El agua que bebemos, los terrenos que cultivamos y el bienestar humano, desde las grandes urbes hasta los pueblos más remotos, dependen en gran medida de cómo tratemos la biodiversidad de las cuencas fluviales. Sobran las razones para que su conservación sea prioritaria, pero los ríos españoles llevan décadas sometidos a múltiples estresores de origen humano. Algunos se siguen usando incluso como vertederos.
“En función de la cuenca predominan unos factores de estrés sobre otros. Por ejemplo, en los ríos cantábricos las detracciones para minicentrales hidroeléctricas son más frecuentes que la regulación por grandes embalses, que afecta a la mayor parte de los ríos mediterráneos. En la cuenca del Ebro la contaminación agrícola por nutrientes y pesticidas es muy importante, mientras que el Llobregat está sometido a la contaminación urbana e industrial, con contaminantes emergentes como fármacos”, declara a Sinc Arturo Elosegi, investigador del grupo de Ecología de ríos en la Universidad del País Vasco (UPV/EHU).
Ante esta situación, en 2005 Ecologistas en Acción propuso una nueva figura de conservación: las reservas naturales fluviales que contempla la Ley de Aguas. El objetivo era proteger aquellos ríos que se han salvado del deterioro ambiental generalizado y que se conservan prácticamente vírgenes. En noviembre del año pasado el Gobierno declaró las primeras 82 cuencas de esta categoría.
Los ecologistas temen por el futuro de los ríos que quedan fuera de las reservas naturales fluviales
“Es necesario preservar en el mejor estado de conservación posible los pocos ríos en estado casi natural que nos quedan, ya que son los últimos refugios de nuestra biodiversidad fluvial más amenazada. Lo que no tengo tan claro es que para eso hiciera falta crear reservas naturales fluviales. Son solo una figura jurídica derivada de la Directiva Marco del Agua (DMA), cuyo éxito está por ver, ya que dependerá de la voluntad política y de los recursos que se destinen a su conservación”, enfatiza el investigador de la UPV/EHU.
Santiago Martín Barajas, coordinador estatal del Área de Agua de Ecologistas en Acción, es de la opinión de que "puede que a lo que queda fuera de las reservas le espere un oscuro futuro, por eso las llamamos el ‘Arca de Noé’ de nuestros ríos bien conservados. Hemos propuesto nuevas reservas en el río Tajo, Cantábrico occidental, en el Ebro, en el Júcar y cinco en las Baleares –que no tenía ninguna– y tres en Canarias”.
Además de esta figura, existen otras con objetivos similares como las Zonas Especiales de Conservación, que derivan de la Directiva de Hábitats y que en muchos casos corresponden a tramos fluviales.
Barranco del Cedro (La Gomera) / Franco Vannini - SINC
El ‘oasis’ en medio del declive
Al pasear por la ribera de alguno de estos escasos ríos con una elevada naturalidad, como el Milagro, que nace a 800 metros de altura en los Montes de Toledo, se produce la extraña sensación de caminar frente al mismo paisaje de saucedas, juncales, choperas y alamedas que pisaron nuestros antepasados siglos atrás. El tiempo parece haberse detenido en una especie de oasis oculto a la mano del hombre, un entorno de especies autóctonas y agua cristalina.
Raúl Urquiaga, responsable del proyecto de reservas naturales fluviales de Ecologistas en Acción, explicaba durante una visita para periodistas al Estena, Estomiza y Estenilla: “Una cosa muy interesante de estos tres ríos es la función que tienen de corredor ecológico. De hecho, uno de sus objetivos es servir para conectar distintos espacios y que las especies puedan comunicarse en el territorio”.
Con la nueva actualización del Reglamento del Dominio Público Hidráulico se incluirán 53 reservas pendientes de declarar, y la organización conservacionista busca ampliarlas en 29 más. Para ello han peinado el territorio nacional en un estudio de campo tras la pista de paisajes fluviales inalterados por el hombre.
“Los ríos en España se han convertido en los cementerios de todo tipo de basura sin ningún control”, dice Javier Lobón
Narcís Prat, catedrático de Ecología del grupo de investigación Freshwater Ecology and Management de la Universidad de Barcelona corrobora a Sinc que esta figura de protección ecológica es un elemento más para conservar “lo poco bueno que queda”; sin embargo, lo principal es “cómo se delimitan estas reservas”.
