¿Qué es Fairphone?
Empezó hace cuatro años como un proyecto que pretendía concienciar a los consumidores sobre ciertos problemas en la cadena de suministro de la fabricación de electrónica. Al principio estábamos muy centrados en el problema de los minerales de conflicto en la República Democrática del Congo, pero nos hemos ido extendiendo también a otras aéreas que cubren toda la cadena: la producción, el diseño y el ciclo del producto.
Actualmente, somos una empresa social: ponemos valores sociales y económicos al mismo nivel, y eso trae consigo transparencia. Nuestra finalidad es motivar e inspirar a la industria para poner temas sociales y medioambientales en su agenda. Y para demostrar que las cosas pueden cambiar, hemos puesto en el mercado el teléfono inteligente Fairphone.
¿Qué diferencia a Fairphone del resto de smartphones del mercado?
Para empezar, formamos parte de dos proyectos en el este de la República Democrática del Congo que aseguran la zona para que los mineros puedan trabajar libremente sin señores de la guerra que les cobren tasas y les sometan a atrocidades.
Trabajamos con la ONG estadounidense Solutions for Hope y la iniciativa del gobierno holandés Conflict-Free Tin Initiative y así podemos seguir el camino que recorren el estaño –con el que se hace una pasta que se usa para poner los componentes en la placa madre del teléfono– y el tantalio –el metal puro que se extrae del mineral coltán y que va a unos condensadores del teléfono–.
La verdad es que solamente estamos activos en estos dos de los cuatro materiales oficialmente catalogados como Materiales de Conflicto (estaño, tantalio, tungsteno y oro). Paso a Paso. En Fairphone 2 añadiremos los otros dos.
De las minas a la fábrica. ¿Por qué habéis elegido China para ensamblar el Fairphone?
Los últimos dos o tres años han sido cruciales para la deslocalización de la producción electrónica. Nokia y otras grandes empresas han cerrado sus fábricas europeas, con lo cual hoy en día es prácticamente imposible fabricar móviles aquí.
Además, nosotros queremos cambiar la realidad, tanto lo que pasa en las fábricas de productos electrónicos en China como en las minas del Congo. Podríamos olvidarnos del país africano y comprar tantalio muy limpio y justo en Australia, pero así no cambiaríamos lo que allí está ocurriendo.
Al final, más del 45% de los móviles que se fabrican en el mundo son de marcas que no conocemos: hay muchas en los mercados ruso y asiático que no reciben ninguna presión para trabajar de forma más justa. Así que, aunque dejáramos de estar en estos países, la demanda seguiría.
¿Cómo controláis que no se vulneren los derechos de los trabajadores?
Tanto para el ensamblaje como para el diseño contratamos a la empresa china Guohong. Hemos creado, previo acuerdo con la empresa, un Fondo de Bienestar de los Trabajadores: por cada Fairphone producido, se han depositado cinco dólares en el fondo –2,50 dólares desde Fairphone y 2,50 dólares desde la empresa–. Los 300.000 dólares conseguidos (unos 275.000 euros) se dedican a proyectos que benefician a los trabajadores, a su formación y a mejoras salariales, así como a incrementar la seguridad en el centro de trabajo. Asimismo, organizamos elecciones democráticas para designar a sus representantes en la fábrica. Un representante de los operarios, junto con uno de los directivos de la empresa y uno de Fairphone, deciden qué hacer con el dinero del fondo.
Es una forma bastante innovadora de hacer frente a una situación que de otra manera no hubiéramos podido modificar porque tenemos un contrato con esa empresa que fija los salarios y los horarios.
Numerosos trabajadores de las fábricas asiáticas donde se producen elementos para teléfonos móviles de reconocidas marcas han contraído enfermedades incurables e incluso han muerto por la prolongada exposición a sustancias tóxicas.
En nuestra fábrica no hemos tenido ese problema. Lo que se tiene que hacer es saber muy bien cuáles son las sustancias que se utilizan y que los trabajadores tengan protección suficiente y entrenamiento en cómo emplear esas sustancias.
Antes de empezar a fabricar la primera edición del Fairphone, una empresa independiente realizó estudios sobre la salud y seguridad de los trabajadores y valoraciones sociales y medioambientales, que son públicos y están en nuestra página web.
Sustancias peligrosas hay en todos los productos que usamos. Y muchas de éstas son incluso irremplazables hoy en día. Para nosotros, es fundamental la transparencia. Saber explicar qué tipo de sustancia hay en qué componente para que la gente saque sus propias conclusiones. Igual un consumidor decide no comprarse un smartphone porque no quiere que una fábrica trabaje con ellas. Así que el primer paso que queremos dar es saber dónde están qué sustancias y, a largo plazo, trabajar con las empresas para sustituirlas.
¿Conoceremos todos los componentes de la segunda edición del Fairphone?
