Y, finalmente, ardió. El incendio desatado en la madrugada del pasado viernes en el cementerio de neumáticos ilegal de Seseña (Toledo) era más que previsible. De forma ya controlada, las llamas siguen a día de hoy quemando las ruedas que se amontonan desde la década de 1990, a lo largo y ancho de casi 10 hectáreas. Y lo harán durante al menos una decena de días más, hasta que se consuma totalmente el combustible, según informan las autoridades competentes. Todo parece indicar que el incendio fue intencionado.
Se trata del vertedero de neumáticos más grande de Europa: tenía cinco millones de ruedas, unas 70.000 toneladas. La mancha negra, perfectamente visible por medio de Google Maps (coordenadas 40.135053 y -3.679096), se extiende junto a la carretera Nacional-IV y está situada a menos de medio kilómetro de El Quiñón, la mayor urbanización de España impulsada por un solo promotor, que el anterior alcalde autorizó (después de recibir presuntamente varios sobornos) al empresario Francisco Hernando Contreras, más conocido por su alias El Pocero. La montaña de neumáticos también ocupa terrenos del municipio madrileño de Valdemoro.
Existen una quincena de depósitos de estas características en nuestro país
Los 9.000 habitantes de El Quiñón fueron evacuados en un primer momento. A las pocas horas, pudieron volver a sus casas, donde hasta ayer debían permanecer con las ventanas y las persianas cerradas y el aire acondicionado apagado. Porque, aunque el neumático está compuesto hasta en un 60% de caucho artificial –la presencia del natural es prácticamente residual debido a su alto coste–, las ruedas de los automóviles también contienen textiles, acero, plásticos y diferentes compuestos químicos, como azufre o carbono. Esta mezcla de materiales los convierte en caso de incineración en altamente contaminantes.
“Si se llegase a quemar todo, se alcanzarían unas emisiones de partículas de menos de 10 micras, PM10, de nada menos que 7.945 toneladas, mientras que de compuestos orgánicos volátiles y semivolátiles se emitirían otras 1.470 toneladas. Por su parte, las emisiones de hidrocarburos aromáticos policíclicos, HAP (incluido el cancerígeno benzoalfapireno, BaP) llegarían a 238 toneladas. Estas cantidades son descomunales. Baste decir que este incendio arrojaría el 6,5% del total de emisiones de partículas inventariadas en España durante todo un año (122.190 toneladas en 2014). Por otro lado, solo este incendio, podría emitir a la atmósfera tantos HAP como a lo largo de un año en todo el país (265 toneladas se registraron en 2014). Un completo desastre”, expone Ecologistas en Acción.
La organización ecologista lleva años alertando de las consecuencias “catastróficas” de un posible incendio en el vertedero de neumáticos, un material muy difícil de apagar y que genera gran cantidad de humo nocivo. Ahora, aconseja, basándose en las recomendaciones de la agencia medioambiental estadounidense (EPA, en sus siglas en inglés), que las zonas más afectadas por el siniestro permanezcan desalojadas mientras duren las tareas de extinción del fuego y de limpieza. No lo consideran así las autoridades competentes.
El vertedero ilegal de neumáticos de Seseña es uno de los 15 depósitos de estas características que existen en España (aunque ningún otro es tan grande), puesto que antes de 2003 la ley no regulaba el destino de las ruedas usadas y éstas terminaban amontonadas en el entorno. En 2003, y en aplicación de una directiva de la Unión Europea aprobada en 1999, España prohibió el depósito de los neumáticos usados en vertederos. En 2006 esta prohibición se reforzó con toda clase de vertido o incineración sin valoración energética de los neumáticos fuera de uso (NFU), fueran enteros o troceados.
Lenta e inútil actuación
La gestión medioambiental de los NFU viene sufragada por el comprador, que paga una media de 1,77 euros por cada nueva rueda para financiar su tratamiento sostenible una vez acabada su vida útil. Sirven como material para asfalto de carreteras, pavimento para parques infantiles o se reconvierten en productos más o menos artesanales como bolsos o zapatos. No obstante, el reciclaje no es capaz de absorber el exceso de ruedas usadas.
En el caso del vertedero ilegal de Seseña, el problema se remota a finales de los años 90 del pasado siglo. La empresa Disfilt S.A., cuyo dueño, Victorino Villadangos, desapareció tras ser condenado en 2009 a tres meses de prisión por un delito de desobediencia y contra el medio ambiente, empezó a depositar las ruedas sin contar con ninguna licencia. Un juzgado declaró ilegal la actividad ya en 2003. Disfilt acumuló sanciones por valor de 600.000 euros, pero se siguieron amontonando neumáticos en la zona al menos hasta 2011.
El comprador paga unos 1,77 euros por cada rueda para su tratamiento sostenible
En 2011, el Ayuntamiento de Seseña consiguió que la parcela fuera decretada “bien abandonado” para poder hacerse cargo de la retirada de los neumáticos: las administraciones ya podían iniciar el desmantelamiento de las montañas de caucho. Para tal actividad, el consistorio firmó dos contratos: primero, con la empresa senegalesa Gie Reboot Corporation, tal y como ha destapado el diario El Mundo, y más tarde con la empresa valenciana Desechos y Gestión de Ruedas Iberia. Ninguna de las dos fue capaz de prestar el servicio contratado.
En febrero de 2016, el Ayuntamiento de Seseña rescindió, de mutuo acuerdo con la empresa, el contrato para desbloquear la situación. El Ministerio de Medio Ambiente y las consejerías de Medio Ambiente de Madrid y de Castilla-La Mancha ya tenían vía libre para adoptar la solución y pretendían conseguirla mediante las empresas públicas estatales TRAGSA y EMGRISA.
Según declaraciones posteriores al incendio del presidente de Castilla-La Mancha, el socialista Emiliano García-Page, la solución conjunta "ya estaba en marcha", pero de ahora nada sirve. El PP y el PSOE de Castilla-La Mancha, partidos que han gobernado la región en los últimos años, se han culpado mutuamente, y también a la justicia, de la lenta, oscura y, a la vista está, inútil actuación para resolver el problema del cementerio de neumáticos. Mientras los corresponsables del incendio están ocupados en el “y tú más”, los habitantes de Seseña y Valdemoro siguen respirando los humos tóxicos.