Roma está hecha un asco. En el centro de la capital italiana se acumulan a montones las bolsas de basura alrededor de los contenedores, y residuos de todo tipo tirados por el suelo afean avenidas y parques. Desde luego, el sistema de recogida selectiva ha fracasado clamorosamente. En la periferia, donde no suelen llegar los turistas, es todavía mucho peor: hay barrios donde algunas calles y espacios públicos parecen auténticos vertederos, y los vertederos oficiales se hallan ya saturados. Incapaz de lograr o imponer un mínimo de civismo de la población, el ayuntamiento se encuentra desbordado por el problema. Y por ahora lo mitiga mediante una extraña solución: exportar toneladas de residuos.
Desde diciembre, hasta tres trenes por semana cargados de basura generada en los domicilios romanos viajan entre la Ciudad Eterna y la localidad austriaca de Zwentendorf an der Donau, que como su nombre indica se halla a orillas del Danubio, a unos sesenta kilómetros al oeste de Viena, tras un viaje de cerca de más de un millar desde la capital de Italia. Cada convoy transporta una media de 700 toneladas de desechos sin clasificar.
La ciudad abona al país vecino 140 euros por cada mil kilos de desechos eliminados
A su llegada, son trasladados a una infraestructura de incineración donde son quemados de forma controlada sin generar emisiones al medio ambiente. El gas originado por la combustión se convierte en vapor y se conduce a una planta de generación de energía donde acciona turbinas con las que se producen hasta 550.000 megavatios/hora de electricidad, suficientes para abastecer a 170.000 viviendas de la provincia de Lower Austria, situada al este del país alpino.
La empresa EVN, que también opera en la localidad la única central nuclear de Austria, realiza así un negocio redondo, porque además de generar energía que vende a los consumidores, cobra a las autoridades italianas 139,81 euros por tonelada de basura que les gestiona. Y en el acuerdo entre ambas partes está previsto que se transporten hasta 70.000 toneladas a lo largo de este año.
Paquetes de espaguetis
Así, la falta de hábitos cívicos y conciencia ambiental de los romanos le costará a la ciudad un mínimo de 9,8 millones de euros, cifra que no incluye los considerables costes del transporte de la basura a través de los Alpes, para librarse de unos residuos que, convenientemente separados y tratados, podrían adquirir un valor económico y crear puestos de trabajo para la deprimida economía italiana. O, por lo menos, producir electricidad.
Dado que los residuos llegan sin clasificar, ello supone el peligro de que entre ellos haya mezclados materiales tóxicos o peligrosos. “Hay unos cuantos paquetes de espaguetis más, pero esa es la única diferencia con respecto a la basura de Austria”, bromea Stefan Zach, portavoz de EVN.
"Una de las causas del problema es la cantidad descomunal de basura que se genera per cápita en Roma. La gente está reciclando cada vez mejor, pero a la vez descarta mucho más", explica Antonio La Spina, profesor de sociología y políticas públicas de Roma en la Universidad LUISS.
El modelo de recogida selectiva para el reciclaje fracasa en la capital italiana
Limpiar Roma fue una de las promesas electorales de la alcaldesa Virgina Raggi, del Movimiento 5 Estrellas fundado por el cómico Beppe Grillo, elegida va a hacer ahora un año. Su polémico jefe de filas ha tratado de eludir las críticas afirmando que las fotos que publicaban miles de romanos indignados, como los de la plataforma Roma fa schifo (Roma da asco) "eran falsas". Pero su alcaldesa se ha visto desbordada por un problema que se ha llegado a considerar como una "emergencia". Para tratar de obtener un rédito electoral, el Partido Demócrata que lidera el ex primer ministro Matteo Renzi movilizó el domingo a varios miles de ciudadanos para limpiar de forma voluntaria sus barrios.
Una de las estrategias utilizadas por Raggi para tratar de reducir la acumulación de basura en las calles fue tratar de trasladarla a vertederos de otras localidades de la región del Lazio de forma provisional, pero eso puso en pie de guerra a los municipios que rodean a la capital, que genera el 50% de los residuos regionales. En los últimos días, hasta 4.000 operarios han estado trabajando por turnos las 24 horas del día para intentar adecentar la mayor área municipal europea, pero el problema sigue siendo qué hacer con las bolsas que retiran de las calles.
El tema de la suciedad de Roma llegó a merecer un reciente artículo de opinión en The New York Times, donde se afirma que en la ciudad "hay basura en casi todas partes" y que "la situación es peor y más desmoralizadora que nunca porque los romanos eligieron el año pasado a una nueva y joven alcaldesa de un joven y nuevo partido político que se había comprometido a cambiar las cosas".
"No es sólo la basura. Es la profusión de vendedores ambulantes sin licencia. La revuelta de las malas hierbas salvajes. El transporte público errático. La carrera de obstáculos de los coches aparcados donde no deberían estar. Los bultos y socavones en las calles sin reparar", prosigue el artículo.
Esta clase de críticas a nivel internacional son las que más han influido en las autoridades locales de una de las ciudades más visitadas del mundo y en la que la iniciativa privada financió en los últimos años costosas operaciones de limpieza y restauración de monumentos como el Coliseo, la plaza de España y la Fontana di Trevi. "Ningún otro país en Europa tiene una capital en estas condiciones", subrayan en Roma fa schifo.
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