Además, 23 bancos de desarrollo acordaron incrementar hasta los 200.000 millones de dólares (unos 170.000 millones de euros) los préstamos a los países más desfavorecidos, un grupo de grandes fondos soberanos –que incluyen los de los Emiratos Árabes, Qatar, Arabia Saudí, Kuwait, Nueva Zelanda, Francia y Noruega– ofrecieron destinar a proyectos para preservar el clima unos 15.000 millones de dólares (12.750 millones de euros) de aquí al 2020 y la Fundación Bill&Melinda Gates y la Unión Europea pactaron sumar más de 500 millones en investigación sobre los efectos del calentamiento en la agricultura.
El Banco Mundial anuncia que dejará de invertir en petróleo y en gas desde 2019
Son algunas de las promesas arrancadas el martes por el presidente galo, Emmanuel Macron, a los gobiernos estatales, regionales y locales, instituciones internacionales, poderes financieros y corporaciones participantes en la cumbre One Planet (Un Planeta) que convocó el martes en París al cumplirse dos años de la histórica Cumbre del Clima que logró un acuerdo mundial contra el cambio climático del que sólo se mantendrán fuera los Estados Unidos de Donald Trump. El tratado ha sido ratificado por 170 de los 193 países que lo firmaron y entró en vigor en menos de un año, todo un récord moderno para un acuerdo de estas dimensiones. Y nadie ha secundado las posiciones del polémico e imprevisible mandatario norteamericano.
El gobierno estadounidense fue el gran ausente de una reunión organizada por la presidencia de la República Francesa –que se ha apresurado a tomar el relevo de Washington en el liderazgo de esta causa planetaria–, la ONU y el Banco Mundial a la que acudieron delegaciones de 130 estados y la plana mayor del sector financiero público y privado mundial bajo el lema Hagamos nuestro planeta grande otra vez (una réplica al mismo lema electoral de Trump referido a su país).
No obstante, si hubo representantes estadounidenses, como el exsecretario de Estado John Kerry, muy ovacionado, que calificó la decisión de Trump de retirarse de París como "autodestructiva". Y California, que lidera una alianza de estados y ciudades norteamericanos comprometidos con la lucha climática, acogerá el próximo setiembre una cumbre previa a la oficial COP 24 de noviembre en Katowice (Polonia).
Eliminación de subsidios
El gran objetivo de Macron, que quiere convertir a Francia en capital mundial de la economía verde, era movilizar a los poderes económicos para lograr resultados tangibles en el terreno de la financiación de los compromisos adquiridos en la misma ciudad hace dos años, el gran escollo al que se enfrentaron las dos siguientes cumbres climáticas de la ONU, la última celebrada en Bonn (Alemania) el mes pasado. Hasta ahora todo eran buenas palabras, pero sin dinero detrás.
Si se quiere cumplir con los acuerdos de 2015 y evitar que el planeta se recaliente más de dos grados este siglo, harán falta cientos de miles de millones a invertir en los países ricos, pero muy especialmente en los pobres, durante las próximas décadas para reducir las emisiones de gases de efecto invernadero, desarrollar las energías renovables, apostar por transportes más limpios, construir viviendas sostenibles, extender los cultivos ecológicos y, a más corto plazo, adaptar las economías e infraestructuras del mundo en vías de desarrollo a los cambios inmediatos en forma de aumento de las temperaturas medias, elevación del nivel del mar y multiplicación e intensificación de los fenómenos meteorológicos extremos (sequías, lluvias torrenciales, huracanes).
Y todavía hubo más compromisos en One Planet, en su mayor parte del sector privado. Macron ha ejercido su influencia en su propio país con aparentes resultados. Un grupo de 91 compañías francesas que facturan en conjunto 1,5 billones de euros y emplean a 6 millones de trabajadores aseguraron que destinarán 320.000 millones de euros durante los próximos cinco años a acciones en favor de una transición energética hacia fuentes más limpias. Y la aseguradora Axa, la tercera mayor del mundo, dijo que retiraría 2.400 millones de euros comprometidos en activos de carbón y 700 millones de euros en activos de arenas alquitranadas, proclamando que seguirá como nueva política en el futuro no invertir en empresas con más del 30% de su energía o ingresos procedentes del primero de dichos combustibles fósiles.
El presidente francés asume el liderazgo ambiental abandonado por Washington
Pero todo esto no basta. El mismo Macron, que ha creado un Ministerio de la Transición Ecológica y Solidaria, lo reconocía durante la cumbre: “No vamos lo suficientemente deprisa y eso es un drama”. Aunque aplaudieron algunos avances, las ONG coincidieron con el jefe de Estado francés. La Red de Acción Climática (CAN, en sus siglas en inglés), que reúne a unas 1.200 organizaciones sociales, proclamó que "los gobiernos, los bancos y otros grandes actores económicos tienen que retirar inmediatamente las inversiones” del carbón, el gas y el petróleo, que son "la energía del pasado", para pasar a dirigirlas a las renovables, que son "las más baratas, sanas y productivas". Cerca de 200 organizaciones ecologistas y solidarias de unos 60 países (incluyendo a Greenpeace, la CAN, el WWF, Christian Aid y Oil Change International) reclamaron a los gobiernos presentes a que eliminen los subsidios y las ayudas públicas para los combustibles fósiles.
El presidente del Gobierno español, Mariano Rajoy, viajó a la cumbre para prometer que su Gobierno, a la cola de Europa en la lucha ambiental, tendría lista el año que viene una Ley de Cambio Climático que articule la estrategia para cumplir con París que ya anunció en la Cumbre de la ONU de hace dos años y de la que no se ha elaborado aún ni un borrador. Rajoy, que ha penalizado fiscalmente las energías renovables y acaba de lograr la suspensión judicial de la ley catalana de Cambio Climático, la única que había en España y una de las primeras del continente, opina que “no se puede suprimir el carbón de un día para otro”. Por fortuna, sus posiciones se van quedando cada vez más en minoría.
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