¿Cuál es el impacto de los residuos plásticos sobre el medio ambiente y la salud?
La revista Nature acaba de publicar un manifiesto de diez científicos en la que piden a los gobiernos que declaren el plástico como residuo peligroso. Se trata un material que el planeta no puede digerir. Tarda entre 500 y 1.000 años en desaparecer y se va rompiendo en trocitos muy pequeños y ligeros, capaces de transportarse a todos los rincones del mundo. Un material así nunca debería usarse en objetos destinados a convertirse en basura, como por ejemplo los embalajes, y precisamente a ello dedicamos el 40% del plástico mundial.
Otro problema es que recibe sus maravillosas propiedades elásticas, de transparencia, rígidez, flexibilidad, etc, a través de un montón de aditivos químicos. La composición de cada plástico es un secreto industrial; una propiedad intelectual que pertenece a alguien y que no te va a revelar. Por tanto, nunca deberíamos usarlo para poner comida y bebida en él. El plástico sería un material maravilloso si no lo usáramos como recipiente de comida y bebida y en objetos de usar y tirar.
O sea, que el plástico no es del todo malo, o no todos los plásticos son malos...
¡Por supuesto que no! El problema es que estamos haciendo el peor uso posible y, como consecuencia, hemos contaminado todos los ecosistemas del mundo. No queda una sola playa libre de plásticos. Adonde quiera que vayas encontrarás microplásticos en muestras aleatorias de arena. No queda una sola gota en el mar que no esté contaminada por bisfenol A, un disruptor endocrino asociado al plástico. El 90% de los bebés nacen con compuestos químicos procedentes del plástico en su sangre. Todos nosotros estamos contaminados por estas sustancias.
¿Con qué enfermedades se relacionan esos aditivos tóxicos secretos?
Prácticamente con todas las epidemias de nuestra era. Muchas eran desconocidas para nuestros abuelos, e incluso para nuestros padres. Hablo del autismo, el Parkinson, la obesidad, la diabetes tipo 2, los cánceres... incluso la enfermedad cardiovascular está asociada a estos productos químicos, aunque poca gente lo sabe. También algunos trastornos de la conducta, como la agresividad o falta de atención infantil; problemas reproductivos, como abortos espontáneos, pubertad prematura, deformidad en el pene en niños, etc. Y la lista sigue y sigue.
¿Todas esas patologías tienen su origen en la composición del plástico?
No sabemos cuál es su origen. Lo que sí sabemos es que hay un montón de estudios que crean un nexo causal entre la presencia de estos aditivos, incluso en cantidades mínimas en los tejidos y la sangre, y esas enfermedades. Debería ser suficiente para que muchos de estos aditivos, como el bisfenol A, se prohibieran en productos para bebés, como los biberones.
Acaba de lanzar El plástico mata, una campaña en español para alertar sobre los efectos tóxicos de este material. El título traslada un mensaje muy contundente...
A veces conviene abreviar y explicar las cosas de una manera muy clara. Hay sustancias que están en nuestra vida y, hasta que no nos dicen que matan, no nos las tomamos en serio. Una de ellas es el tabaco. El Gobierno nos dice que fumar mata, pero también debería decirnos que el plástico mata: mata un millón de aves marinas y cien mil mamíferos y tortugas cada año; mata ecosistemas y está relacionado con enfermedades que matan a personas. Las etiquetas del tabaco advierten de sus efectos sobre la salud, ¿por qué no etiquetar el plástico que nos rodea y alertar sobre los daños que provoca. Esa es la idea. Lo que buscamos es saber la verdad.
¿Hay mucha falta de información sobre el tema?
Hay muchos estudios, pero no se nos revelan. Sabemos muy poco sobre el tinglado que hay montado a nuestro alrededor, para que no veamos la magnitud del problema de los residuos plásticos. Estoy hablando del reciclaje (entre comillas). Se nos adoctrina para que seamos unos buenos gestores de residuos y nos sintamos bien a la hora de poner, cuantas más cosas mejor, en el contenedor. Pero eso no es lo que necesita el planeta. Necesitamos saber dónde va todo lo que depositamos y eso no nos lo quiere decir nadie. ¿Por qué? Porque el plástico, por razones económicas y técnicas, no se reutiliza en un ciclo cerrado. La mayoría se quema, se exporta a China o va al basurero. Lo mejor que le puede ocurrir es que se convierta en mobiliario urbano o en camisetas, que lo único que harán es retrasar su llegada al basurero. Estamos ante un sistema opaco, diseñado para justificar la cultura del usar y tirar que es tan beneficiosa para unos pocos y tan perjudicial para todos.
Entonces, ¿sirve de algo separar en casa los envases plásticos y depositarlos en el contenedor amarillo?
