La humanidad sigue avanzando en su camino de no retorno hacia la modificación total del planeta. Un estudio ha comparado el territorio ocupado por autopistas y carreteras con el espacio aún libre de ellas. El resultado es peor del que se esperaba: las zonas salvajes donde resiste la biodiversidad se encuentran partidas en medio millón de porciones, algunas de ellas reducidas a menos de un kilómetro cuadrado.
La investigación fue publicada en octubre en la revista Science y se ha basado en el estudio de planos de contenido abierto en los cuales se pueden ver el número y extensión de las carreteras en el mundo, además de su tipo y uso, junto con otros datos. Aunque para ello se han utilizado los mejores mapas disponibles, el director de esta iniciativa, el profesor Pierre Ibisch, de la Universidad para el Desarrollo Sostenible de Alemania, reconoce que la situación sea probablemente mucho peor que la que estos presentan, ya que muchas nuevas vías de comunicación en lugares como Borneo (la gran isla compartida por Indonesia, Malasia y Brunei que es uno de los rincones de más rica biodiversidad del mundo) no han sido cartografiadas todavía.
Aunque el 80% del globo sigue libre de calzadas, sólo un tercio es aún salvaje
Los investigadores sumaron a la superficie pavimentada de todas las calzadas registradas una zona colchón de un kilómetro a ambos lados, considerada también afectada por la carretera (un añadido conservador, consideran los científicos) y de esta forma han construido un mapa de las zonas libres de carreteras. La intención del estudio era conseguir cuantificar estas zonas, que normalmente no reciben ninguna atención académica. Algunos de los puntos que se han investigado han sido su estatus actual, su calidad ambiental y la extensión de áreas sin calzadas ya incluidas en espacios protegidos.
La sorpresa llegó cuando los investigadores descubrieron que, aunque en torno a un 80% de la superficie terrestre sigue sin carreteras, “esta área está fragmentada en 600.000 porciones aproximadamente, más de la mitad de las cuales son menores de un kilómetro cuadrado”.
Por otro lado, el estudio también ha destacado que sólo un 7% de estas fracciones superan los 100 kilómetros cuadrados. De hecho, únicamente un tercio del total de áreas sin carreteras son verdaderamente salvajes, ya que la mayoría están afectadas por la actividad de las personas en general, y muy particularmente por la agricultura. Además, el estudio alerta que “la protección de las zonas sin calzadas es insuficiente, lo que puede llevar a la degradación de los restantes territorios salvajes”. Actualmente se calcula que sólo un 5% de estas zonas está protegido.
Aire y agua limpios
Estos reductos de naturaleza son muy importantes porque constituyen un refugio clave para la vida salvaje y proveen a la humanidad de aire y agua limpios, además de almacenar una gran cantidad de CO2. El problema de que se sigan construyendo carreteras sin control es que las personas cada vez podrán llegar a lugares más remotos donde potencialmente podrán afectar a la fauna y flora del lugar, degradando los ecosistemas y diezmando la biodiversidad.
Precisamente esta es una de las causas de la extinción de especies: los cazadores cada vez tienen más fácil acceso a los animales, ya sea para matarlos para conseguir alimento, como trofeo o para vender partes de los mismos. Las carreteras también permiten otras actividades como la minería, la industria maderera (sobre todo la ilegal), las nuevas infraestructuras y la colonización humana en general.
Desde 1993, el ser humano ha afectado otros 3,3 millones de kilómetros cuadrados
Y la tendencia es a empeorar. Las previsiones dicen que para el 2050 la longitud de las carreteras que surcan el globo aumentará más de un 60%, lo cual podría reducir las actuales zonas libres de ellas de forma dramática. El estudio señala que los espacios más grandes sin calzadas son los bosques de la Amazonia e Indonesia, además de los de Rusia y Canadá. En cuanto a Europa Occidental, Japón y Estados Unidos, los científicos descubrieron que virtualmente se han quedado sin zonas salvajes que no se vean atravesadas por carreteras.
En setiembre se publicó otro artículo en la revista Current Biology que ponía de manifiesto las grandes pérdidas que habían sufrido los espacios naturales salvajes en los últimos años. Desde 1993 hasta hoy, 3,3 millones de kilómetros cuadrados de naturaleza (una superficie similar a la de Chile y Argentina juntas) han sido afectados en mayor o menor medida por el hombre, lo cual es una extensión mucho mayor de la que esperaban los científicos.
Prácticamente un tercio de esta pérdida se concentra en los bosques del Amazonas, una reserva importantísima de biodiversidad, y otro 14% se registra en África Central, otra reserva fundamental para la vida, y la región donde viven gorilas y chimpancés, nuestros parientes más cercanos. En octubre, el Fondo Mundial para la Naturaleza (WWF, en sus siglas en inglés) y la Sociedad Zoológica de Londres publicaron un informe alertando de que el número de especies animales podría verse reducido hasta dos tercios en 2020 si no se frenaban la desforestación y otros factores.
El profesor Ibisch reivindica que “mientras que las carreteras se siguen expandiendo, hay una necesidad urgente de crear una estrategia global para la conservación, restauración y control efectivo de las áreas sin carreteras y sus ecosistemas”. Y avisa de la importancia vital de estas zonas: “Urgimos a los gobiernos que eviten construir carreteras costosas en áreas remotas, porque sería ecológicamente desastroso”. Las carreteras no son siempre sinónimo de progreso.
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