Lluvia torrencial que provocó enormes inundaciones; nevadas copiosas en lugares tan meridionales como Alicante; vientos huracanados y un oleaje nunca visto en la costa mediterránea. En un temporal se suelen dar una, dos o tres de estas condiciones. La borrasca Gloria trajo las cuatro hasta la península (y en algunos puntos, añadió el granizo), y con una fuerza que en algunos lugares no se había visto en décadas. Por supuesto, el temporal, que ayer jueves acabó de remitir, ha sido por ahora el más potente del siglo.
El resultado: 14 personas muertas y 4 desaparecidas, decenas de heridos, incontables animales domésticos y salvajes ahogados, cientos o miles de árboles derribados, enormes daños en viviendas, negocios, cultivos e infraestructuras, sobre todo en el litoral mediterráneo, y un espacio natural único, el delta del Ebro, Reserva de la Biosfera, casi totalmente cubierto por el agua salada.
Deja 14 muertos, 4 desaparecidos e inmensos daños materiales
Fue una 'tormenta perfecta' a la que, según los expertos, nos tendremos que ir acostumbrando. Aunque siempre las ha habido, cada vez serán más frecuentes, más repartidas a lo largo del año, de mayor duración y más intensas, debido a los efectos del cambio climático, sobre todo en la costa: a mayor altura del nivel del mar y mayor calentamiento de sus aguas, más grande será su capacidad de destrucción.
El desencadenante de Gloria fue que una oleada de aire frío -gota fría o DANA (depresión aislada en niveles altos)- procedente del norte chocó con el aire más caliente del Mediterráneo, generando una especie de remolino de baja presión que causó fuertes vientos y arrastró la humedad del mar hacia la costa. Cuando el aire cálido y húmedo ascendió hasta donde se hallaba el aire frío, se condensaron cumulonimbos que descargaron fuertes lluvias.
"Se trata de un mecanismo meteorológico típico, pero no en esta época del año", afirma Jordi Mazón, experto en Meteorología de la Universitat Politècnica de Catalunya. Lo normal es que las 'gotas frías' asuelen el litoral mediterráneo en otoño, cuando el agua de mar lleva varios meses incrementando su temperatura hasta alcanzar las más altas del año. Pero Gloria ha llegado en enero, cuando tampoco era normal un anticiclón como el que han registrado estos días en las islas británicas, que no se había producido en 63 años y que ha contribuido a dejar actuar la borrasca más tiempo sobre nuestros lares.
"La comunidad científica lleva desde los años 90 avisando de que una de las principales consecuencias del cambio climático será la intensificación de los extremos", afirma Manola Brunet, directora del Centre de Canvi Climàtic de la Universitat Rovira i Virgili de Tarragona. Así, a un mar más caliente de lo debido a estas alturas del calendario se ha unido el aire más frío del año, lo que ha acentuado el contraste, y aumentado la energía puesta al servicio de la tempestad.
Construcciones en zonas inundables
Sus efectos se ven, además, magnificados por la irracional gestión del territorio por parte del ser humano, que construye en demasía y donde no debe. La canalización de los ríos, las urbanizaciones e infraestructuras en zonas inundables, las construcciones en primera línea de playa y los espigones se lo ponen más fácil al viento, las inundaciones y el oleaje a la hora de encontrar cosas que arrasar.
Se han registrado rachas de viento de más de 110 km/h y olas de 8,44 metros (jamás registradas en el litoral mediterráneo peninsular), y en numerosos lugares se han superado los 400 litros de lluvia por metro cuadrado caída en estos últimos cuatro días. “El derretimiento de los hielos del planeta y el calentamiento de los océanos están generando una subida del nivel del mar y una sobrecarga de energía, que se descarga en forma de temporales cada vez más violentos y que penetran más en la costa, provocando, junto a otros factores, mayores daños, como estamos viendo estos días en el Mediterráneo español”, señala Greenpeace.
Las peores consecuencias de Gloria han sido de nuevo las víctimas mortales: cinco en la Comunidad Valenciana, cinco en Cataluña, dos en Andalucía, uno en Castilla y León y otro en Asturias. Además hay 2 desaparecidos en Cataluña y otros 2 en Baleares. Solamente en Cataluña, uno de los territorios más afectados, hubo más de 80 heridos, y se registraron 14.000 llamadas telefónicas al número de emergencias 112, relacionadas con unas 10.500 incidencias.
El presidente de la Asociación de Geógrafos Españoles (AGE) y responsable del Laboratorio de Climatología de la Universidad de Alicante, Jorge Olcina, constata que “las situaciones de 'gota fría' son cada vez más frecuentes en nuestras latitudes y ello tiene que ver con el calentamiento global, que altera la circulación atmosférica en esta zona”.
Vientos de 110 km/h, olas de 8,44 metros y 400 litros de lluvia por metro cuadrado
Cientos o tal vez miles de árboles, fundamentales para combatir el cambio climático y contener las inundaciones, se han perdido, derribados por el viento o arrastrados por las aguas de los ríos desbordados, que también se han llevado por delante puentes, vías férreas y carreteras, y han inundado viviendas y miles de hectáreas de cultivos que en muchos casos se habrán dañado irremisiblemente, así como numerosas viviendas y establecimientos comerciales.
Por su parte, las olas del Mediterráneo han arrasado el litoral, han anegado más de 3.000 hectáreas de arrozales y ha destruido la mitad de las bateas de moluscos de la bahía de El Fangar en el delta del Ebro, un frágil ecosistema que podría desaparecer en pocas décadas si no se toman medidas; han hecho desaparecer playas enteras, han barrido paseos marítimos y construcciones costeras y han hundido barcos amarrados en el interior de puertos cuyos espigones se han mostrado impotentes ante la altura récord de las aguas.
En el lado positivo de la balanza, la nieve acumulada será en algunos lugares muy beneficiosa para los ecosistemas y los campos cuando se funda, y algunos embalses, como los de Sau y Susqueda, en el Ter, en Girona, o el de La Baells, al norte de Barcelona, han quedado llenos a rebosar, lo que ha obligado a abrir las compuertas causando las últimas inundaciones debidas a Gloria (como la del pabellón de deportes de Fontajau en Girona) aguas abajo. Pero estos efectos no compensan los enormes daños causados. Y habrá que irse acostumbrando a ellos.