La pandemia de COVID-19 ha alterado la vida de las personas. Algunos investigadores han postulado que la actual crisis sanitaria y económica podría reducir nuestra preocupación por el cambio climático. Una posible explicación es que la gente tiene una reserva limitada de preocupación.
Investigaciones en diferentes países muestran que cuando las economías caen en recesión, la preocupación por el cambio climático tiende a disminuir. Dada la amplitud y gravedad de la actual situación de la COVID-19, cabría esperar un efecto similar.
Preocupación por el cambio climático antes y después de COVID-19
Aquí presentamos algunos resultados preliminares obtenidos en dos encuestas realizadas a nivel nacional en agosto de 2019 y junio de 2020 en España. Cada encuesta tuvo unos 2 000 participantes.
Un primer análisis (figura 1) permite sacar dos conclusiones:
- Primero, vemos que hay un porcentaje similar de personas que dicen estar al menos bastante preocupadas por el cambio climático: 79 % en 2019, frente al 77 % en 2020.
- Segundo, hay un cambio en la distribución de las respuestas sobre la preocupación entre 2019 y 2020: hay más personas que marcaron bastante y menos muchísimo. Esta reducción de la proporción de personas preocupadas por el cambio climático es estadísticamente significativa.
En general, estos resultados parecen apoyar la idea de que las personas tenemos una reserva limitada de preocupación.
Figura 1. Comparación de la preocupación por el cambio climático antes (2019) y después de COVID-19 (2020) / Gráfico: The Conversation
Apoyo público a la política climática
¿Qué hay de las actitudes hacia unas políticas climáticas que muchos expertos consideran cruciales, como son los impuestos sobre el carbono? Estas tasas gravan el uso de combustibles fósiles proporcionalmente a la cantidad de carbono que contienen, ya que esto determina las emisiones de CO₂ resultantes de su combustión.
Los impuestos aumentarán, por ejemplo, el precio del carbón más que el de la gasolina y el de esta más que el del gas natural. Como consecuencia, los productores y los consumidores estarán incentivados a cambiar a energías renovables, ahorrar energía en calefacción y aire acondicionado, y dejar de usar medios de transporte basados en combustibles fósiles.
La figura 2 muestra que el apoyo a un hipotético impuesto sobre el carbono es mayor después de la crisis de la COVID-19. El 51 % de los participantes en 2020 frente al 43 % en 2019 dijeron que esta política les parece algo o completamente aceptable. Este aumento del apoyo a un impuesto sobre el carbono es estadísticamente significativo.
Figura 2. Comparación del apoyo al impuesto sobre el carbono cuando no se especifica cómo se usarán los ingresos y cuando se especifica que los ingresos se utilizarán para pagar los gastos de la COVID-19 / Gráfico: The Conversation
Impuestos climáticos para afrontar la COVID-19
Además, es importante recordar que, aunque el principal objetivo de un impuesto sobre el carbono es estimular las opciones de bajo consumo de carbono, los ingresos recaudados pueden utilizarse para diversos fines públicos.
En la encuesta del 2020, también preguntamos a los participantes cuán aceptable les parecía un impuesto sobre el carbono cuyos ingresos se utilizasen para compensar los gastos de hacer frente a la COVID-19.
En el panel derecho de la figura 2 se muestra que tal impuesto sobre el carbono es considerado aceptable por un número aún mayor de personas (54 %). Esta diferencia es nuevamente significativa desde el punto de vista estadístico.
Las personas parecen reconocer los beneficios adicionales, no ambientales, de una política como el impuesto sobre el carbono. Esto puede explicar por qué el apoyo a la tasa ha aumentado mientras que la preocupación por el cambio climático es menor desde la COVID-19.
Otras encuestas en Reino Unido y Estados Unidos muestran tendencias aún más positivas, con un aumento tanto de la preocupación pública por el cambio climático como del apoyo a la política climática desde el comienzo de la crisis de COVID-19.
Varios factores pueden explicar estas tendencias. Entre ellos: el activismo climático y el movimiento Fridays for Future en los meses anteriores al brote de COVID-19, las miles de advertencias desde la ciencia, el número cada vez mayor de fenómenos meteorológicos extremos y la cobertura mediática de todos estos temas.
Todos estos resultados preliminares muestran que desde la esfera política se ha de ser consciente de que, incluso en tiempos de crisis sanitaria mundial, existe apoyo público para hacer frente a la crisis climática.
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