Sin embargo, una portavoz de la compañía neozelandesa se apresuró a aclarar que los vuelos chárter sólo transportarán a equipos científicos, que no se venderán billetes al público en general y que en ningún caso se propone ni ahora ni en el futuro fletar vuelos comerciales a la Antártida.
Desde los años 70 se realizan vuelos escénicos que, procedentes de aeropuertos australianos o neozelandeses, sobrevuelan el continente helado antes de regresar sin tocar tierra a sus lugares de origen. Uno de ellos, un DC-10 precisamente de Air New Zealand, se estrelló en noviembre de 1979 en el monte Erebus, un volcán activo antártico de 3.794 metros, en un accidente que causó la muerte a sus 257 ocupantes.
Algunos aviones comerciales con turistas procedentes del extremo sur americano sí toman tierra en aeródromos de las islas Shetland del Sur, situadas a unos 120 kilómetros de la península antártica, y cuya soberanía reclaman Argentina, Chile y el Reino Unido, aunque el Tratado Antártico de 1959 no otorga validez a dichas demandas.
El año pasado visitaron algún punto de la geografía antártica unos 35.000 turistas
El acuerdo internacional, suscrito por Argentina, Australia, Bélgica, Chile, Francia, Japón, Nueva Zelandia, Noruega, Sudáfrica, la desaparecida Unión Soviética (cuya representación heredó Rusia), el Reino Unido y Estados Unidos, considera la Antártida un patrimonio universal a preservar donde sólo pueden desarrollarse actividades pacíficas, especialmente científicas, y nunca de tipo comercial.
El pasado verano, unos 35.000 turistas visitaron algún rincón antártico. En su inmensa mayoría se inscribieron en cruceros que navegan alrededor de las Shetland del Sur, las Georgias del Sur y la región de la península, la zona de la Antártida más cercana a otro continente, en este caso América. Los precios superan los 2.000 euros para viajes de cuatro o cinco días desde las ciudades más meridionales de Argentina y Chile.
Sin embargo, algunas agencias especializadas ofrecen viajes al interior del continente mismo, e incluso al Polo Sur geográfico, donde se unen todos los meridianos terrestres, y donde se halla la base norteamericana Amundsen-Scott. Los precios de estas expediciones pueden llegar a superar los 40.000 euros.
En la Antártida existen una veintena de aeropuertos, aunque ninguno de ellos dispone de instalaciones para la acogida de viajeros como las habituales en los aeródromos convencionales.
Como una pista nevada
Los vuelos de Air New Zealand serían operados con los aviones habituales de la compañía, del modelo Boeing 767-300, y podrían transportar a 200 personas. La portavoz Marie Hosking explicó que, para los mismos, aterrizar en una pista de hielo no sería muy distinto a hacerlo en una pista normal de cemento cubierta de nieve seca, como sucede a menudo en numerosos aeropuertos del mundo.
Los aviones, el primero de los cuales podría partir el 5 de octubre, despegarían de la ciudad de Christchurch y aterrizarían en la plataforma de hielo de Ross, una zona de hielo flotante de 487.000 kilómetros cuadrados de superficie y 800 kilómetros de longitud, tras un viaje de unas cinco horas.
Los aparatos podrían regresar sin necesidad de repostar, dado que la disponibilidad de combustible en el continente está muy limitada debido a su condición de espacio protegido. Si el primer viaje se realiza con éxito, se pretende realizar otros dos durante el próximo verano antártico.
Para el portavoz del ministerio de Exteriores neozelandés, Stephen Parker, el inicio de estos vuelos no supone ninguna contradicción con el respeto al actual status de la Antártida “como reserva natural destinada a la ciencia y la paz”.
Las negociaciones para limitar las emisiones de la aviación mundial siguen estancadas
El anuncio de la aerolínea se produce pocos días antes de que se reúna en Montreal (Canadá) la asamblea trienal de la Organización Internacional de la Aviación Civil (ICAO, en sus siglas en inglés, dependiente de la ONU), en la que debería alcanzarse un acuerdo mundial para reducir el cada vez mayor impacto de la aviación comercial sobre el cambio climático, tema excluido expresamente del Protocolo de Kioto de 1997.
Se estima que la aviación civil es responsable de entre el 2 y el 3% de las emisiones globales. Un grupo de trabajo formado por 17 países quedó estancado en mayo en sus discusiones sobre diversos puntos clave como: si los estados o aerolíneas serían responsables de pagar por sus emisiones, cómo contabilizar las emisiones de la aviación de un país y si los estados menos desarrollados deberían tener objetivos diferentes de los más ricos.
La UE ya aprobó una normativa para que todas las compañías paguen por cada tonelada de gases emitidos en vuelos a y desde aeropuertos europeos, pero tuvo que suspender su aplicación, prevista para este año, ante las presiones de Estados Unidos, Rusia, China y la India, que insinuaron el estallido de una guerra comercial. China llegó a amenazar con paralizar toda compra de aviones europeos Airbus.
La ICAO ha reducido a tres las posibles opciones para resolver el problema: un marco de compensación obligatoria, una retribución preceptiva que recaudaría fondos para financiar medidas conjuntas contra el cambio climático y un marco mundial de comercio de emisiones similar al mercado de carbono de la Unión Europea. Mientras, el número de vuelos no deja de crecer, y ahora llegarán incluso a la Antártida.