El Acuerdo de París es un tratado internacional sobre el cambio climático jurídicamente vinculante. Fue aprobado y firmado por 189 países el 12 de diciembre de 2015 en la COP21 de la Convención Marco de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (CMNUCC), adoptada en Nueva York el 9 de mayo de 1992.
Pero el Acuerdo de París no ha entrado en vigor hasta el pasado 1 de enero de 2021, cinco años después de su aprobación. La excusa era que la segunda fase del Protocolo de Kioto finalizaba el 31 de diciembre de 2020.
Ninguna reducción de emisiones en tres décadas
El objetivo principal del tratado es mantener el aumento de la temperatura media mundial muy por debajo de 2 °C con respecto a los niveles preindustriales –período: 1850-1900, definido en el 2018–, y proseguir los esfuerzos para limitar ese aumento de la temperatura a 1,5 °C. Para ello, los países se proponen disminuir al máximo las emisiones de gases de efecto invernadero (GEI) lo antes posible para lograr un planeta con neutralidad climática en el año 2050.
En 30 años de esfuerzos políticos y diplomáticos, toda una generación, las emisiones han continuado aumentando año tras año. En el 2019, las emisiones mundiales de GEI volvieron a aumentar y se situaron en un máximo histórico: 52,4 GtCO₂e sin incluir las emisiones derivadas del cambio de uso de suelo, y 59,1 GtCO₂e si se incluyen.
Las concentraciones de CO₂ siguen aumentando. La estación de Mauna Loa, en Hawái, que se utiliza como estación de referencia, registró una concentración media de CO₂ de 416,75 ppm en febrero de 2021, frente a los 414,34 ppm en febrero de 2020.
Escasos esfuerzos por mejorar
Una parte fundamental del Acuerdo de París son las contribuciones que cada país individualmente debe establecer –de forma totalmente voluntaria–, denominadas contribuciones determinadas a nivel nacional (Nationally Determined Contributions, NCD).
En el artículo 3 del tratado se pide que sean “ambiciosas”, “representen un progreso a lo largo del tiempo” y se establezcan “para conseguir el propósito de este Acuerdo”. Las contribuciones deberían tener una actualización cada cinco años y ser registradas en la Secretaría de las UNFCCC.
Las primeras NCD se presentaron en noviembre de 2015. Los esfuerzos de reducción de emisiones que contemplaban eran insuficientes para limitar el aumento de la temperatura mundial en este siglo por debajo de los 2℃.
El pasado 26 de febrero de 2021, el CMNUCC presentó el informe de síntesis de las renovadas NCD, presentadas el 31 de diciembre de 2020. Solo se han incluido 48 contribuciones nuevas o actualizadas de únicamente 75 países, que suponen aproximadamente el 40 % de las Partes del Acuerdo de París y representan únicamente el 30 % de las emisiones globales de GEI. Su actualización en el año 2020 era un acto de responsabilidad y compromiso. Como se puede constatar, el esfuerzo de mejora es totalmente insuficiente.
¿Cuánto deberían reducirse las emisiones?
Los informes del Programa para el Medio Ambiente de las Naciones Unidas indican que las emisiones mundiales de GEI deberían bajar un 7,6 % cada año entre 2020 y 2030 para que la humanidad estuviera en camino de contener el aumento de temperaturas en 1,5℃.
En el reciente informe Net Zero Economy Index 2020 de la consultora PwC, se señala que este esfuerzo debería ser del 11,7 %.
A su vez, en un artículo publicado este mes de marzo en Nature Climate Change por los responsables del proyecto Global Carbon Project, se indica que el esfuerzo de reducción debe ser 10 veces superior al realizado en los últimos años.
Según las tendencias actuales, la probabilidad de permanecer por debajo de los 2℃ de calentamiento es solo del 5 %. La tasa de reducción de emisiones de las contribuciones determinadas a nivel nacional debe aumentar en un 80 % para cumplir con la meta de 2℃.
Se nos acaba el tiempo
Mientras tanto, de una forma lenta pero cada vez más progresiva, la sociedad civil, las empresas, el sistema financiero, etc. están tomando decisiones y poniendo objetivos para reducir sus emisiones. Lo hacen con mayor o menor intensidad; en un marco con fuertes diferencias, enfoques y planteamientos; algunas con una intención de green washing, pero asumiendo como referencia el Acuerdo de París. Muchas, incluidas las compañías petroleras y del gas, se plantean esfuerzos importantes para el año 2030. Empiezan a ser conscientes de que su ciclo de vida ha empezado a terminar.
El tiempo de respuesta se acaba y el clima no espera. Se debe alcanzar la neutralidad climática para el año 2050, pero los esfuerzos necesarios entre el 2020 y 2030 son claves.
Los compromisos presentados a finales del año pasado representan tan solo una reducción del 1 % de las emisiones en 2030 respecto a los niveles de 2010. El IPCC ha sido claro en establecer que esa reducción global para el año 2030 debería ser de al menos el 45 % para tener poco más de la mitad de las posibilidades de ser capaces de limitar el incremento de la temperatura global a 1,5℃ .
Entre los 75 países que sí han cumplido con el requisito de 2020 están los miembros de la Unión Europea y el Reino Unido –con objetivos claramente mejorables–. No están China y Estados Unidos, cuyas emisiones suponen del orden del 40 % de las emisiones totales.
La renovación de los compromisos en 2020 muestra con rotundidad lo lejos que están los gobiernos de querer cumplir el objetivo del Acuerdo de París, que firmaron tan solemnemente hace ya cinco años; y de asumir sus obligaciones. Son los principales responsables de que el Acuerdo de París esté fracasando.