“La realidad es que, aunque en muchas zonas de España ha mejorado la calidad del agua gracias al saneamiento y la depuración, todavía la biodiversidad fluvial sigue en declive en la mayor parte del país”, asegura el ecólogo de la Universidad del País Vasco Arturo Elosegi.
“No deja de ser una ironía histórica el maltrato a los ríos en España, porque todas las culturas que han crecido en la península ibérica lo han hecho a la orilla de los ríos. Por el contrario, ha habido un absoluto desprecio hacia ellos, de manera tal que se han convertido en los cementerios de todo tipo de basura sin ningún control”, afirma a Sinc Javier Lobón Cerviá, investigador del departamento de Ecología Evolutiva en el Museo Nacional de Ciencias Naturales.
Río Tajo a su paso por Toledo / Elvira S. Uzábal - SINC
Los principales problemas de los ríos provienen de la alteración del régimen hidrológico, la insuficiencia de los caudales ambientales, la contaminación, la destrucción de los hábitats y de las riberas; y la presencia de especies de peces introducidas. “La mayor presión la producen los embalses, la abstracción de agua y la contaminación producida por la agricultura, algunas industrias y las depuradoras que se sitúan en cuencas con caudales naturales muy bajos o incluso con ríos secos parte del año”, añade Prat.
Un manifiesto contra las presas ibéricas
“Si no hacemos una gestión puramente científica, los conflictos por el agua irán a más", asevera Lobón
Esta misma semana, grupos ecologistas y científicos publicaban un manifiesto conjunto para pedir a las administraciones españolas y portuguesas del agua “la demolición de las presas y obstáculos inútiles que interrumpen el flujo de agua de los ríos ibéricos”, argumentando que la evidencia científica ha demostrado que estas construcciones fragmentan los ríos, impactan sobre la flora y fauna acuática, y sobre los numerosos bienes y servicios ambientales que estas prestan a la sociedad.
“Hay que iniciar una gran discusión sobre varios temas clave, como los embalses y su explotación para poder garantizar los caudales ambientales con el agua de calidad suficiente. En las partes altas las minicentrales son el problema más importante, hay que cambiar sus concesiones”, concluye el catedrático de Ecología.
Lobón insiste: “Los conflictos por el agua van a seguir aumentando con los años y, si no hacemos una gestión puramente científica de las cuencas de los ríos, el número de problemas irá a más. Las soluciones, me temo, van a ser fatales porque siempre irán encaminadas a hacer más embalses y en España ya hay más de 1.200 gigantescamente grandes que nadie cuida ni estudia”.
La escasez gobernada por el clima
A finales de 2015 Ecologistas en Acción publicaba un informe sobre el impacto del cambio climático en las reservas de agua en España en el que resaltaba que en los próximos años habrá menos recursos hídricos disponibles y más demanda.
En la mayor parte de España se prevé que el calentamiento global aumente las irregularidades en la precipitación, con sequías más intensas y frecuentes, así como lluvias más torrenciales. Todo ello supondrá un duro test para nuestros sistemas de abastecimiento.
“El cambio climático puede tener consecuencias muy graves sobre la sociedad española y el medio ambiente. La primera pregunta es cuánto va a cambiar el clima. Es difícil de responder ya que depende de las decisiones que tomemos a escala internacional en los próximos años. Es posible que si el clima cambia mucho debamos modificar nuestro modo de vida, como está ocurriendo en Australia”, revela Elosegi.
Mediante una app para móviles y tabletas, cualquiera puede hacer el seguimiento ecológico de un río
Prat es algo más optimista: “Si España sigue las recomendaciones de la DMA puede estar preparada, excepto en los lugares más áridos. El problema esencial será la agricultura, no solo por la falta de agua sino por el incremento de la salinidad de los suelos”.
El grupo de Prat está trabajando en la implementación de la DMA en ríos temporales con la Confederación Hidrográfica del Júcar y la colaboración de la del Ebro y la del Segura.
En definitiva, habría que cumplir con la legislación europea, la Directiva Marco del Agua, la Directiva de Hábitats y la Directiva de Inundaciones que son, entre otras, las piezas de la legislación claves para la conservación de los ríos. La Administración está haciendo esfuerzos en implementarlas, pero a menudo con retrasos sobre los planes previstos. Elosegi es tajante al respecto: “Lo primero que hay que hacer es dedicarle los recursos necesarios y, sobre todo, tomarse en serio el medioambiente”.