Contra la sequía, bolas de poliestireno. Es una sorprendente receta, pero está funcionando en lugares como California, donde nació la idea hace años, o el norte de Chile, donde se está empleando con éxito desde el pasado verano la tecnología de las barrier balls (bolas barrera, también conocidas como shadow balls, bolas de sombra, o esferas de control de la evaporación). 

En Combarbalá, la empresa Aguas del Valle, que gestiona el suministro del elemento en este territorio situado a unos 350 kilómetros al norte de la capital chilena, Santiago, sufría un grave problema: la elevada tasa de evaporación de sus grandes piscinas de almacenamiento de agua potable, debido a la tremenda insolación solar, la sequedad del aire y el fuerte viento de la región. La sequía que sufre la misma desde 2010, una de las peores que se recuerdan, ha reducido las precipitaciones en hasta un 30%, empeorando enormemente la situación.

Los Ángeles ha echado 96 millones de unidades en uno de sus mayores depósitos

Para combatir la pérdida de agua evaporada, han cubierto los depósitos de bolas de poliestireno, que flotan en la superficie de las piletas. Las esferas de plástico cubren la mayor parte de la lámina de las mismas, hasta el 91% (no pueden abarcar el 100% debido unos orificios triangulares de su diseño), y evitan hasta un 80% de la evaporación. En Combarbalá echarán a la piscina un millón de unidades.

Las esferas, de color negro para absorber los rayos del Sol, tienen 530 gramos de peso y 127 milímetros de diámetro y están rellenas de agua potable. Cada una de ellas está hecha de una sola pieza. Están formadas por tres capas de polietileno de alta densidad y de calidad alimentaria sobre las que se extiende otra con protectores contra los rayos ultravioleta, sustancias alguicidas y antioxidantes, para alargar todo lo posible su vida útil, que es de unos 15 años.

“Se trata de un sistema de cubierta flotante y permeable que disminuye el intercambio de masa y calor entre el líquido y el ambiente, con lo que reduce la evaporación. Además, resiste vientos de 200 kilómetros por hora, lo cual resulta importante en zonas situadas en lugares desérticos y con temperaturas extremas”, precisa Cristóbal Rodillo, ingeniero y directivo de la empresa chilena Exma, que comercializa las bolas en el país suramericano.

Para cubrir un metro cuadrado de lámina de agua se necesitan 71 bolas, que cuestan unos 23 euros. El proyecto de Combarbalá se desarrollará en varias etapas sobre cuatro grandes tanques de agua. La primera se inició en octubre pasado en dos piscinas que suman 4.000 metros cuadrados y que requirieron de 287.345 esferas. Cuando se complete, a lo largo de este año, cubrirá 14.000 metros cuadrados con 1.005.708 esferas.

Sustancias carcinógenas

El sistema se adapta a la disponibilidad de agua en cada momento. "Cuando el depósito está a medias y se reduce la superficie, las esferas se montan unas sobre otras, a diferencia de otros dispositivos que se quedan pegados a las paredes sin agua", señala el ingeniero sobre el método que ha aplicado, que proporciona a la superficie de los tanques un raro aspecto de piscina de bolas de las de los parques infantiles.

En California, estado norteamericano que lleva cuatro años sufriendo también una desesperante falta de precipitaciones, se han desplegado este verano nada menos que 96 millones de bolas en uno de los mayores depósitos de agua de Los Ángeles. Pero “las esferas de Los Ángeles fueron instaladas principalmente para aislar el agua de la luz solar y evitar una reacción química no deseada. Sería una forma muy costosa de reducir la evaporación de un depósito”, opina Jay R. Lund, director del Centro de Ciencias del Agua y profesor de ingeniería de la Universidad de California.

Según el director de Operaciones de Agua del Departamento de Agua y Energía de la mayor ciudad californiana, Richard Harasick, el concepto se inspiró a partir en un sistema de defensa contra los pájaros empleado en los aeropuertos comerciales: las bolas se utilizan para cubrir depresiones llenas de agua y zonas húmedas alrededor de las pistas para desalentar a las aves acuáticas de instalarse en ellas.

La idea surgió de un sistema empleado en los aeropuertos para ahuyentar a las aves

El depósito californiano, situado en Sylmar, de una capacidad de 11.000 millones de litros, suficientes para dar de beber a la ciudad durante más de tres semanas, tiene una superficie de 175 acres –casi tres cuartos de millón de metros cuadrados– y construir sobre él una cubierta hubiera tenido un coste de no menos de 300 millones de dólares (unos 275 millones de euros), aseguran las autoridades del estado. Las bolas han salido por algo menos, pero tampoco son baratas: unos 30 millones de euros.

Así que se optó por este sistema para evitar que la acción solar desencadene reacciones químicas no deseadas en el agua –la combinación del cloro con la actividad de algunas algas genera bromatos, sustancias carcinógenas–, para disuadir a la fauna de acercarse a la misma y contaminarla con sus heces –evitando el uso de desinfectantes por valor de millones de dólares– y también, aunque no es el objetivo principal, para reducir la evaporación –se estima que el agua no evaporada, más de 1.000 millones de litros al año, dará para abastecer a unas 8.000 personas al año–. En 2009 ya se habían tirado tres millones de bolas en la reserva de agua Ivanhoe, en el lago Silver.

Sin embargo, especialistas como Soni Pradhanang, profesor de Calidad del Agua en la Universidad de Rhode Island, consideran un error este método que, a su juicio, al cubrir la superficie con bolas negras que absorben el calor, contribuirá a crear un efecto de "manta térmica" que favorecerá la proliferación de bacterias.

Las autoridades australianas se plantearon aplicar un sistema similar en la reserva de agua de los lagos de Menindee, en Broken Hill, Nueva Gales del Sur, muy afectada también por la evaporación. Pero dado que se trata de un embalse de una superficie de 47.500 hectáreas, el coste resultaría prohibitivo.

Para proteger las reservas hídricas de la zona, la recién graduada ingeniera de la Universidad de Nueva Gales del Sur Eliza Mooring ha propuesto el uso de botellas de plástico recicladas como una manera sencilla y barata de formar una barrera en las pequeñas presas de las granjas del territorio. Afirma que este método puede llegar a reducir la evaporación hasta en un 70%. Ya hay granjeros interesados en la idea y en breve podría llevarse a cabo una prueba piloto para demostrar la viabilidad de la misma.