Tras múltiples polémicas, discusiones y amenazas de abandono, el presidente de la COP28, el sultán Ahmed Al-Jaber, finalmente anunció a última hora el éxito de la cumbre.
En este acuerdo, casi 200 países llegan a un compromiso global de ir abandonando progresivamente los combustibles fósiles, concepto que es mencionado por primera vez de manera explícita en un acuerdo de la COP.
La celebración de la COP 28
Esta cumbre es la 28ª edición de la Conferencia de la ONU sobre el Cambio Climático. Tras los primeros acuerdos sobre el clima a los que llegara la ONU, desde 1995 se acordó celebrar una cumbre cada año para reunir a todos los gobiernos del mundo y coordinar una serie de medidas y políticas que les permitiera adaptarse y luchar de manera conjunta contra las consecuencias del cambio climático.
Tras celebrarse el año pasado en Sharm el-Sheij (Egipto), la designación de Emiratos Árabes fue polémica al realizarse en un país cuya economía despende del petróleo. Las dos próximas ediciones se celebrarán en Bakú (Azerbaiján), otro enclave de extracción de gas y petróleo, y en Belén (Brasil).
La sede de Dubai vino marcada por la polémica por sus indisolubles lazos con la industria petrolífera. Se ha argumentado que precisamente estos lazos sirvieron para incorporar ese lobby al proceso con mayor intensidad que en otras ocasiones. En este contexto, y antes del acuerdo final, también se acusó a los anfitriones de aprovechar la cumbre para negociar acuerdos petrolíferos.
Los puntos oscuros de la COP 28
Las múltiples presiones sufridas desde distintos ámbitos durante la Cumbre amenazaron en muchos momentos con un rotundo fracaso. Las presiones más fuertes llegaron desde la industria petrolífera donde, especialmente, Arabia Saudí lideró a los países de la OPEP para hacer lobby e intentar evitar que en el texto resultante se apuntara hacia los combustibles fósiles en vez de hacia las emisiones de gases de efecto invernadero. De hecho en anteriores cumbres siempre se había hablado de reducir dichas emisiones, en vez de señalar directamente hacia el consumo de combustibles fósiles, como ha ocurrido en esta ocasión.
Para llegar al texto acordado se debieron hacer matices sobre la eliminación de los combustibles fósiles, término que no era aceptado por los países productores de petróleo, a pesar de que muchos asistentes abogaban por ello. Así, debió llegarse a un acuerdo donde se menciona la reducción y progresivo abandono de la dependencia de combustibles fósiles, pero sin exigir su eliminación.
Otro grupo descontento con la manera de proceder de la COP28 fueron los países insulares, uno de los principales amenazados por el cambio climático. Países como Kiribati, Tuvalu, Vanuatu o Maldivas verían gran parte o la totalidad de su territorio inundado si continúa la subida del nivel del mar. En una cumbre donde se jugaban literalmente su futuro, este grupo de países manifestó su indignación al no permitirles participar en las decisiones.
También se ha discutido en gran medida sobre el grado de implicación de los países más desarrollados en estos compromisos. Si bien este grupo de países ha sido el que históricamente más se ha beneficiado del uso de combustibles fósiles y, en cierta medida, es el que más ha contribuido a esta dramática situación, en ningún momento se habla de que sean ellos los que deban liderar este cambio.
Los compromisos de la COP28
Entre todas estas dificultades se llegó a un documento final de 21 páginas y 196 cláusulas en las que se resume una estrategia de lucha futura en el objetivo de reducción de los combustibles fósiles y lucha contra el cambio climático.
Hay un claro objetivo de llegar a 0 emisiones netas en 2050. Para ello se ha diseñado un itinerario de reducción de los gases de efecto invernadero del 43% para 2030; del 60% para 2035 hasta llegar a ese objetivo 0 en 2050. De alguna manera se teme que este concepto de emisiones netas puede ocultar mecanismos de reducción de CO2 u otro tipo de tecnologías que sigan permitiendo las emisiones mientras sean compensadas de otra manera.
El progresivo abandono de los combustibles fósiles es otro acuerdo, aunque sin mencionar su eliminación total. Dentro de esta reducción también se encontraría la energía procedente del carbón mientras se realizaría un viraje del modelo energético hacia energías renovables, nuclear o el desarrollo de nuevas tecnologías para la reducción o captación de emisiones.
En ese camino hacia el cambio de modelo energético se acordó triplicar el uso de energías renovables para 2030, así como duplicar la eficiencia energética para ese mismo año. En ese mismo sentido se acabaría con las subvenciones para energías procedentes de combustibles fósiles, una idea que también iría enfocada hacia la reducción de las emisiones procedentes del transporte así como al desarrollo de vehículos de bajas emisiones. En este entorno de reducción de emisiones también se hace una referencia, aunque poco concreta, a la reducción de metano.
Toda esta serie de medidas se dispone hacia un ambicioso objetivo común, el Objetivo 1,5ºC. Esto supone mantener el nivel de calentamiento como máximo en 1,5 grados más que en la era preindustrial. Este acuerdo ya se plasmó en la Cumbre de París 2015 y ahora se presencia un intento de retomar y reencauzar esta idea, que había quedado algo olvidada. En la actualidad la temperatura media es 1,1 grados más cálida que a finales de siglo XIX y, para cumplir esa cifra límite que restringiría los daños del cambio climático, se debe reducir el uso de combustibles fósiles y cambiar el modelo energético.
Uno de los primeros acuerdos alcanzados en la cumbre fue la creación de un fondo de pérdidas y daños de 700 millones de dólares por parte de los países desarrollados para ayudar a los países vulnerables ante catástrofes climáticas, irónicamente los menos responsables de las emisiones. Además de este fondo común se han creado otros mecanismos de financiación como Altérra, un fondo para soluciones ante el cambio climático lanzado por los Emiratos Árabes con inversiones millonarias.
Un tema sobre el que no se llegó a un acuerdo es la ayuda a los países en desarrollo para impulsar sus energías renovables. De hecho se reconoció que la ayuda en ese sentido no ha sido suficiente, pero tampoco se impuso a los países más desarrollados una ayuda a los menos privilegiados en un proceso de transición energética hacia un modelo basado en las energías renovables, así como el progresivo abandono de los combustibles fósiles.
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