¿Qué son los mercados de medio ambiente?
Se trata de instrumentos de mercado que pueden utilizarse como elemento de protección de la naturaleza y como fuente de financiación para su conservación. España es un país con una diversidad geográfica, geológica y biológica muy grande, de las más importantes del mundo. La superficie de nuestra Red Natura 2000, que está entorno al 30% del territorio, casi cuadruplica la de Inglaterra. Los fondos europeos, estatales y autonómicos para la conservación de la naturaleza son insuficientes. Además, más de la mitad del territorio forestal está en manos privadas. Por todo ello, necesitamos generar incentivos para la conservación de ese capital natural en manos de particulares.
¿Cuáles son las principales herramientas para integrar el medio ambiente en la economía de mercado?
Entre los más conocidos se encuentran los impuestos, las tasas y las subvenciones. Los que nosotros queremos incentivar son las certificaciones, los pagos por servicios ambientales y los bancos de hábitat o bancos de conservación.
¿Cómo pueden ayudar estos mecanismos a conservar el entorno?
Su objetivo es crear incentivos para que las acciones favorables a la conservación del medio ambiente comporten una recompensa. Durante mucho tiempo, la administración actuaba como la responsable única de la conservación, y la intervención de los ciudadanos era muy limitada. Incorporar los mercados de medio ambiente supone que la intervención ciudadana sea mucho mayor. Creemos que, igual que quien contamina debe pagar por ello, quien ayuda a conservar la naturaleza debe cobrar.
¿Pueden ser realmente efectivos para frenar la degradación ambiental?
Imagínate que tienes un pinar en la sierra, en el que viven un montón de especies animales. Cada año pagas para que lo limpien para prevenir incendios. Lo cuidas y poco a poco vas generando un ecosistema de calidad. Sin embargo, los únicos retornos económicos que recibes son la venta de la madera, que no es demasiado buena. De lo que se trata es de generar incentivos para que el dueño de ese pinar quiera seguir conservándolo y generando biodiversidad. Habrá que darle la oportunidad de que los servicios de que está proveyendo se le puedan retribuir.
¿Y cómo se haría eso?
En primer lugar, hay que cuantificar los servicios que ofrece ese monte. Por ejemplo, evaluar su capacidad como sumidero de carbono, o cómo favorece a la regulación hídrica. Quizás está situado en la cabecera de un embalse y está contribuyendo a mejorar la calidad del agua, o permitiendo que alguna especie animal protegida prospere. Todas esas funciones medioambientales se tienen que caracterizar como servicios y traducir en términos económicos. Para que se pueda establecer un pago por esos servicios, estos tienen que estar perfectamente definidos y cuantificados y tiene que haber una relación unívoca entre el que ofrece el servicio y el que lo recibe.
Hablar de la naturaleza en términos monetarios puede resultar molesto para algunos sectores conservacionistas.
Sí, hay una ligera controversia en torno a ese tema. Desde siempre, los bienes procedentes de la naturaleza se han considerado bienes comunes y a los que es difícil, imposible o innecesario ponerle precio. Nosotros no decimos que haya que ponerle precio a todo. Decimos que hay ecosistemas y servicios que se pueden cuantificar. Hay un proyecto muy interesante del Banco Mundial sobre el capital natural para definir el valor de nuestros ecosistemas y que no sea sólo el PIB el indicador de la riqueza de cada país.
¿Cómo se mide el valor medioambiental de un ecosistema? ¿Quién le pone precio?
Esa pregunta, ahora mismo, nadie puede contestarla. Cuantificar la biodiversidad como tal es imposible. Las herramientas que se están desarrollando no tratan de poner precio a los ecosistemas. Su objetivo es cuantificar las mejoras o los servicios que estos ecosistemas proveen y, sobre ellos, fijar un precio. Es necesario valorar en términos económicos qué beneficios podemos obtener y sobre todo, cuáles serían los perjuicios si perdiésemos esa biodiversidad. Hay una frase que resume bien esta idea, que dice que sólo somos capaces de gestionar aquello que somos capaces de medir o cuantificar.
Hablemos de los bancos de hábitat…
Un banco de hábitat o de conservación es una acción de restauración, mejora, conservación o creación de un entorno natural. Por ejemplo: tengo una dehesa en la que viven una pareja de águilas imperiales, pero sé que la finca tiene potencial para que en ella vivan seis parejas más. Para ello, realizo una serie de acciones que garanticen que ese emplazamiento no va a ser destruido: le pongo un vallado si es necesario, llevo a cabo tratamientos silvícolas, mejoro la alimentación de la especie con sueltas de conejos, etc. Todas esas acciones, encaminadas a mejorar el hábitat del águila imperial, se cuantifican en créditos ambientales. Es una forma de trasladar la inversión realizada a términos ecológicos.
¿Cuáles son las principales ventajas de estos bancos?
