De forma algo arbitraria, la guerra de Darfur (2003-2009) fue considerada por los medios de comunicación como el primer conflicto bélico provocado por razones climáticas. Con seguridad, a lo largo de la historia había habido muchos otros enfrentamientos armados cuyas causas obedecieron total o parcialmente a fenómenos meteorológicos y ambientales. La guerra civil de Siria, que desangra a este país mediterráneo desde 2011, es sin duda uno de ellos.

En cinco años, la violencia ha provocado en Siria al menos 250.000 muertes según evaluaciones de la ONU. El Centro Sirio para la Investigación Política (SCPR, en sus siglas en inglés) eleva la cifra a 470.000, y afirma que un 11,5% de la población ha resultado ya muerta o herida. Además, un 45% de los sirios se han visto obligados a abandonar sus hogares y a engrosar las millonarias filas de los refugiados o desplazados. Cientos de miles de ellos vagan por Europa pidiendo un asilo que el mundo rico les deniega. La Unión Europea los devuelve ahora a Turquía. 

Cinco años de sequía acabaron con el 75% de las cosechas y el 85% del ganado

Durante los últimos 20 años, Siria ha sufrido 10 de los 12 inviernos más secos del último siglo. Las enormes pérdidas en cultivos y ganado provocadas por cinco años seguidos de sequía, que se cebó especialmente en el nordeste del país, hundieron a entre dos y tres millones de personas, una décima parte de la población, en una situación de máxima pobreza hacia 2010.

Aunque la sequía afectó gravemente a más del 60% del territorio, en algunas zonas del país, como la provincia de Hassakeh, sus efectos fueron demoledores: se perdieron cerca del 75% de las cosechas y alrededor del 85% de los rebaños. En 2011, el año en que empezó la guerra, más de un millón de personas se hallaban, según las agencias humanitarias internacionales, amenazadas por una "extrema inseguridad alimentaria". Como consecuencia de ello empezó un masivo éxodo desde las zonas rurales a las principales ciudades, especialmente a la capital, Damasco.

De hecho, el cambio climático provocado por las actividades humanas desde el inicio de la era industrial es ya la primera causa de migraciones en el mundo. Solamente en aquel 2011 obligó a desplazarse a más de 40 millones de personas en todo el planeta. Según las predicciones del Alto Comisariado de las Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR), hasta 1.000 millones de personas, principalmente en países más empobrecidos, se verán forzadas a abandonar sus lugares de origen debido al endurecimiento del clima durante los próximos 50 años.

 

'El Niño' y las contiendas tropicales

 

Y el calentamiento global ha prendido las llamas de otras guerras. Diversos estudios demuestran la influencia del fenómeno de El Niño en los conflictos civiles de países tropicales desde mediados del siglo XX, y analistas como Thomas Loren Friedman, columnista de The New York Times y tres veces ganador del premio Pulitzer de periodismo, han hecho notar que cuestiones climáticas, ambientales y energéticas prepararon igualmente el terreno para el estallido de las revueltas de la primavera árabe en Tunicia, Libia o Egipto.  

La falta de agua en Siria no se debía solamente a la ausencia de precipitaciones. También el uso irresponsable del elemento durante décadas para irrigar cultivos intensivos y destinados a la exportación en zonas no propicias para la agricultura había dejado los acuíferos en unos niveles alarmantemente bajos. La escasez de líquido está convirtiendo en aún más explosiva la región de Oriente Medio: según el Instituto de Investigaciones Políticas y Desarrollo, con sede en Londres (Reino Unido), 12 de los 15 países con mayor problema de acceso al agua de todo el mundo están en ella. Y un tercio de sus habitantes tiene menos de 15 años. Un estudio militar británico augura que la población de la zona habrá aumentado un 132% para 2030.

12 de los 15 países con mayor escasez de agua del mundo están en Oriente Medio

Ciertamente, la guerra civil siria tuvo como detonante la arbitrariedad y brutalidad del régimen dictatorial de Bachar al-Assad, que heredó el gobierno del país en 2000 de manos de su padre, el no menos autoritario y violento Hafez al-Assad, quien mantuvo al país bajo su bota entre 1971 y 2000. El alentador contexto de las primaveras árabes en 2011 decidió a miles de sirios a atreverse a desafiar al poder.

