Ya no existe ni el menor asomo de duda: “La influencia humana en el sistema climático está clara, y las recientes emisiones antropogénicas de gases de efecto invernadero son las más altas de la historia. Los recientes cambios climáticos han tenido impactos generalizados en los sistemas humanos y naturales”. Parece difícil imaginar qué más pueden decir los científicos para sensibilizar a la población mundial, y especialmente a sus dirigentes, sobre que el cambio climático provocado por el ser humano es el mayor peligro para la supervivencia de la vida tal como la conocemos hoy en el planeta. Incluida, por tanto, la nuestra.
El pasado fin de semana, el Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC, por sus siglas en inglés), un organismo impulsado por la ONU y formado por 800 investigadores del más alto nivel de todo el mundo, presentó las conclusiones de su Quinto Informe de Evaluación, elaborado durante los últimos 13 meses, que ha establecido de forma irrefutable que el cambio climático es el más rápido y acelerado sufrido por la Tierra en miles de años (y todos han causado extinciones masivas), y que es causado, o por lo menos enormemente acelerado, por las actividades humanas. Los firmantes remachan que las evidencias han aumentado enormemente desde el cuarto informe, basado en datos de 2007.
"La ignorancia no puede seguir siendo un argumento para justificar la inacción"
"Con este informe en las manos, la ignorancia ya no puede ser un argumento para justificar la inacción", hizo notar el secretario general de la Organización Meteorológica Mundial, Michel Jarraud a los gobernantes de todos los países, que hasta ahora, con contadas excepciones, mantienen el problema muy lejos de los primeros puestos de sus listas de prioridades. Y, en algunos casos, incluso niegan su existencia.
“El calentamiento en el sistema climático es inequívoco y, desde la década de 1950, muchos de los cambios observados no han tenido precedentes en los últimos de decenios a milenios. La atmósfera y el océano se han calentado, los volúmenes de nieve y hielo han disminuido, el nivel del mar se ha elevado y las concentraciones de gases de efecto invernadero han aumentado”, señalan los científicos del IPCC.
Asimismo, constatan que “cada uno de los tres últimos decenios ha sido sucesivamente más cálido en la superficie de la Tierra que cualquier decenio anterior desde 1850. En el hemisferio norte, es probable que el período 1983-2012 haya sido el período de 30 años más cálido de los últimos 1.400 años".
El deshielo de los polos se acelera, y ello ha provocado que “desde mediados del siglo XIX, el ritmo de la elevación del nivel del mar haya sido superior a la media de los dos milenios anteriores. Durante el período 1901-2010, el nivel medio global del mar se elevó 0,19 metros [0,17 a 0,21 metros]”.
Todo ello se debe a la acumulación en la atmósfera de gases de efecto invernadero. “En los últimos 800.000 años, las concentraciones atmosféricas de dióxido de carbono, metano y óxido nitroso han aumentado a niveles sin precedentes. Las de dióxido de carbono han aumentado en un 40% desde la era preindustrial debido, en primer lugar, a las emisiones derivadas de los combustibles fósiles y, en segundo lugar, a las emisiones netas derivadas del cambio de uso del suelo. Los océanos han absorbido alrededor del 30% del dióxido de carbono antropógeno emitido, lo que provocado su acidificación”, resumen los autores.
'Efectos peligrosos e irreversibles'
Así, que, como conclusión: “Se ha detectado la influencia humana en el calentamiento de la atmósfera y el océano, en alteraciones en el ciclo global del agua, en reducciones de la cantidad de nieve y hielo, en la elevación media mundial del nivel del mar y en cambios en algunos fenómenos climáticos extremos. Esta evidencia de la influencia humana es mayor desde que se elaborara el Cuarto Informe de Evaluación. Es sumamente probable que la influencia humana haya sido la causa dominante del calentamiento observado desde mediados del siglo XX”.
"Este es un acontecimiento histórico con una importancia crucial para la humanidad", proclamó el secretario general de la ONU, Ban Ki-moon, durante la presentación del informe. "La influencia humana es clara y va en aumento. Tenemos que escuchar las voces de los científicos desde un punto de vista político. La ciencia ha hablado. No hay ambigüedad. Los políticos deben actuar", reclamó.
Y lo que reclaman los científicos, ya sin medias tintas, es que las emisiones de gases de efecto invernadero se reduzcan para el año 2100 a... cero, con el fin de evitar que la temperatura media del planeta se eleve otros dos grados, que tendrían efectos “peligrosos e irreversibles”. Aún se está a tiempo de tomar medidas eficaces, señalan, pero no se pueden demorar ni un minuto más.
El gran argumento que ha impedido que en las grandes cumbres internacionales sobre la materia se llegue a acuerdos unánimemente respaldados es el económico. Y frente al mismo, el IPCC replica que el coste de las medidas reclamadas equivaldría a un 0,06% del Producto Interior Bruto mundial anual, que se prevé que a finales de siglo haya aumentado un 300%. Y que, además de evitar males mayores (y mucho más costosos) su adopción es también una oportunidad de negocio que puede actuar como motor de riqueza y creación de empleo.
“No hay un plan B, porque no tenemos un planeta B”, advirtió a los periodistas Rajendra Pachauri, presidente del panel internacional de investigadores. Unas 300.000 personas se congregaron en Nueva York para presionar a los políticos en la que podría haber sido una de las mayores manifestaciones de signo ecologista de la historia.
"No existe un plan B porque no tenemos un planeta B", advierte el presidente del Panel
Los próximos meses permitirán saber si esta sirena de alarma de volumen casi imposible de superar es escuchada por los dirigentes mundiales que deben decidir su posición en la nueva ronda de la 11ª Conferencia de las Partes del Protocolo de Kioto y la 21ª de los firmantes de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP 21), que se celebrarán en París dentro de algo más de un año (del 30 de noviembre al 11 de diciembre).
En Varsovia (Polonia), hace justamente un año, 195 países se comprometieron a impulsar una hoja de ruta hacia un acuerdo “global y vinculante” que debería suscribirse en París, y que tendría que sustituir a partir de 2020, cuando termina su vigencia, al Protocolo de Kioto de 1997, el único y modesto avance conseguido hasta ahora a nivel internacional. En marzo deberían estar definidos los límites de emisiones que debería fijar e imponer la COP21 de París.
Kioto, que reclamaba para 2012 una reducción del 5,2% de las emisiones mundiales (respecto a las de 1990), repartida de forma desigual según el grado de industrialización de cada país y transferible en un mercado internacional de derechos de carbono, no fue ratificado por algunos de los países más contaminadores del planeta, entre ellos los dos líderes de la lista, China y Estados Unidos (41% de las emisiones mundiales entre ambos), que desde entonces han colocado continuos palos en las ruedas del proceso.
Gracias a la presión de un grupo de 130 países en vías de desarrollo, en Varsovia se pactó por lo menos que el fondo de financiación a largo plazo de medidas contra el cambio climático se mantenga en 100.000 millones de dólares estadounidenses anuales (unos 74.000 millones de euros) a reunir para 2020, y también la creación de un mecanismo de ayuda de urgencia a los países más vulnerables a los fenómenos meteorológicos extremos que está multiplicando el calentamiento. Porque, para muchos habitantes del planeta, las consecuencias “peligrosas e irreversibles” del calentamiento global ya han comenzado.
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