Aunque hay otros proyectos similares funcionando al menos durante la última década en ciudades como Ámsterdam, Singapur, Hong Kong, Tokio o Montreal, además de en otras grandes urbes de los Estados Unidos como Boston o Chicago, la Brooklyn Grange Farm, es por ahora la mayor explotación agrícola del planeta sobre un inmueble urbano.
Los huertos están situados sobre un viejo bloque de oficinas de siete pisos de alto
La granja nació en 2010 sobre un edificio de siete plantas y casi 4.000 metros cuadrados de superficie, levantado en 1919 en el Northern Boulevard, a un paso de la estación de metro de la calle 36, en pleno Queens, en la Long Island, un distrito separado de Manhattan por el East River. Los bloques albergan las oficinas de diversas empresas, entre ellas la Standard Motor, que fabrica componentes de automoción y que es la que da nombre al inmueble. En la primavera de 2012 se unió al proyecto agrourbano un segundo edificio en la Navy Yard de Brooklyn, que justificó por fin el nombre del proyecto con su presencia física en el distrito que aparece mencionado en el mismo.
Este movimiento agrícola sobre azoteas, que en Estados Unidos articula la organización Green Roofs for Healthy Cities (Tejados Verdes para Ciudades Saludables), supone ir un paso más allá respecto a los tejados verdes cubiertos por jardines destinados a mejorar el aislamiento térmico y la impermeabilidad de los edificios, favorecer la biodiversidad y proporcionar aire más limpio; que se extienden desde los años 90, del pasado siglo, en diversos lugares del mundo. Ahora, estas azoteas además pueden proporcionar una alimentación variada y sana.
La granja de Brooklyn ocupa una superficie de 2,5 acres (más o menos una hectárea) aunque cuando nació, a finales de la pasada década, el proyecto piloto que demostró su viabilidad solamente se extendía sobre 550 metros cuadrados. Lo impulsó Ben Flanner, un agricultor urbano y su primer presidente, que en mayo de 2010 la puso en marcha tras lograr la financiación necesaria para ocupar su superficie actual y convertirla en lo que es hoy en día, una productiva explotación sobre sendos edificios en Brooklyn y Queens.
Promover comunidades sanas
La iniciativa se vio favorecida por el hecho de que la ciudad de Nueva York viene incentivando desde hace tiempo la creación de techos verdes con subvenciones y reducciones de impuestos por entender que contribuyen a mejorar el medio ambiente urbano, retienen millones de litros de agua de lluvia que podrían colapsar en algunos momentos el alcantarillado y reducen el número de viajes en vehículos de motor desde y hacia el área metropolitana.
Así que, hace ya casi seis años, los fundadores de la granja esparcieron 500 toneladas de tierra fértil sobre el terrado y se pusieron a sembrar. "En cuanto nos dimos cuenta de que éramos capaces de producir sabrosos alimentos de calidad en este entorno único, nos sumergimos en la idea sin dudarlo. Nuestras esperanzas y expectativas fueron creciendo a medida que íbamos viendo los resultados", recuerda Flanner.
Además de vender sus productos, cada día más demandados, la granja ofrece la posibilidad de adiestrarse en ella a agricultores urbanos voluntarios, proporciona servicios de consultoría sobre instalación de tejados verdes, se ha asociado con numerosas organizaciones sin ánimo de lucro para promover comunidades locales sanas, está abierta a las visitas de particulares y colectivos y de grupos escolares (han pasado por sus talleres más de 17.000 jóvenes) y se pueden alquilar las instalaciones para llevar a cabo eventos, cenas, reuniones de empresa, incluso bodas.
El proyecto comercializa todo tipo de vegetales, huevos y la miel de 40 colmenas
La granja, que fertiliza los huertos solamente con compost obtenido del reciclaje de materia orgánica, está verde durante la mayor parte del año, aunque con un paisaje cambiante, porque se van rotando los cultivos de temporada. Produce de forma ecológica toda clase de hortalizas, verduras, hierbas aromáticas, flores, huevos y la miel que proporcionan 40 colmenas. Y también una apreciada salsa picante hecha a base de pimienta y hierbas de sus huertos.
Los consumidores particulares pueden acudir a los mercados semanales que acogen los dos edificios, uno los sábados y el otro los domingos, de mayo a noviembre, o suscribirse a un servicio que les proporciona durante ese mismo periodo del año, unas 23 semanas, una cesta de productos que van variando según los meses a un precio de 25 dólares semanales (22 euros). Aunque para este año ya hay lista de espera.