E indudablemente avivaron el fuego las tensas y desequilibradas relaciones entre las numerosas y muy distintas comunidades étnicas y religiosas que existen en el país (árabes y kurdos, musulmanes suníes, alauíes, ismailíes, drusos, cristianos maronitas, ortodoxos o siríacos, entre otras). Pero no hay que desdeñar el papel jugado por el clima en la generación de las condiciones que hicieron estallar la violencia. "En los últimos años se habían producido una serie de significativos cambios sociales, económicos, ambientales y climáticos en Siria que minaron el contrato social entre los ciudadanos y el gobierno", subrayan Francesco Femia y Caitlin Werrell en un trabajo del Centro para el Clima y la Seguridad de Washington (Estados Unidos).

Y si las condiciones ambientales estuvieron en el origen de la crisis bélica siria, el conflicto dejará también un enorme impacto ecológico que se sumará como legado de esta barbarie al indecible sufrimiento de la población civil, cuya salud y bienestar se verán afectados durante años, tal vez décadas, después de que callen las armas.

 

Armamento tóxico y radiactivo

 

Los políticos hablan en ocasiones de guerras sucias, como si alguna no lo fuera. Y lo son todas, no solamente en términos de vulneración de unas supuestas reglas civilizadas que deben regir la lucha entre los contendientes (como por ejemplo, el respeto a las poblaciones civiles, o el correcto trato a los prisioneros). También son sucias en lo que se refiere a la inmensa cantidad de impactos ambientales que provocan: destrucción física de ecosistemas, muerte de millones de animales y plantas, contaminación del aire y el agua, generación de cantidades inmensas de residuos de todo tipo, derroche de combustibles fósiles con las consiguientes emisiones, dispersión de materiales bélicos tóxicos o radiactivos...

Un estudio llevado a cabo por la organización pacifista de matriz cristiana Pax for Peace, con sede en Utrecht (Países Bajos), advierte de los graves problemas de polución provocados por la destrucción de las ciudades y de la infraestructura industrial del país árabe, y de su posible impacto en la salud de la población. 

"Las instalaciones industriales, como las de los sectores químico y del petróleo, así como las plantas de energía y agua y los sistemas de alcantarillado, han sufrido graves daños" y "el análisis de los escenarios de los combates, que se basa en imágenes de satélite, monitoreo de medios sociales e informes de las agencias de la ONU, ha descubierto que ya hay graves problemas en torno a los lugares donde se almacenan y procesan los productos químicos peligrosos", señala el informe, titulado en inglés Amidst the debris (Entre los escombros).

La destrucción del 30% de las viviendas genera millones de toneladas de escombros

Además, el bombardeo de zonas residenciales ha provocado la destrucción de más del 30% de las viviendas del país. Esto ha generado millones de toneladas de escombros, algunos de los cuales contienen materiales peligrosos como el amianto y diversos metales pesados, o residuos médicos, además de los elementos tóxicos de las armas convencionales que derribaron los edificios.

El sistema de recogida de residuos se ha visto colapsado y ello "ha dado lugar a la acumulación de sólidos urbanos mezclados con residuos industriales, lo que ha incrementado la propagación de enfermedades contagiosas", prosigue el documento. El anteriormente citado informe del SCPR estima que 70.000 de las víctimas mortales del conflicto han fallecido a causa de problemas sanitarios derivados de la destrucción de las infraestructuras.  

"Los intensos ataques aéreos adicionales llevados a cabo por parte de Rusia en o cerca de Alepo, que cuenta con numerosos complejos industriales de procesamiento de productos químicos peligrosos, sólo han agravado los riesgos ambientales y de salud pública del conflicto", advierte Wim Zwijnenburg, investigador de Pax for Peace, autor del informe junto a Kristine te Pas. Como todas, la guerra de Siria seguirá matando y extendiendo el sufrimiento mucho tiempo después de que sus responsables se avengan a firmar la paz. Y los daños al medio ambiente serán en muchos casos irrecuperables.