¿Qué podemos encontrar en Buenísimo Europa?
La idea surgió de tres personas de la redacción de Soy como como que siempre viajamos buscando este tipo de cosas en las diferentes ciudades: restaurantes vegetarianos, mercados locales, establecimientos donde comprar alimentos para personas con intolerancias... Reconozco que soy un poco friki del tema, quizás como la gente que cuando viaja visita siempre el cementerio de la ciudad. [Se ríe].
Y hablando un día nos dimos cuenta de que no estábamos solas, sino que quizás había un espacio para este tipo de turismo que hasta el momento nadie había cubierto, ya que en algunas guías puede haber información de un restaurante orgánico, pero son datos puntuales, normalmente aislados y muchas veces desactualizados. Son excepciones que no te permiten viajar siguiendo una ruta saludable.
¿Cómo se elaboró la guía?
La idea no era sólo tener una base de datos con todos los establecimientos de este tipo, sino escoger los mejores y tenerlos bien reseñados y controlados. El primer paso fue escoger las ciudades a analizar. Teníamos claro que Suecia y Dinamarca debían salir, ya que ambos países son referencia en este tipo de alimentación, pero también incluimos países más cercanos al nuestro como Francia o Italia y ciudades muy turísticas como Londres o París.
El segundo paso era hacer la selección de los sitios y nuestra vía de entrada fueron las revistas similares a Soy como como, que ya se encargan de reseñar y potenciar la comida saludable. No siempre encuentras un proyecto así, pero sí que hay blogueros especializados en todas las ciudades escogidas, y en algunos de los casos son muy profesionales, con comentarios de mucha calidad e innumerables seguidores, auténticos prescriptores en sus respectivas ciudades de la alimentación sana.
Finalmente dos miembros de nuestro equipo, Clara y Pau, se fueron hacia las diferentes ciudades escogidas para convivir con estos blogueros: saber dónde comen, dónde compran los alimentos, cuáles son sus sitios favoritos, etc.
El resultado es una guía muy cuidada y muy especial, ya que incluye sitios que no salen en ningún otro lado, bien porque son muy nuevos, o porque están alejados de los circuitos turísticos y son desconocidos.
¿Qué respuesta ha recibido?
Muy espectacular: ¡la verdad es que no lo imaginábamos! Para financiarla contamos con el patrocinio de La Finestra sul Cielo, un proveedor de alimentos saludables de nuestra máxima confianza, pero con esto no nos alcanzaba, así que abrimos una campaña de micromecenazgo para permitir colaborar a quien quisiera. La respuesta fue increíble: superamos la cifra necesaria para el proyecto, aunque lo mejor de nuestros mecenas no fue su apoyo económico. Ellos se convirtieron en los propagandistas y difusores más entusiastas de la guía, nos ayudaron muchísimo a darla a conocer a un nivel que nosotros solos jamás hubiéramos logrado.
¿Están previstas nuevas ediciones?
Por ahora, no. Éste es un proyecto muy ambicioso y tenemos que pensar muy bien cómo lo enfocamos, porque es evidente que tendría que crecer, abarcar más ciudades y países, pero está claro que no podemos hacerlo solos.
Una posibilidad sería abrirlo a los lectores, ir ampliándolo poco a poco, a medida que los lectores vayan incluyendo recomendaciones de sus propios viajes, pero aún tenemos que encontrar la fórmula para hacerlo.
Con su experiencia, ¿puede certificar que es posible viajar comiendo sano?
Yo viajo comiendo exclusivamente de esta forma y puedo certificar que es completamente posible, aunque, por supuesto, exige una dedicación especial motivada por un gran interés, como bien sabe mi marido, que sufre esta manía mía. [Se ríe].
Pero es que yo busco el mercado orgánico de la ciudad como aquel que busca un monumento. Hay amantes de la arquitectura que cruzarán una ciudad para ver un edificio concreto, y yo lo hago para encontrar una pastelería sin gluten. Y aunque por la mañana pueda visitar un museo que me interesa, me preocuparé de buscar un restaurante interesante cerca.
¿Y fuera de Europa?
Hay muchas diferencias. Naturalmente no hay problemas en Estados Unidos: es el país estrella de la alimentación healthy, sobre todo su costa oeste. Allí no sólo puedes encontrar de todo, sino que por el tamaño de su mercado y su desarrollo hay proyectos realmente enormes, inimaginables en nuestro país. Pero es que además son unos grandes vendedores, así que sus tendencias acaban llegando e imponiéndose aquí rápidamente.
