El 24 de octubre celebramos el Día Internacional contra el Cambio Climático, una fecha para llamar la atención frente a los problemas que nos está causando el calentamiento global del planeta y reivindicar acciones urgentes para limitarlo.
El 24 de octubre se celebra el Día Internacional contra el Cambio Climático. Aunque esta efeméride no ha sido explícitamente aprobada por la resolución de Naciones Unidas —como el “Día Internacional de la Tierra” (22 de abril) o el “Día Mundial del Medio Ambiente” (5 junio)—, su repercusión y difusión es muy importante. De hecho, se trata de una iniciativa apoyada por la ONU con el fin de generar acciones para contrarrestar el cambio climático.
En un mundo cada vez más consciente de la necesidad de preservar el planeta, el Día del Cambio Climático emerge como un faro de alerta y acción. Esta fecha, pone de relevancia la urgencia de abordar el fenómeno que ha alterado irreversiblemente la faz de la Tierra: el cambio climático antropogénico. Desde el imparable aumento de temperaturas hasta la transformación de ecosistemas, sus impactos son incontestables.
Qué es el cambio climático y qué lo origina
Naciones Unidas define el cambio climático como una variación a largo plazo de las temperaturas y los patrones climáticos. Esto puede ocurrir de manera natural debido a diversos factores, como variaciones en la radiación solar, erupciones volcánicas y cambios en la órbita de la Tierra. Sin embargo, en la actualidad, el término "cambio climático" se utiliza comúnmente para referirse al cambio climático antropogénico, es decir, aquel causado principalmente por actividades humanas.
Desde finales del siglo XIX la acción del hombre, como la quema de combustibles fósiles (como petróleo, gas y carbón) para obtener energía, la deforestación, la agricultura intensiva y la producción industrial, han liberado grandes cantidades de gases de efecto invernadero (GEI) en la atmósfera. Estos gases, como el dióxido de carbono (CO2), el metano (CH4) y el óxido nitroso (N2O), atrapan el calor del sol en la atmósfera, lo que lleva a un aumento de la temperatura promedio de la Tierra, un fenómeno conocido como calentamiento global. Desde 1990, de hecho, las emisiones a nivel mundial de dióxido de carbono aumentaron en un 50 %.
Los investigadores especializados en el clima han establecido de manera concluyente que estas actividades de los seres humanos son las principales responsables del acelerado calentamiento global de los últimos dos siglos. En la actualidad, la temperatura media de la Tierra se encuentra 1,1 °C por encima de los niveles a finales del siglo XIX, antes de la era industrial, marcando un máximo absoluto en los últimos 100 años. La década pasada (2011-2020) ostentó el título de la más cálida jamás registrada. De hecho, cada una de las últimas cuatro décadas ha superado en temperatura a cualquier otra desde 1850.
Consecuencias del cambio climático
Si bien es común pensar que el cambio climático se limita a un aumento de las temperaturas, esto solo constituye el prólogo de la narrativa. Dado que la Tierra es un sistema interconectado, los cambios en una región pueden desencadenar repercusiones en todas las demás. La complejidad y la magnitud de estas interacciones destacan la necesidad imperante de abordar este desafío global con la máxima seriedad y colaboración.
Los efectos del cambio climático son diversos y pueden incluir:
- Aumento de la temperatura global: Esto provoca fenómenos como olas de calor más intensas y prolongadas.
- Cambio en los patrones de precipitación: Puede haber sequías más prolongadas en algunas áreas y lluvias más intensas en otras.
- Deshielo de glaciares y casquetes polares: Esto contribuye al aumento del nivel del mar.
- Aumento del nivel del mar: Puede llevar a la inundación de áreas costeras y la salinización de acuíferos.
- Impacto en la biodiversidad: Cambios en los ecosistemas y la distribución de especies.
- Alteración de los patrones migratorios y comportamientos de especies: Algunos animales y plantas pueden verse afectados en su búsqueda de hábitats adecuados.