Iremos mucho más allá que con la primera edición. Para el Fairphone 2, que saldrá al mercado a finales de verano, hemos cambiado de fabricante porque pasamos a otro nivel de tecnología. Será un teléfono más smart. Trabajaremos con Hi-P International Limited y tendremos más contacto directo con los proveedores: podremos conocerlos todos. Así, añadiremos más proyectos de transparencia al ya seguimiento del estaño y tantalio. En este momento, estamos haciendo avances con otros minerales, como el oro de comercio justo.
¿Un Fairphone contiene los mismos componentes electrónicos que el resto de los teléfonos móviles?
Sí, es un teléfono inteligente al uso. Pero una diferencia en el hardware es que tenemos disponibles todas las piezas de recambio en la página oficial del producto. Si al usuario se le rompe una pantalla, puede cambiarla él mismo: sólo tiene que comprar una pantalla nueva a bajo precio y seguir los tutoriales de la web para cambiarla. Creemos que hay que abrir estos productos. No son cajas negras que cuando se rompen hay que tirarlas.
¿Adiós a la obsolescencia programada?
Con el nuevo modelo podemos trabajar muchísimo más su longevidad porque hemos tenido muchos más fondos para diseñar desde el principio su arquitectura.
¿Cómo puede tener el consumidor la certeza de que vuestra cadena de suministro es tal y como se nos cuenta?
En este mundo tan complejo nadie puede tener la seguridad de que alguien hace algo al 100%. Pero pueden dar por garantizado que lo que contamos es cierto: en nuestro blog escribimos un post cada semana en el que compartimos también las desilusiones y las cosas que van mal.
Por ejemplo, se han dado casos en los que las cantidades de minerales –almacenados en bolsas cerradas que se pesan al inicio del proceso– han mermado mientras se avanzaba en la cadena de suministro. No estamos totalmente libres de errores y hay cosas que no funcionan correctamente, pero lo importante es la transparencia y que cuando haya un problema se informe del mismo para que todos los miembros del consorcio sepamos qué ha pasado y cómo lo vamos a solucionar. Los problemas en las cadenas de suministros son tan complejos que ni se pueden cambiar de la noche a la mañana ni puede conseguirlo una sola organización. A mí me gustaría que la gente no confiase totalmente, sino que leyese, que aprendiera a entender lo complejo que es todo y a sacar sus propias conclusiones.
Cada año se fabrican y venden en el mundo 1.500 millones de nuevos móviles y se calcula que se desechan unos 700 millones, según datos de Closing the Loop. Por tanto, la generación de residuos es otra cuestión importante en el mercado de los aparatos electrónicos. ¿Tenéis alguna medida que fomente el reciclaje?
Hemos establecido un proyecto en Ghana de recogida de basura electrónica. Por cada teléfono que hemos vendido, hemos recuperado tres móviles de Ghana, ya que allí –y en otros países africanos– acaban muchos productos electrónicos de segunda mano cuyo ciclo de vida es muy corto. Al no haber infraestructura de reciclaje, acaban en vertederos. Nosotros ya los hemos recogido y ahora los enviaremos a Bélgica para reciclarlos como corresponde. Recuperamos móviles de cualquier marca, no sólo la nuestra, porque lo que usamos es la lógica de “si vamos a poner más productos en el mundo, saquemos productos antes”.
¿Cuántas unidades habéis vendido hasta el momento?
Hemos venido en dos tiradas 60.000 unidades de la primera edición, un modelo del que no vamos a fabricar ya más, si bien todavía puede comprarse a través de algún distribuidor –aunque ninguno en España–. Y ahora estamos desarrollando el Fairphone 2.
¿Cuánto cuesta un Fairphone?
La primera tirada del Fairphone 1 costó 325 euros. Y la segunda, 310. Del nuevo modelo todavía no sabemos el precio.
¿Podría avanzar algunas de las características técnicas del Fairphone 2?
Usará un chipset de alto estándar, pantalla Full HD y tendrá muchos avances en la arquitectura del hardware para hacerlo un dispositivo más duradero.
Animo a la gente a que se apunte a nuestra newsletter para recibir información sobre el producto que podrá ser adquirido en los países europeos a través de nuestra página web a finales de verano.
¿Qué acogida habéis tenido en el mercado por parte de los consumidores? ¿Y de las empresas de telefonía móvil?
Mucha gente ha venido a interesarse por lo que hacemos y muchas empresas han apreciado el aspecto beneficioso de que no estamos aquí para decir lo que otros hacen mal, sino para trabajar juntos y hacer las cosas mejor. Con este espíritu, muchas de ellas, sobre todo fabricantes de componentes, han llamado a nuestra puerta para ver si podemos colaborar en el Fairphone 2.
¿Vais a producir otros aparatos electrónicos como ordenadores o tabletas?
No, porque sería desperdiciar todo el conocimiento que hemos acumulado en estos años. El teléfono es el medio, no el fin. Nuestro objetivo no es fabricar más productos, sino hacer que la industria se vuelva un poquito más justa. Así que, de momento, nos basta con el teléfono.
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