Venecia, una de las ciudades más extraordinarias del mundo, sucumbe al agua, lentamente, pero sin pausa. Durante el último siglo, la Serenissima, cuyo casco antiguo sobresale tan sólo 90 centímetros del nivel del mar, se hundió otros 25 en la laguna que la rodea.
A este ritmo, la típica estampa de la plaza de San Marcos anegada será cada vez más frecuente: la media de días de acqua alta –fenómeno que tiene lugar entre el otoño y la primavera y que provoca la inundación de las zonas más bajas de la ciudad– será en 2010 de entre 20 y 250 al año, frente a los cuatro actuales, según ha concluido una reciente investigación publicada en la revista Scientific Reports.
El informe se basa en la observación de datos recogidos por satélite y registrados durante 20 años y ofrece una precisión sin precedentes, puesto que ha acumulado un estudio detallado de los movimientos de cada edificio, iglesia, puente, etc. Los expertos han buscado las causas del fenómeno, permitiendo establecer qué parte del mismo es atribuible a procesos naturales y cuál es culpa del hombre, con el objetivo de comprender cómo se puede salvar la que fuera ciudad-estado y potencia marítima y comercial mediterránea entre los siglos IX y XVIII.
El cambio climático y la explotación de acuíferos hundieron la urbe 25 cm
Las actividades humanas tienen consecuencias más palpables que las causas naturales en el hundimiento de la capital del Véneto. De los 25 centímetros que se ha hundido la urbe en el siglo XX, 10 son atribuibles al aumento del nivel de las aguas oceánicas consecuencia del cambio climático y 15 a los trabajos de extracción de agua subterránea en una zona industrial cercana, paralizados en las últimas décadas.
Durante los últimos años, los procesos de conservación y rehabilitación de los edificios y las tareas de mantenimiento de los espacios públicos urbanos, como la restauración de los muros de contención para garantizar la estabilidad de los bordes de los canales, son responsables de la pérdida de entre dos y 10 milímetros al año.
Mientras, al factor geológico, que se debe a la peculiar disposición de la ciudad, ubicada sobre una capa de depósitos cuaternarios, sólo cabe atribuirle un hundimiento de entre los 0,6 y los 1,6 milímetros anuales.
Por otra parte, las olas generadas por el intenso tráfico de embarcaciones contribuyen a debilitar y socavar las frágiles costas de la laguna. Precisamente, la organización independiente dedicada a la conservación de los tesoros del mundo World Monuments Fund (WMF) ha alertado en los últimos días sobre los peligros que comporta para la conservación de Venecia la llegada masiva de turistas y cruceros, que hacen cada vez más intensa la circulación.
Poner puertas al mar
El turismo de cruceros a gran escala se ha incrementado en la ciudad un 400% en los últimos cinco años con más de 20.000 visitas diarias en temporada alta. Estos grandes barcos tienen un impacto directo e indirecto sobre la degradación de Venecia como consecuencia de sus necesidades de dragado y desplazamiento a través del Canal de la Giudecca.Con el fin de evitar la desaparición de las más de 100 pequeñas islas de la laguna de Venecia, el Gobierno italiano puso en marcha a principios de la década de 2000 el proyecto MOSE (Modulo Sperimentale Elettromeccanico), una iniciativa que pretende amurallar la ciudad desde el mar.
Las obras de restauración y el intenso tráfico marítimo agravan el problema
Se trata de un sistema de 78 puertas móviles gigantes que pesan entre 215 y 300 toneladas y que cerrarán las tres embocaduras que conectan la laguna con el Adriático cuando la marea supere los 1,10 metros –aunque la infraestructura es capaz de hacer frente hasta los 3 metros–.
Por el momento ya se han probado con éxito las cuatro primeras esclusas. Y, según datos de la administración –cuestionados por la oposición política–, se prevé que el colosal proyecto de ingeniería, con un coste de cerca de 5.500 millones de euros, esté terminado y operativo en 2017.
Diversas organizaciones medioambientales y fuerzas políticas se han alzado en contra del citado plan por los elevados costes para el estado tanto de la construcción como de la gestión y el mantenimiento de la obra, y por las negativas consecuencias para el ecosistema.
Y defienden alternativas menos agresivas con el entorno para contener las altas mareas, que van desde el recrecimiento de los fondos marinos hasta la utilización de contenedores extraíbles que puedan hacer frente a una impredecible evolución futura del problema.
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