Ante la ausencia de una estrategia decidida para frenarlo, el cambio climático gana por el momento la partida. Y el tiempo juega a su favor: sus graves y costosas consecuencias se hacen cada vez más evidentes en todo el mundo. En Europa, a pesar de los matices entre regiones, todas sufren una combinación de cambios graduales como el aumento de la temperatura media o modificaciones en la biodiversidad, así como fenómenos extremos más puntuales, como inundaciones o sequías.
Tal y como destaca el estudio de la Agencia Europea de Medio Ambiente (AEMA) titulado Climate change, impacts and vulnerabilty in Europe (Cambio climático, impactos y vulnerabilidad en Europa), en el área mediterránea, el aumento de la temperatura es mayor que la media europea, han disminuido la precipitación anual y el caudal de los ríos y ha crecido el riesgo de desertificación y la demanda de agua para la agricultura.
En el Mediterráneo han disminuido las lluvias y crece el peligro de desertificación
Mientras, en el norte del continente ha adelgazado la capa de hielo en lagos y ríos y ha aumentado el caudal de éstos últimos, ha caído la demanda de energía para los sistemas de calefacción, se ha incrementado el rendimiento de los cultivos y muchas especies han migrado hacia tierras más septentrionales huyendo del ascenso térmico.
De seguir esta tendencia, los viticultores del viejo continente podrían verse obligados en pocos años a cambiar el tipo de uva que cultivan o la ubicación de los viñedos, y los turistas ansiosos de sol y playa podrían dejar atrás las costas del sur de Europa para acudir en masa a las del norte.
Éstos son sólo algunos de los futuros posibles escenarios que se desprenden del análisis del informe de la AEMA Adaptation in Europe (Adaptación en Europa), en el que, además, se marcan las líneas que los países miembros de la UE deben seguir para enfrentarse a los efectos del calentamiento global.
Los expertos consideran que la clave está en combinar medidas de diverso carácter: el esfuerzo, fundamental, por reducir las emisiones de gases de efecto invernadero debe ir acompañado por la concienciación de una sociedad capaz de adaptarse a los cambios y preverlos.
Políticas públicas
Así, las estrategias de adaptación –que permiten ajustar los planes a las condiciones conforme éstas vayan evolucionando– deben basarse en proyectos tecnológicos y de ingeniería –como la construcción y el fortalecimiento de defensas ante las inundaciones costeras y fluviales–, iniciativas verdes –como la diversificación de cultivos y la restauración de ecosistemas saludables– y políticas que, por ejemplo, vayan destinadas a gestionar el uso de la tierra y su ordenación, controlar los riesgos naturales y sensibilizar a la población. La planificación que los diferentes estados pueden desarrollar tiene como marco la estrategia Europa 2020, un documento que establece el camino a seguir para lograr el crecimiento.
Según los especialistas, hoy es más necesario que nunca que las políticas públicas pongan el foco en el cambio climático. Con dicho objetivo, la Unión Europea ayuda a los países miembros a desarrollar medidas de adaptación centradas principalmente en los recursos hídricos, la agricultura y la silvicultura, la biodiversidad y la salud humana por medio de los fondos de cohesión, de agricultura y de infraestructura, así como las partidas del programa LIFE +.
En el norte se forma menos hielo y cae la demanda de energía para calefacción
Un ejemplo en este terreno: en España, el fantasma de la sequía que acechó a la ciudad de Barcelona en el año 2008 se esfumó con la puesta en marcha en 2009 de la planta desalinizadora del Llobregat, financiada en gran parte por la UE, que proporciona el 20% del agua potable que consume el área metropolitana de Barcelona, una de las 10 más pobladas del continente.
Según la AEMA, la instalación es “altamente eficiente” y fue reconocida como la desalinizadora del año por sus esfuerzos para reducir el impacto ambiental en los Global Water Awards 2010. El proyecto se complementa con otras iniciativas como incentivos para reducir el consumo de agua.
La Plataforma Europea de Adaptación al Clima (Climate-ADAPT) cuenta con estudios y ejemplos destinados a ayudar a las regiones a adecuarse al cambio climático, un fenómeno que desafía a la sociedad del Viejo Continente y pone en riesgo el desarrollo económico, social y geopolítico de los ya (con el ingreso este año de Croacia) 28 estados miembros.