Esa pregunta habría que hacerla en cada municipio a los señores que nos dicen que reciclemos. Habría que preguntarles: "Oiga, ¿a dónde va esto?", porque no lo sabemos. Lo que sí sabemos es que ese plástico que tiramos pensando que se va a reciclar, no sirve para evitar que se fabrique nuevo plástico. Esas flechitas que indican que se cierra el círculo son una mentira.
¿Qué se hace normalmente con esos residuos?
Es un misterio, pero si te dedicas a investigar descubres, por ejemplo, que en los países del norte de Europa, el 50% del plástico se incinera. En algunos, la cifra llega al 75%. Esto no es lo que nos cuentan. En el conjunto de la Unión Europea, el 25% del plástico se exporta a China. Allí, algunos investigadores se han encontrado con realidades como la de Lianjiao, una ciudad del sur del país en la que niños en unas condiciones deplorables de trabajo y salubridad trabajan con ese material. Una buena parte se incinera y otra se derrite para fabricar plásticos de baja calidad que no son reciclables para juguetes, chucherías, etc. A mi me parece un fraude que no cuenten nada de esto. Ni tampoco que otro porcentaje importante del plástico que echamos al contenedor acabará en el basurero, mezclado con el resto de desperdicios. Porque el plástico, en realidad, tiene muy poco valor.
¿Qué opina de los plásticos biodegradables?
Fabricamos 280 millones de toneladas de plástico al año. Si las hiciéramos con patata o maíz, estos productos terminarían costando más que la langosta y tendríamos una hambruna mundial. Además, la huella ambiental de estos plásticos es superior a la de los otros, contaminan igual o más y también necesitan aditivos químicos, que pasan al compost, la tierra, el agua, nuestro cuerpo...Creo que no vale la pena. No es viable el cambio. Lo que hacen estos plásticos es legitimar el mal diseño en el que estamos instalados. Son un balón de oxígeno para un sistema insostenible.
Ha colaborado en el documental Midway, de Chris Jordan, un viaje visual a este remoto archipiélago del Pacífico donde millones de albatros están alimentando a sus crías con maquinillas de afeitar, mecheros, tapones de las botellas y todo tipo de plásticos desechables. ¿Que ha significado para usted esa experiencia?
Midway es un paraíso, un lugar de una belleza conmovedora, y los albatros son unas aves carismáticas, que no se asustan de las personas e interactúan con ellas. Ir a un lugar tan bello, tan simbólico, en mitad del mar, y contemplar esta tragedia es algo que transforma. Me ha cargado las pilas para hacer este trabajo durante el resto de mi vida.
¿Hemos convertido el mar en un vertedero?
El mar está a sotavento de todo y cuesta abajo de todo, así que todo lo que flota y vuela, toda nuestra basura acaba allí, justo en el lugar de donde surge la vida. También es un símbolo arquetípico del inconsciente, de lo que no queremos ver. Tiene mucho sentido que sea allí donde escondemos nuestra basura, pero es cuestión de tiempo que emerja. Ahora mismo, el plancton, que es la base de la cadena alimentaria marina, come micro plástico. Todos los peces están comiendo plástico y nosotros ya lo estamos comiendo. Todo lo que echamos al mar vuelve a nosotros, no cabe duda.
¿Son reales las islas flotantes de plástico de las que han hablado algunos medios de comunicación?
Ojalá. Si existieran, podríamos ver imágenes de ellas, nos sobrecogerían y haríamos algo. Pero no es así. Las manchas de basura que hay en todos los mares del planeta son en realidad grandes concentraciones de partículas de plástico en el agua, grandes sopas de plástico que no hay manera de limpiar. El tamaño medio estas partículas es de unos cuatro milímetros, como una uña de dedo meñique. No se ven, pero cuando analizamos el agua descubrimos que hay entre 10 y 20 veces más plástico que plancton.
¿Cuál es la situación en España?
La misma que en el resto del mundo. Somos adictos al plástico. Cada vez generamos más basura, y mucha procede de cosas que no necesitamos. Hasta hace algunas décadas se compraba mucho en los mercados, a granel. Ahora se consume cada vez más agua embotellada. La gente come y bebe en recipientes de plástico. Estamos empezando a despertar ante la gravedad de este problema, pero muy lentamente.
¿Qué medidas deberían adoptarse?
La primera es hablar de ello. Pedir información y difundirla. Ver el plástico como lo que es: un producto tóxico que dura cientos de años, que se va a quedar aquí. Eso lo convierte en un residuo con unos impactos sociales y ambientales muy graves. Por otro lado, hay que revisar nuestros hábitos y ver qué cosas podemos eliminar. Por ejemplo, ir a comprar con bolsas de tela; evitar usos estúpidos, como el de las pajitas en las bebidas; decir no a los comercios que intentan que comamos en plásticos... Lo bueno de vivir sin plástico es que te permite interactuar mucho más con tu comunidad.