Entre el 60 y el 80% de los residuos que llegan al mar son plásticos que, debido a las corrientes, han llegado a formar colosales islas flotantes en el centro del Pacífico y del Atlántico, o que acaban en las playas de los seis continentes cada vez que hay temporal. Hasta 100 millones de toneladas más de plásticos acaban cada año en las aguas, un 80% de ellas lanzadas desde tierra firme y el resto desde embarcaciones y plataformas marinas.
Hasta 100 millones de toneladas más de plásticos acaban cada año en los océanos
Según el informe Basuras en el mar de Greenpeace, un 15% de los residuos que se tiran a las aguas termina en la costa. El 70% se hunde y acaba en el fondo, y el 15% se queda flotando en el agua. La misma organización ecologista ha calculado que la isla flotante del Pacífico hay seis kilos de plástico por cada uno de plancton natural, con el que lo confunde la fauna, que lo ingiere. La isla tiene, según distintas estimaciones, una superficie de entre 700.000 y 15 millones de kilómetros cuadrados.
Los objetos de plástico tienden a disgregarse en fragmentos cada vez menores, capaces de seguir causando daño incluso cuando ya no son ni apreciables para la vista. Y pueden permanecer en las aguas cientos de años. En algunos casos, según el material de que se trate, más de 1.000.
Y durante todo ese tiempo, causando la muerte de millones de peces y otras formas de vida marina. Se cree que la fauna piscícola del Pacífico puede llegar a ingerir hasta 24.000 toneladas de plásticos al año, señala la Sociedad de Conservación Marina británica. Y que cada año mueren por culpa de los plásticos al menos un millón de aves marinas, y 100.000 tiburones, tortugas, delfines y ballenas en los mares del mundo.
Botellas de Plant-astic
El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) estimaba en 2005 que, como promedio, hay 13.000 pedazos de plástico por kilómetro cuadrado en todos los mares del mundo. Hoy se cree que son 46.000. Nadie sabe qué volumen de residuos hay en los océanos. Nadie lo sabe, porque casi nadie lo recoge, aunque un innovador proyecto de un estudiante de ingeniería holandés de 19 años plantea que hacerlo no sería tan complicado. Y que podría llegar incluso a ser rentable.
Con la intención de sensibilizar sobre el problema, la marca belga de productos de limpieza ecológicos Ecover ha diseñado su primera botella fabricada con plásticos reciclados recogidos del mar, la Ocean Bottle.
Con la iniciativa se pretende sensibilizar a la población sobre la problemática
Un 10% de la composición del envase procede de plásticos que estuvieron flotando sobre las olas, y el 90% restante, de un material llamado Plant-astic, elaborado a partir de la caña de azúcar, cien por cien renovable, reutilizable y reciclable.
El Plant-astic, desarrollado por la empresa Logoplaste, tiene un proceso de fabricación nada complicado: el azúcar de la caña se hace fermentar y destilar para conseguir etanol. El etanol, a su vez, es deshidratado para generar etileno, que se polimeriza para dar lugar al plástico de origen vegetal. La empresa asegura que desde que empezó a producirlo, en 2011, se han ahorrado 120 toneladas de emisiones de CO2 a la atmósfera.
Se trata de una serie limitada de botellas que albergan detergente y lavavajillas respetuosos con el medio ambiente y que empezarán a comercializarse en una red de 150 supermercados del Reino Unido. La principal intención del proyecto es la sensibilización. En comparación con las colosales cifras globales de la basura flotante, el volumen de residuos recogidos es modesto: en este primer año se utilizará una tonelada de plástico retirado del mar, con la intención de aumentar este volumen hasta las tres toneladas el año que viene.
El material ha sido recuperado de las aguas por diversas embarcaciones equipadas con dispositivos para recoger hasta ocho toneladas de materiales flotantes y por las redes de los pescadores, que lo depositan al llegar a puerto en unos contenedores especiales con los que se trata de incentivar su colaboración con un proyecto que pretende limpiar nuestras casas y, a la vez, nuestros mares.