De forma totalmente deliberada, decenas de miles de coches han estado circulando por nuestras ciudades y carreteras durante años contaminando más de lo permitido (y de lo admitido) porque el grupo automovilístico alemán Volkswagen ha falseado los controles de emisiones de algunos modelos. El caso es una de las mayores estafas medioambientales de la historia, de la que, de momento, apenas conocemos la punta del iceberg.
El 18 de septiembre, la Agencia de Protección Medioambiental (EPA) de Estados Unidos y el estado de California levantaron la liebre, a raíz de un estudio realizado por investigadores de la Universidad de Virginia Occidental en colaboración con la ONG International Council on Clean Transportation.
Las autoridades estadounidenses acusaron a Volkswagen y Audi, marca del mismo grupo, de manipular los informes sobre las emisiones contaminantes de una gran parte de sus modelos. Según la EPA, las emisiones de óxido de nitrógeno (NOx) de algunos vehículos eran 40 veces superiores al límite permitido en Estados Unidos. Esta sustancia es una de las causantes de las nubes de polución que cubren las ciudades y es nociva para la salud, pues provoca problemas respiratorios.
El fabricante alemán ha instalado en unos 11 millones de coches un 'software' trampa
"El uso de un ‘dispositivo de desactivación’ en los coches para violar la Clean Air Act [Ley del Aire Limpio, legislación estadounidense al respecto] es ilegal y una amenaza para la salud pública", afirmó Cynthia Giles, de la EPA. "Trabajando en estrecha colaboración con las autoridades californianas, la EPA se ha comprometido a garantizar que todos los fabricantes de automóviles jueguen con las mismas reglas", añadía.
Volkswagen ha instalado en 11 millones de vehículos equipados con motores diésel TDI de cuatro cilindros un programa informático capaz de detectar cuándo los mismos están siendo analizados y disminuir sólo en ese momento la emisión de gases contaminantes. Mientras, en condiciones normales, los coches circulan con unos niveles de contaminación ilegales. Hasta ahora, según la EPA, han sido trucados los modelos Volkswagen Jetta, Golf, Beetle, Passat y Touareg de 2014; los Audi A3, A6 Quattro, A7 Quattro, A8L y Q5 y el Porsche Cayenne de 2015.
De los 11 millones de vehículos con el software trampa que circulan por todo el mundo, 683.626 lo hacen por España, según admite Volskwagen. De éstos, 257.479 corresponden a la marca Volkswagen, 221.783 a Seat, 147.095 a Audi, 37.082 a Škoda y 20.187 a Volkswagen Vehículos Comerciales.
Por si manipular las emisiones de óxido de nitrógeno no fuera suficiente, el mayor fabricante de automóviles del mundo tuvo que volver a dar explicaciones a principios de noviembre por haberse detectado “irregularidades inexplicables” en las emisiones de dióxido de carbono de al menos 800.000 coches, unos 98.000 de ellos con motor de gasolina. En los últimos días, el grupo automovilístico ha rebajado la cifra a 430.046 unidades.
El escándalo, lejos de ir a menos, incorpora nuevos capítulos e incluye además de los motores diésel a los de gasolina, cuyas emisiones se asocian directamente al cambio climático y sirven de criterio para acceder a las ayudas gubernamentales. De los nuevos 800.000 vehículos manipulados, unos 50.000 fueron vendidos en España y son de las marcas Volkswagen, Audi, Porsche, Seat, Škoda, Ducati, MAN, Bugatti, Lamborghini, Scania y Bentley.
Falta de voluntad
El nuevo director ejecutivo de VW, Matthias Müller, designado después de la dimisión de Martin Winterkon como consecuencia del escándalo, no se ha cansado de asegurar que los vehículos afectados son “totalmente seguros y aptos para la circulación” y ha anunciado que la empresa asumirá todos los costes necesarios para arreglarlos, incluyendo la devolución de las posibles ayudas que por los programas PIVE [de subvenciones a vehículos menos contaminantes] hayan podido recibir los clientes. Pero puede tener problemas para disponer del suficiente dinero: la reputación y el valor bursátil del grupo no dejan de caer tras cada nueva revelación. Y varios países ya han empezado a tomar medidas para sancionar a sus empresas.
Tras varias semanas de silencio del resto de fabricantes de automóviles –no se han pronunciado ni para echar más leña al fuego ni para desmarcarse del timo–, el gobierno de Alemania, mediante la Oficina Federal de Vehículos Motorizados (KBA), informó hace unos días que ha detectado valores de emisiones de gases contaminantes muy por encima de lo permitido en automóviles de otros grupos del sector.
La contaminación del aire provoca la muerte prematura de 400.000 europeos al año
La KBA no especifica qué marcas o modelos son los afectados de los más de 50 que ha analizado, pertenecientes a las principales compañías alemanas, Volkswagen, BMW y Daimler, y de otras extranjeras, como Mazda, Ford, Nissan y Hyundai, porque la investigación todavía está abierta y la administración está en conversaciones con las mismas, tal y como argumenta en un comunicado.
Además del engaño a consumidores, gobiernos e inversores, el grupo germano ha puesto en peligro la salud de los ciudadanos, especialmente la de los europeos, pues la UE es su principal mercado. La contaminación del aire produce la muerte prematura en el continente de más de 400.000 personas cada año. A nivel mundial, podrían ser unos siete millones, según estima la Organización Mundial de la Salud (OMS), que confirma que la polución atmosférica “constituye en la actualidad, por sí sola, el riesgo ambiental para la salud más importante del mundo”.
El caso Volkswagen revela la falta de voluntad de los fabricantes de cumplir las estrictas medidas de la legislación europea para limitar las emisiones de sus vehículos, unas normas por otra parte poco realistas y con demasiadas lagunas que, para ser fielmente respetadas, requerirían de grandes inversiones que las compañías no están dispuestas a realizar. La organización Transport & Environment (T&E) desvela que, en Europa, la diferencia entre las cifras de emisiones oficiales y las reales ha aumentado del 8% en 2001 al 31% en 2012 y al 40% en 2014, y denuncia los abusos por parte de los fabricantes de automóviles y el fracaso de los reguladores de la UE.
El engaño también pone de manifiesto la displicencia de la UE, que lleva años teniendo conocimiento de la poca fiabilidad de las pruebas que ha establecido sin tomar ninguna medida al respecto. Mientras, Bruselas enarbola la bandera de la lucha contra la pésima calidad del aire de las urbes.