- Impacto en la agricultura y la disponibilidad de alimentos: Cambios en los patrones de cultivo y la disponibilidad de agua.
- Amenaza para la salud humana: El cambio climático puede afectar la propagación de enfermedades transmitidas por vectores y empeorar ciertas condiciones de salud.
También cabe señalar que el cambio climático puede afectar de manera desigual a las personas en función de dónde vivan, ya que son especialmente vulnerables aquellos que habitan en pequeñas naciones insulares o en otros países en desarrollo. Condiciones como el aumento del nivel del mar y la intrusión de agua salada han avanzado hasta el punto de que comunidades enteras han tenido que reubicarse, y las prolongadas sequías están creando un riesgo de hambruna. De hecho, casi la mitad de la población mundial vive en regiones que son muy sensibles al cambio climático. En la última década, el número de víctimas mortales como consecuencia de inundaciones, sequías y tormentas fue 15 veces más alto en las regiones muy vulnerables y se prevé que en el futuro aumente el número de «refugiados climáticos».
Llamamiento contra el calor extremo
Más del 70 % de la población activa del planeta (2.400 millones de personas) corre actualmente un alto riesgo de sufrir calor extremo. En respuesta al rápido aumento de la escalada, la intensidad, la frecuencia y la duración del calor extremo, el Secretario General de las Naciones Unidas, António Guterres, el 25 de julio de 2024, hizo un llamamiento para realizar un esfuerzo urgente y concertado con el fin de mejorar la cooperación internacional para hacer frente al calor extremo.
El documento "Call to Action on Extreme Heat" de las Naciones Unidas propone trabajar en cuatro áreas críticas:
- Impacto del calor extremo: Es mortal y afecta a las economías. Entre 2000 y 2019, se estima que hubo 489.000 muertes anuales relacionadas con el calor, y los efectos continúan empeorando. El calor ha causado grandes pérdidas en la productividad laboral y está poniendo en peligro múltiples objetivos de desarrollo sostenible (ODS).
- Desigualdad de los efectos: El calor extremo no afecta a todos por igual. Las comunidades más vulnerables, como las personas pobres, los ancianos, los trabajadores al aire libre, y quienes viven en áreas urbanas densamente pobladas, son las más afectadas. Las infraestructuras y políticas actuales son insuficientes para proteger a estos grupos.
- Llamado a la acción: El Secretario General de la ONU establece cuatro áreas prioritarias de acción:
- Cuidar a los más vulnerables: Proteger a los más expuestos y fortalecer los sistemas de alerta temprana.
- Proteger a los trabajadores: Implementar medidas de seguridad laboral para reducir los riesgos de calor.
- Fortalecer la resiliencia de las economías: Usar datos científicos para desarrollar estrategias y planes de acción contra el calor.
- Limitar el aumento de la temperatura: Mantener el calentamiento global por debajo de 1.5°C mediante la reducción del uso de combustibles fósiles y la transición a energías renovables.
- Oportunidades: Existen soluciones disponibles, como los sistemas de alerta de calor, la eficiencia energética y el enfriamiento pasivo, que pueden salvar vidas y reducir los efectos del calor extremo. Se insta a los gobiernos a desarrollar y adoptar políticas integradas que prioricen la reducción del riesgo de calor.
Este llamado es un esfuerzo global para enfrentar los peligros inminentes del calor extremo, proteger vidas y mitigar los efectos adversos en la salud, la economía y el medio ambiente.
En sintonía con este llamamiento una coalición de miles de científicos y expertos gubernamentales concuerda en que restringir el ascenso de la temperatura global a un máximo de 1,5 °C con respecto a los niveles preindustriales debería ser la solución para para evitar las consecuencias más devastadoras del cambio climático y preservar un entorno habitable. No obstante, las políticas actuales perfilan un escenario menos alentador, apuntando hacia un incremento de 2,8 °C para el fin de este siglo.