En América Latina también hay un rápido crecimiento de esta oferta. En México, muy influenciada por EE UU, y en otros países siguiendo proyectos más propios. Pero en prácticamente todas las grandes ciudades hay opciones de comida saludable. En África y Asia la cosa está quizás más verde.
La alimentación ecológica tiene fama de cara. ¿Es mucho más caro viajar comiendo sano?
Por lo que respecta a restaurantes, ahora mismo puedes encontrar de prácticamente todos los niveles. Desde alta gastronomía evidentemente carísima, como el Noma de Copenhague, considerado el mejor restaurante del mundo, y que se basa en una cocina casi vegetariana y kilómetro 0, hasta menús a precios estándar de cada país.
¿Y llenar el carro de la compra?
Mira: voy a ser sincera. Estos son momentos muy duros, en los que hay gente que pierde sus casas, a la que le cortan la luz o el agua por falta de pago o para la que comprar la comida supone un gran esfuerzo. En estos casos no voy a dar ninguna lección ni consejo, por supuesto.
Pero, para una familia con un gasto en alimentación digamos que medio, comer de forma sana no tiene por qué resultar más caro. Es cierto que un kilo de tomates ecológicos es más caro que uno de la agroindustria, y no hablemos ya de la carne. Pero es que comer sano va un poco más allá. Si analizamos un carro de la compra vemos que más de la mitad de su contenido no es comida real: bollería industrial, patatas chips, lácteos, exceso de carne... Si cambiamos estos hábitos por el de comer de forma saludable incluso nos podría salir más barato. Volviendo al ejemplo de la carne: actualmente ingerimos un exceso de proteínas animales. Con comer carne una vez a la semana basta. Entonces, comprarse un chuletón ecológico resulta más económico que consumir carne envasada todos los días.
Esta guía nace de un proyecto periodístico especializado en comida saludable llamado Soy como como, en castellano, y Ets el que menges, en catalán.
Sí, cuando decidimos lanzar la revista –la primera versión fue la catalana– nos dimos cuenta de que éste era un espacio que nadie cubría, y que un sector creciente de la población estaba interesado en influir en su salud mediante su alimentación y estilo de vida. Supongo que nacimos en el momento justo, porque la revista tiene cada vez más lectores y despierta más interés. Es una tendencia que hemos percibido en los apenas tres años que tiene la revista.
Ahora también los grandes medios incluyen suplementos y secciones fijas sobre este tema.
Sí, claro, yo misma colaboro en un programa de la televisión pública catalana. El problema de los grandes medios es que tienen una dependencia muy fuerte de las grandes empresas agroalimentarias y hay cosas que no se atreverán a decir, o al menos no lo dirán directamente. Por ejemplo, ¡cómo van a recomendar bajar el consumo de lácteos con la publicidad de estas empresas que tienen!
Aunque veo positivo este interés, creo que medios especializados e independientes como el nuestro seguirán siendo necesarios. Es cierto que somos dependientes de la publicidad como cualquier otro, no voy a vender algo que no es cierto, pero toda nuestra publicidad es de productos que yo misma consumiría. Hemos rechazado propuestas de anuncios porque no eran ecológicos o podían aportar confusión. Nuestros lectores son muy exigentes y son los primeros que no nos permitirían este tipo de cosas.
¿Es difícil escribir sobre el valor en salud de los alimentos? Parece que hay muchos mitos sobre el tema, o que las recomendaciones cambian de forma radical.
Este es mi principal quebradero de cabeza, un problema diario. Personalmente, soy muy ortodoxa y para nada mística. El perfil de nuestros colaboradores es cada vez más científico, tratamos de apoyarnos en los estudios más serios y no perder el norte por las modas. Pero esto no nos impide contradecirnos, y son los propios lectores quienes nos lo hacen notar.
El problema es que, en nutrición, como en tantos otros campos científicos, no hay un consenso absoluto. Hay diferentes escuelas, con líneas a veces divergentes. Además, no todos los alimentos tienen los mismos efectos para cada persona. No hay consejos universales: hay que personalizar y por esto a menudo lo que recomiendas para uno no lo aconsejarías para otro.
Finalmente, ¿nos recomendarías un restaurante?
[Risas]. ¡No me hagas esto! Soy incapaz de recomendar un solo restaurante. Conozco muchos y de tipos muy diferentes y para saber qué recomendarte deberías darme más datos: el precio que estás dispuesto a pagar, si eres vegetariano o no, macrobiótico... Muchos amigos me piden recomendaciones habitualmente cuando van a un sitio o tienen un compromiso y, como tengo buena memoria, se me da bien, pero por esa misma razón soy incapaz de darte ahora un solo nombre.