El estudio, publicado en la revista Science Advances, calcula en unos 361.900 el número de gorilas occidentales de llanura (Gorilla gorilla gorilla) y en unos 128.700 el de chimpancés centrales (Pan troglodytes troglodytes), nuestro pariente vivo más próximo.
Sobreviven 360.000 gorilas de llanura y 160.000 chimpancés centrales
Los resultados de esta investigación resultan especialmente importantes porque se trata de las dos subespecies de grandes simios con mayores poblaciones del mundo: suponen el 99% de todos los gorilas y un tercio de todos los chimpancés de África. Y aunque ofrecen unas cifras alentadoras y sensiblemente superiores a las que la ciencia había estimado en los últimos tiempos, no disipan sin embargo las dudas y temores sobre el futuro a medio y largo plazo de estos animales, que siguen clasificados como en Peligro Crítico en la Lista roja de especies amenazadas de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza.
Aunque mucho más dramática es la situación del resto de especies de gorilas, de los que quedan apenas 3.600 gorilas de tierras bajas orientales o de Grauer, solamente 800 gorilas de montaña y unos escasísimos 200-300 gorilas Cross River.
El estudio ha concluido que las poblaciones de gorilas caen un 2,7% anual, y que como el 80% de gorilas y chimpancés se hallan fuera de las áreas naturales protegidas (aunque siempre cerca de ellas, y lo más alejados posible de las concentraciones humanas), esto los pone al alcance de miles de cazadores furtivos que los persiguen para satisfacer el tráfico ilegal de animales vivos o de trofeos, o mucho más frecuentemente como comida.
Víctimas del Ébola y el aceite de palma
Además de la caza, el principal peligro que acecha a los grandes simios es la desaparición a un ritmo alarmante de los hábitats boscosos donde habitan, en gran medida para sustituirlos por plantaciones para producir aceite de palma. Y también merman sus poblaciones enfermedades contagiosas como la causada por el letal virus del Ébola, que también se transmite a los humanos, y que puede acabar con el 90% de los ejemplares de un territorio en seis meses.
Aunque queden bastantes, la tasa de desaparición (nada menos que un 20% de estos grandes simios han muerto desde 2010) y su lento ritmo reproductivo (las hembras tardan 11-12 años en alcanzar la madurez y paren solamente una vez cada cuatro años) juegan en su contra. "Lleva mucho tiempo crear 'copias de seguridad' de las poblaciones", señala Fiona Maifels, de la WCS.
La investigación, en la que han participado medio centenar de expertos internacionales, ha sido el resultado de 10 años de inspecciones a pie por las zonas que habitan estos animales, y sus autores atribuyen las mejores cifras obtenidas a un perfeccionamiento de la metodología, nuevos datos de áreas que no se habían incluido anteriormente y a predicciones de cifras en áreas ubicadas entre los diferentes lugares de muestreo recorridos.
La investigación rastreó a pie una extensión de selva húmeda similar a la de Francia
El estudio, titulado Armas, gérmenes y árboles determinan la densidad y la distribución de los gorilas y los chimpancés en el África Ecuatorial Occidental, revisó a fondo 59 parajes habitados por los grandes simios en cinco países entre 2003 y 2013, dedicando un total de 61.000 días/persona de trabajo de campo. En total se recorrieron más de 9.000 kilómetros en busca de las camas que una y otra especie se construyen cada noche en los árboles para descansar sobre un lecho de hojas. El área cubierta, limitada naturalmente por el océano Atlántico y los ríos Congo y Ubangi, que supone un cuarto del total del hábitat del gorila (y que coincide con la zona habitada por el chimpancé), tiene una extensión similar a la de Francia.
Los autores del trabajo destacan que “los gorilas y los chimpancés se encuentran en densidades más altas donde el bosque está intacto, las leyes de la vida salvaje se aplican, la influencia humana es baja y los efectos de las enfermedades han sido también bajos”. Además, estos animales ayudan a preservar y extender su hábitat al diseminar miles de semillas, por lo que su desaparición es dañina para el resto del ecosistema que habitan.
Cuando los cazadores atacan a un grupo, el macho dominante les hace frente y suele acabar abatido. En su ausencia, el macho que lo sustituye suele matar a las crías del anterior líder para procrear con las hembras, lo que multiplica las pérdidas de efectivos. "Los chimpancés, que pasan más tiempo en los árboles, no son tan heroicos: son más listos y se escabullen muy silenciosamente", comenta Maifels.
"Estos hallazgos pueden ayudar a perfeccionar las estrategias de control nacionales y regionales para salvaguardar el hábitat que aún se conserva, aumentar los esfuerzos contra la caza furtiva y reducir los efectos del desarrollo humano sobre los grandes simios y otros animales salvajes", considera Samantha Strindberg, autora principal del artículo.
“Todos los grandes simios, ya vivan en África o Asia, están amenazados por la caza furtiva, especialmente por el mercado de carne. Nuestro estudio ha descubierto que los simios podrían vivir seguros, y aumentar sus poblaciones, en zonas vigiladas más que en aquellas que no tienen protección”, ha comentado David Greer, del Fondo Mundial para la Vida Salvaje (WWF en sus siglas en inglés), la mayor organización conservacionista del mundo, que participó en el estudio.