El influjo de emisiones desencadenantes del cambio climático se origina en todos los rincones del planeta y repercute de manera equitativa en todas las naciones. Sin embargo, es innegable que algunas naciones ostentan una cuota significativamente mayor. Los siete principales emisores - China, Estados Unidos, India, la Unión Europea, Indonesia, Rusia y Brasil - acapararon la mitad de las emisiones de gases de efecto invernadero a nivel mundial durante el año 2020. Es una responsabilidad compartida, pero aquellos que aportan de manera más pronunciada a esta problemática tienen la prerrogativa de liderar los esfuerzos de cambio.
Papel de los gobiernos y organizaciones internacionales en la lucha contra el cambio climático
El Grupo Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático (IPCC) es el órgano de las Naciones Unidas encargado de evaluar los conocimientos científicos relativos al cambio climático. Fue establecido en 1988 por el Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA) y la Organización Meteorológica Mundial (OMM) a fin de que facilitase a los dirigentes políticos evaluaciones científicas periódicas sobre el cambio climático. El IPCC es el organismo más importante sobre este tema, y consta con 195 estados miembros que a su vez son miembros de las Naciones Unidas o de la OMM. Es un grupo global de expertos que analiza investigaciones sobre cambio climático. Ofrecen informes detallados sobre sus causas, impactos y cómo mitigarlos. Cuentan con tres grupos de trabajo y uno especializado en medir emisiones. Sus evaluaciones ayudan a gobiernos en la formulación de políticas climáticas y son esenciales en negociaciones internacionales.
En su sexto informe de evaluación aprobado en la reunión de Interlaken, se subrayan los impactos presentes y futuros del cambio climático, destacando su particular afectación a las poblaciones y ecosistemas más vulnerables. Se enfatiza la necesidad urgente de acciones adaptativas aceleradas para cerrar la brecha entre las medidas actuales y las requeridas. Para limitar el calentamiento a 1,5 °C (Objetivo del Acuerdo de París), es urgente reducir las emisiones de gases de efecto invernadero casi a la mitad para el año 2030. El desarrollo resiliente al clima, que integra tanto la adaptación como la mitigación, se destaca como la estrategia fundamental. Las decisiones cruciales que se tomen en los próximos años serán determinantes para el bienestar de las generaciones futuras.
El informe también destaca la importancia de la justicia climática, dado que las poblaciones menos responsables del cambio climático son las más afectadas. El desarrollo resiliente al clima, que combina adaptación y reducción de emisiones, se postula como la clave para un futuro sostenible y equitativo. Es fundamental la participación activa de gobiernos, inversores y reguladores financieros para superar los obstáculos existentes y financiar inversiones climáticas.
La importancia de la financiación pública y privada para abordar el cambio climático
Aunque se acordó proporcionar 100 mil millones de dólares anuales a los países en desarrollo, la evaluación más reciente indica que la financiación climática total aún es insuficiente, y solo alcanzó los 78,9 mil millones de dólares en 2018. Aunque la inversión en adaptación ha aumentado, representó solo el 21 % de la financiación pública total en 2020. Los costes de adaptación para países en desarrollo se estiman entre 140 mil y 300 mil millones de dólares al año para 2030, y entre 280 mil y 500 mil millones para 2050. La participación del sector privado es crucial y podría llevar a una transformación de billones de dólares necesarios.
Es necesario alinear las inversiones con los objetivos climáticos, especialmente en infraestructuras. Se estima que se requieren alrededor de 90 billones de dólares para infraestructuras climáticamente sostenibles para 2030. Invertir en infraestructuras resilientes en países en desarrollo podría generar beneficios significativos. La transición hacia una economía verde podría generar ingresos de 2,8 billones de dólares a través de la fijación de precios al carbono y la reorientación de subvenciones de combustibles fósiles hacia inversiones públicas. Sin embargo, la respuesta económica global a la pandemia no ha sido suficientemente ecológica, con una asignación desproporcionada a los combustibles fósiles en comparación con las energías limpias en algunos países del G20. La crisis del COVID-19 ha exacerbado las dificultades económicas de los países en desarrollo, especialmente los más vulnerables al cambio climático.