El cayo Bramble es una diminuta isla coralina situada en el estrecho de Torres, en el mar de Coral, que separa Australia de Nueva Guinea, y que se halla bajo la soberanía del país-continente, del que constituye el territorio más septentrional. Tiene una superficie de unas 5 hectáreas, con sólo 2,2 de ellas cubiertas por vegetación herbácea de 40 centímetros de altura (con once especies vegetales), y apenas sobresale tres metros por encima del nivel del mar. Esto último ha sido la perdición para el animal. Y lo puede ser para la isla entera. La subida de las aguas debido al cambio climático la convierte en firme candidata a sumarse a la lista de las que ya han sido literalmente borradas del mapa.
El animal, del que apenas quedaban 50 individuos, no ha sido visto desde 2009
El que estaba considerado único mamífero endémico del mar de Coral había sido identificado por primera vez por navegantes europeos en 1845. Sus testimonios señalaban que el roedor abundaba en la isla Bramble. Pero una expedición científica que visitó la zona en 1978 alertó sobre una gran reducción del número de ejemplares, que cifró en unos pocos centenares. La Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza lo situó en la categoría 'en peligro crítico' en su Lista Roja de especies amenazadas. Sólo hay dos categorías peores: 'extinguido en libertad' y 'extinguido'. Ahora podría haberlas alcanzado.
Porque desde 2009 no se ha vuelto a ver un ejemplar en la isla, situada en el extremo norte de la Gran Barrera coralina australiana. En 2008, la UICN constataba que solamente quedaban medio centenar de individuos y advertía de que "tienen un área de ocupación muy pequeña", una de las más pequeñas del mundo para una especie de mamífero, y de que "la isla podría ser fácilmente destruida por una tormenta fuerte o por la elevación del nivel del mar a largo plazo", además de que la introducción de cualquier enfermedad, planta o depredador foráneos podría acabar con todos ellos de un plumazo.
Otras poblaciones
Hace dos años, un equipo de investigadores del Ministerio de Medio Ambiente y Protección del Patrimonio del estado de Queensland y de la universidad que lleva su nombre trató de encontrar a algún superviviente. Sus pesquisas no tuvieron éxito. En su informe, los científicos aconsejan que se declare extinto al Melomys rubicola, que tenía hábitos nocturnos, vivía entre la vegetación y excavaba madrigueras para refugiarse.
La causa de su aniquilación habría sido la subida del nivel del mar, que inundó el cayo, ahogó a la mayoría de los roedores y, en el caso de que alguno hubiera logrado resistir hasta que volvieron a retirarse las aguas, destruyó irremisiblemente su hábitat. "Probablemente, se trata de la primera extinción de un mamífero causada por el cambio climático antropogénico (provocado por el hombre)", señala el informe oficial.
El cayo Bramble, de 5 hectáreas, solamente sobresale 3 metros de las aguas del Pacífico
Las autoridades australianas habían puesto en marcha un plan para la protección del Melomys rubicola, cuyo autor, Peter Latch, del Departamento (ministerio) de Medio Ambiente aventuraba la posibilidad de que el roedor también pudiera hallarse en alguna otra isla del estrecho de Torres o en las costas de Papúa-Nueva Guinea, el país situado al otro lado del mismo, a apenas 50 kilómetros del cayo, aunque señalaba que todavía no se ha llevado a cabo un estudio al respecto.
El objetivo del proyecto, redactado en 2008, era "garantizar y mejorar la situación de los Melomys del cayo Bramble a través de un programa integrado de monitoreo, de gestión del suelo, de búsqueda de otras poblaciones y de la sensibilización del público". Se pusieron en marcha acciones de control de la evolución de la población, de las condiciones del hábitat y de la posible llegada de especies invasoras, considerada potencialmente "catastrófica" para el animal.
Asimismo, se preveía buscar esas otras posibles poblaciones y estudiar la taxonomía del animal, cuya morfología era distinta a la de otros de su género en Australia y su origen se definía como "incierto". También profundizar en su situación genética, ante el temor a que la endogamia estuviera amenazando también a la especie. Uno de los principales objetivos era implicar en el plan de conservación a las comunidades indígenas de la zona, para las que la isla tiene un especial significación cultural. Parece evidente que todo esto llegó demasiado tarde y, salvo la remota esperanza de que haya algún Melomys rubicola en otras islas no estudiadas, todas estas iniciativas parecen haber perdido ya todo sentido.
El desdichado roedor no era la única joya natural de la islita coralina. La misma es la principal zona de cría en el estrecho de Torres para las tortugas verdes (Chelonia mydas), un reptil marino de gran tamaño, de hasta 1,60 metros y más de 200 kilos de peso, considerada también en peligro de extinción por la UICN, y alberga la única colonia de gran tamaño de diversas aves marinas de la zona, que perderían este santuario reproductivo si acaba desapareciendo definitivamente tragado por el Pacífico. Los indígenas de islas cercanas están autorizados a recolectar algunos huevos de tortugas y aves marinas de forma sostenible. De seguir así las cosas, pronto podrían quedarse sin ellos para siempre.