La primera es que permiten cuantificar los daños ecológicos. Por otro lado, siempre hay una ganancia neta de biodiversidad, por definición. La tercera gran ventaja son las garantías legales, financieras, ecológicas y sociales o administrativas que ofrecen. De cara a la sociedad, sirven para mejorar las condiciones de conservación de las especies y, para las administraciones, suponen la simplificación de los trámites a la hora de la compensación de daños y del control, porque este queda en manos de terceros.
¿Y de cara a las empresas?
Les favorece porque ya no tienen que buscar nuevos sitios donde actuar, simplemente tienen que adquirir créditos ambientales que se han generado por la mejora de algún ecosistema. Imaginemos que un propietario privado quiere poner en marcha un banco de conservación para mejorar un tipo de aguilucho. Por otro lado, tenemos a un promotor, público o privado, que quiere hacer una carretera en las cercanías de ese emplazamiento. Las obras están dañando varias hectáreas del hábitat prioritario de ese tipo de aguilucho. El propietario privado podrá ofrecer los servicios que ha generado en su banco de hábitat al promotor para compensar los daños producidos durante las obras.
¿Hay en marcha, en España, alguna iniciativa de este tipo?
No, pero estamos trabajando ahora mismo con otras organizaciones para poner en marcha un proyecto piloto el próximo año.
¿Podría ocurrir con estos créditos lo mismo que con los derechos de emisión de carbono? Me refiero a que para las empresas resulta mucho más barato comprar créditos que reducir las emisiones de CO2…
El modelo de los bancos de conservación es distinto del de los créditos de carbono. Estos funcionan con un mercado de techo, en el que se establecen a priori todos los créditos de carbono que forman parte del mercado. De esta forma, si la preasignación de derechos de emisión no es correcta, o no se ajusta a la demanda u oferta real, se pueden dar casos como el actual, de precios muy bajos. El caso de los bancos de hábitat es diferente, no hay una preasignación de créditos, y sólo se otorgan créditos a aquellos que realizan acciones de mejora de un ecosistema.
¿Cómo se relaciona la custodia del territorio con los bancos de hábitat?
Como comentaba antes, una de las principales ventajas de los bancos de hábitat son las garantías que ofrecen. En el caso de las garantías ecológicas y sociales, que tienen que ver con la creación de planes de gestión que aseguren el mantenimiento de un entorno y el respeto de los activos generados, juegan un papel determinante las entidades de custodia. Ellas son las que van a actuar como garantes de la conservación de estos espacios. Por otra parte, también ayudarán a generar acuerdos con propietarios rurales para poner en marcha este tipo de acciones.
Estados Unidos es el país donde más arraigadas están estas iniciativas y hacia el que se mira para trasladarlas aquí…
Estados Unidos siempre ha sido pionero en materia medioambiental. En todos los aspectos, no sólo en el de los bancos de conservación. Aunque desde aquí tenemos muchas veces la percepción de que es un país súper industrial, que contamina muchísimo y no tiene respeto por el medio ambiente, en realidad nos saca de 30 o 40 años de ventaja en casi todo lo relacionado con la conservación. Tienen un nivel de desarrollo impresionante y una concienciación medioambiental espectacular.
Desde Ecoacsa habéis creado la plataforma online Mercados de Medio Ambiente... ¿con qué objetivo?
Fundamentalmente, divulgar, dar a conocer todo lo que tiene que ver con estos nuevos instrumentos de mercado para la conservación del medio ambiente. También difundir los modelos de integración del medio ambiente dentro de las estructuras empresariales, es decir, que las empresas sean conscientes de que tienen que dar un paso más y cubrir todas sus necesidades en responsabilidad social corporativa y cuidar del entorno.
La conservación de la naturaleza, ¿es una oportunidad de negocio?
Debe serlo. Un informe de Deloitte, una gran consultora, asegura que uno de los riesgos más importantes a los que se enfrentan las grandes multinacionales es el derivado del entorno, como el cambio climático, que puede traducirse en problemas, por ejemplo, en la cadena de suministro. La vida de un producto natural depende de la biodiversidad de su entorno. Por eso es necesario que se pongan en marcha todas las acciones necesarias para que los recursos naturales sean sostenibles y mantengan su estado óptimo.
¿Qué nota le pondría al tejido empresarial español en cuanto a su compromiso medioambiental?
Dejémoslo en suficiente. Se están haciendo esfuerzos, pero habría que hacer muchos más.
¿Qué papel desempeñamos los consumidores?
Importantísimo y crucial. Al final, las grandes empresas funcionan por lo que les dictan los consumidores y si estos no exigen que sean respetuosas con el medio ambiente, seguramente ellas no lo harán. Los ciudadanos debemos jugar un papel activo de defensa de la naturaleza y elegir, entre los productos, aquellos que son respetuosos con el planeta.