientales Ecologistas en Acción, que reúne a más de 300 entidades defensoras del medio ambiente de toda España, distingue desde 2005 a las peores playas del país, los puntos ambientalmente más maltratados de los 8.000 kilómetros de costas peninsulares, de los archipiélagos balear y canario y de las ciudades norteafricanas.
Ecologistas en Acción concede cada año esta distinción a los parajes litorales peor tratados
En la edición de 2018, centrada en los 48 parajes litorales “más conflictivos”, aunque “son muchos más los casos que se podrían haber incluido”, aparecen un buen número de puntos reincidentes, ya denunciados en informes de años anteriores, como el puerto de Melilla, el proyecto de ampliación del puerto de Bilbao, el degradado Mar Menor murciano, la ría de Huelva, las playas de Nerja (Málaga), la Ría de San Martín de la Arena (Cantabria), la playa Surrach-Aiguadoliva (Castellón) y la bahía de Portmán, en Murcia.
También son especialmente destacados este año la contaminación de las aguas que genera el intenso tráfico de cruceros en el puerto de Barcelona, que se ha convertido ya en el más importante de esta actividad en todo el Mediterráneo, o en las islas Baleares, y también el proyecto de metro que debe discurrir bajo la emblemática playa de la Concha en San Sebastián.
Para simplificar el mensaje y ofrecer una panorámica global homogénea de estos dos problemas, Ecologistas en Acción concede dos banderas negras por cada provincia del litoral, más Ceuta y Melilla, una centrada en el tema de la contaminación y la otra en el de la gestión ambiental. Y en esta edición ha otorgado las dos que corresponderían a su demarcación a toda la Costa Brava gerundense, uno de los principales activos turísticos del país. Según el informe podría izarse una en “prácticamente todos los municipios” de la misma, aunque destaca por su mal estado las playas de Pals, Palafrugell, Palamós, Tossa de Mar o Roses.
Concentración de infraestructuras en Carboneras
Otra de las estrellas del informe de este año es la zona industrial de Carboneras, en el Levante almeriense, que concentra en pocos kilómetros la central eléctrica Litoral, con dos grupos alimentados por carbón y que es una de las más contaminantes de España; una planta desalinizadora; una fábrica de biodiésel; una fábrica de cemento y una depuradora, que originan importantes emisiones atmosféricas y vertidos que señalan a esta zona como la que soporta "los peores datos" de contaminación de la provincia.
Con respecto a los cruceros, tras denunciar la apuesta del Ayuntamiento de Barcelona por incrementar esta actividad, los expertos de Ecologistas en Acción recuerdan que estos gigantescos buques queman combustibles con un alto contenido de azufre, que emiten contaminantes tremendamente dañinos para la salud humana.
Entre ellos se encuentran el dióxido de azufre, óxidos de nitrógeno, partículas en suspensión PM10 (o menores de 10 micrómetros, que son la milésima parte de un milímetro), las aún más finas PM2,5 y otras todavía menores, así como diversos hidrocarburos peligrosos, y el informe advierte de que, incluso cuando atracan en puerto, los motores continúan quemando fueloil para atender otras necesidades energéticas de sus huéspedes.
La confederación denuncia el "absoluto descontrol" de la actividad crucerística
La mayor confederación ecologista española considera que existe un "absoluto descontrol" y una total falta de información a la población sobre las consecuencias para ellos de las emisiones de gases y otros impactos ambientales de los cruceros, y que eso sucede muy especialmente en el puerto de Palma de Mallorca.
Baleares, señala el informe, recibió 174.756 cruceristas entre enero y marzo de 2018, un 134,5% más que en el mismo periodo de 2017, lo que convierte el crecimiento de esta actividad en totalmente insostenible. Su presencia tiene un severo impacto sobre las praderas submarinas de posidonia, de gran valor ecológico, o las poblaciones de cetáceos, y a menudo la polución que causan los enormes barcos turísticos supera los límites máximos permitidos por considerarse que, por encima de los mismos, se pone en riesgo la salud humana.
Además de incrementar la generación de residuos sólidos de todo tipo y consumir recursos naturales finitos, la masificación turística también es una fuente de contaminación biológica. “Si bien la finalidad de este informe no es centrarse en la problemática generada por el turismo, sí es necesario indicar que dicho aumento masivo de visitantes, unido a otros factores, pueden favorecer que llegue a nuestras aguas de baño una elevada cantidad de bacterias de origen fecal, que pueden alterar gravemente la salud humana”, advierte. Como para pensárselo dos veces antes de darse un chapuzón.
Este es el estado habitual de las playas y costas de cara a la temporada de verano, que empeora coyunturalmente de forma exponencial con motivo de las verbenas, cuando cientos de miles de personas pasan las fiestas en la arena de playas de todo el país y abandonan en ella toneladas de residuos, muchos de los cuales acaban en el mar, engrosando las filas de los peligrosos microplásticos que están acabando con la vida marina. La pasada verbena de San Juan fue un ejemplo de incivismo y falta de respeto al medio ambiente que no debería repetirse.