Estas cifras contrastan fuertemente con los 32 grandes siniestros, 12.562 fuegos en total y 180.632 hectáreas de 2012, el peor año de la última década. La media entre enero y finales de agosto de los años que van entre 2003 y 2012 arrojaba la cifra de 12.400 incendios, 24 de ellos grandes, y 100.685,32 hectáreas afectadas. El peor año en superficie calcinada fue 2005, con 155.019 hectáreas, pero 2006 registró más incendios grandes, nada menos que 52. En 2008 y 2010, en cambio, sólo hubo 6 de éstos.
La media de la década fue de 24 siniestros grandes y 100.000 hectáreas al año
La pasada primavera fue una de las más húmedas en más de medio siglo. Ello permitió acumular humedad tanto a los suelos como a la vegetación. Y la misma no sólo se conservó más tiempo gracias a un estío que, aunque caluroso, no registró fuertes olas de calor, sino que se acrecentó en muchos lugares gracias a las tormentas de verano.
Esta combinación favorable de factores meteorológicos ha permitido un año benigno para nuestros bosques, a diferencia del anterior, en el que, además, las llamas se cebaron en espacios de la Red Natura 2000. El 95% de los grandes fuegos del año pasado afectaron a espacios naturales protegidos por la legislación europea. Este año, también se han visto afectados lugares de la Red Natura 2000 en Almorox (Toledo), Andratx (Mallorca), Tortuero y Tórtola de Henares (Guadalajara) y Cebreros (Ávila).
La mayor parte de los incendios se produjo en el noroeste peninsular, que comprende Galicia, Asturias, Cantabria y País Vasco y las provincias de León y Zamora (45,91%), seguido de las comunidades interiores (32%) y las mediterráneas (20,47%). Canarias sufrió el 1,42% del número total de siniestros.
Desastre luso
Por el contrario, y pese a gozar de unas condiciones climáticas similares, el país vecino peninsular, Portugal, se ha visto castigado este año por una oleada de incendios forestales de especial dureza. En lo que va de 2013, las llamas han arrasado más de 60.000 hectáreas en un país cinco veces más pequeño que España y, lo que es peor, el fuego acabó con la vida de cinco bomberos.
Desde el año 2000, Portugal está viendo convertirse en cenizas una media anual de 125.000 hectáreas forestales, según datos de la UE. Los peores veranos, realmente catastróficos, fueron los de 2003 (cuando se quemaron nada menos que 450.000 hectáreas) y 2005 (con 300.000).
Portugal, cinco veces menor que España, pierde 125.000 ha anuales por el fuego
Diversos factores explican la virulencia de los incendios en el norte de Portugal. La despoblación del interior y el abandono de la agricultura desde mediados de los 80 propician que los bosques se hallen descuidados, cargados de combustible en forma de sotobosque y matorral.
Además, el 85% de las forestas están en manos privadas (se trata de uno de los porcentajes más elevados de Europa, donde muchos bosques son públicos o comunales) y su falta de valor económico hace que sus dueños no inviertan en su cuidado. Sin población ni medios de rescate en amplias zonas, las alertas tardan en llegar y la lucha en lugares remotos se complica, como sucedió en la Sierra de Caramulo, donde murieron tres bomberos.
Los expertos comparan la situación portuguesa con la que había en Galicia a finales del siglo pasado, y recuerdan que las labores de prevención y concienciación lograron reconducir una situación que convertía buena parte de la comunidad gallega en una inmensa hoguera cada verano. El presupuesto para la lucha contra el fuego en Portugal había aumentado este año hasta los 78 millones de euros, cuatro más que el año pasado, y se habían dedicado otros 18 millones a medidas de prevención. De poco ha servido.